Por Sebastián Guerra
Me permito comenzar a escribir estas líneas con una afirmación de la que no tengo dudas, pero tampoco pruebas. Es innegable que a la mayoría de las personas que nos gusta el fútbol y lo consideramos una parte fundamental de nuestra vida, nos ganó el sentimiento en alguna ocasión. La verdad es que da igual que emoción sea. Da lo mismo si nos rebasó la tristeza, la cólera o la felicidad. Muchas veces, no sabemos ni que sentimos y aún así estamos con el corazón acelerado. A más de uno nos ha pasado que hemos recibido un “es solo un juego” como respuesta a nuestras emociones. Nada más lejano a la realidad.
Estoy seguro de que somos muchos los que vivimos un partido de fútbol de nuestro equipo como si no fuese cualquier partido más, si no como si se tratara de la mismísima final del mundo, pero en realidad puede tratarse de un partido por la fecha 9 del campeonato local. Nos quedamos parados las casi 2 horas de partido, gritamos, saltamos, alentamos y en alguna ocasión se nos fue un poco la pinza y perdimos los estribos.
Estoy seguro de que somos muchísimos los que tomamos una ida al estadio a ver a nuestro equipo como un evento al que no podemos faltar. Se puede casar quien sea, pero tú estarás pendiente de si justo a esa hora no hay partido. Ni hablar de si ese partido es un clásico y lo juegas de local, pues por lo menos una vez harás el calculo de horas para ver si te da el tiempo de asistir a ambos eventos.
Estoy seguro de que si estás en la tribuna y tu equipo mete un gol; te abrazas con el desconocido de la derecha como si se tratara del mejor amigo que hayas tenido en la vida, pues el que tenga tu misma camiseta hace de esa persona casi tu hermano. Si tu equipo gana un campeonato o tu país clasifica a un mundial, llorarás de la felicidad. Ni hablar de si pierde la final o queda eliminado estando tan cerca de la gloria, pues te sentirás en el hoyo más profundo por un momento y derramaras alguna lágrima. Aún así nunca faltará el que te diga que se trata de un simple juego.
Toca el momento de jugar. Te toca calzarte los chimpunes y jugar un partido. Da igual si se trata de un partido por puntos en algún campeonato amateur o una “pichanga” con tus amigos, pues tu irás a jugar con la intención de ganar y tirarte a todas las pelotas como si se tratara de la última opción de ganar la Champions League. Si te sale un gol de buena factura, lo vas a gritar. Si ganas sacarás “cachita” al rival y si lo pierdes, no falta el momento de renegar y sacar conclusiones de porqué pasó eso. Nunca falta el momento tenso y el pequeño conato de bronca entre dos jugadores de equipos contrarios, quienes pueden llegar a ser muy amigos, pero que por calentura y una disputa de balón, pueden llegar a pelearse ese momento. A pesar de todo esto, algunos te dirán que es un simple juego.
Tal vez te molestará que muchos te repitan esa frase que tu ya encuentras tan odiosa. La verdad es que yo te entiendo, pues todo lo que he relatado líneas arriba me ha pasado al menos en una ocasión. El fútbol es más que un juego y muchas veces, lo puedes tomar como tu propia filosofía de vida. Son varios los que te dirán que es solo un partido de futbol y es solo un juego. No se cuanto entiendan ellos de la vida, pero estoy seguro de que no entienden nada de fútbol.
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