Por Diego Zapata
La incursión de personajes femeninos con cargos importantes en los deportes se suele tomar como un hecho titánico o histórico en la mayoría de los casos. La NBA, por supuesto, no escapa de ello; pero ¿por qué es tan importante incluir a las mujeres en el deporte? Por la misma razón que los futbolistas se han arrodillado antes de iniciar el partido durante los últimos dos años o por el motivo que llevó a los jugadores de la NBA a realizar protestas por el caso Jacob Blake: la conciencia social.
A diferencia de otro de los grandes deportes de Estados Unidos, como es el fútbol americano, el homónimo femenino del básquet en ese país (la WNBA) no es para nada denigrante o sexista. Por el contrario, es muy deportiva. No obstante, aún con todo ello, no se ha logrado una igualdad total a lo largo de toda su historia. Desde la profesionalización del deporte en 1946, cada franquicia ha tenido como entrenador principal a un hombre siempre. No fue hasta el 30 de diciembre del año 2020, que una mujer logró, sí “logró”, ocupar dicho cargo. Su nombre es Becky Hammon, ex jugadora de la WNBA. Este hecho, lamentablemente, solo se dio por la expulsión del entrenador principal y ella tuvo que reemplazarlo. Así, hasta la actualidad, solo once de treinta franquicias de la liga cuentan con una mujer solitaria como parte del cuerpo técnico. Y, con mucha pena, se debe decir que es un panorama de progreso con respecto a su situación, pues, en el año 2017, solo el 0,014% de los 210 técnicos de la liga eran mujeres. A esta situación se le suma el machismo de las propias personalidades de la liga. Por ejemplo, en el año 2018, según el portal SB Nation, un veterano y medroso entrenador, bajo el anonimato envalentador, se atrevió a declarar lo siguiente: “No se puede tener una entrenadora que esté buena, los jugadores se pasarían el día intentando acostarse con ella”. Comentario muy parecido y desagradable como el de Marcus Morris hacia Jae Crowder en el año 2020: «Juega al baloncesto de una manera diferente, tiene muchas tendencias femeninas en la cancha. Le gusta el ‘flopping’, echar la cabeza hacia atrás. Esto es un juego de hombres. Fue muy poco profesional. Su juego es blando, él es blando… se parece bastante a una mujer». Claro está que este no es el caso de la totalidad de los jugadores, pero es una realidad mayoritaria. Otra situación de desigualdad en el contexto del deporte es el económico. Esta situación es muy repetitiva en los distintos deportes a nivel mundial. Un futbolista cobra más que una futbolista, un entrenador más que una entrenadora, etc. Según el portal de noticias El Independiente, las jugadoras profesionales de la WNBA cobraron alrededor de 75 mil dólares durante el año 2019 mientras que los basquetbolistas de la NBA ganaron 2.5 millones. Es decir, las mujeres deportistas y profesionales del deporte cobraron 33 veces menos que sus similares masculinos. Si se realiza una comparativa de nivel en cuanto al juego, se identifica que el problema no está en lo que sucede en el estadio.
La jugadora con mejor puntuación de la WNBA, Arike Ogunbowale, hizo 22,8 puntos por partido dicha temporada. El baloncestista con mejor puntuación de la NBA, Donovan Mitchell, logró 36,3 puntos por partido, pero con 48 partidos más. Hasta aquí, se ha dado un panorama de la mujer en el básquet con datos estadísticos fríos. El mayor logro de la NBA ha sido crear una liga femenina con todo lo necesario para ser más competitiva que sexista o solo una integración forzada. Sin embargo, se evidencia la diferencia entre mujer y hombre en el deporte claramente. En un contexto deportivo, la liga masculina cierra sus puertas al sexo opuesto en roles donde la diferencia física no es importante.
En un contexto ideológico, se evidencia el machismo de ciertas personalidades importantes en una liga profesional. Por último, en un contexto económico, la clara diferencia de salarios es altísima entre un sexo y otro. Concluido la exposición sobre el panorama actual de las mujeres en este deporte, comenzaremos a ver el tema principal del presente artículo: las diferencias de organización y ayuda contra el Covid-19 de la WNBA con respecto a la NBA.
La importancia de este tema se resume en la siguiente pregunta: ¿debería existir alguna diferencia entre la organización para el cuidado de los jugadores de la NBA y las jugadoras de la WNBA frente a una pandemia que no discrimina? Evidentemente, no. Puedo entender, por ejemplo, los argumentos entre las diferencias de sueldos entre las ligas. Por temas de patrocinios o de rating, puede llegar a ser discutible. Sin embargo, si hablamos de vidas humanas, no hay sexo que sea superior o que valga más presupuesto.
Con el fin de volver a jugar, la WNBA siguió los mismos pasos gigantes que la NBA: la burbuja. Cada deportista, antes de reunirse en la IMG Academy, debían realizarse un examen físico y cardíaco, completar un cuestionario médico y tres pruebas contra el virus. Todo ello para descartar o identificar un paciente 0. Todo ello fue acompañado de cuarentena semanas antes de reunirse con las compañeras y, en el caso de dar positivo, hasta que los resultados cambien a negativo. Cuando ya se reunieron todas las jugadoras, debieron realizarse otra prueba para evitar contagios de última hora. De dar positivo, días después, tenían que ser separadas del grupo y quienes hayan tenido contacto con la contagiada pasar por nuevas pruebas. En cuanto a los entrenadores, las personas de alto riesgo, por condiciones físicas o por edad, serían analizadas. Con ello, se vería su verdadero nivel de riesgo para imponer limitaciones a su actividad o excluirlos. Por el momento, todo estaba excelente. Ambas ligas contaban con las cantidades suficientes de pruebas y fueron similares en cuanto al uso de ellas. Por ejemplo, en la NBA, antes de ir a Orlando, los jugadores tenían que pasar por pruebas sanitarias. Luego, al igual que en la WNBA, permanecer en cuarentena. No obstante, aquí comienzan las complicaciones. En temas muchísimo más básicos, pero que no son de la luz del público. Entre sus jugadores, cuerpo técnico y los directivos de los equipos, cada escuadra solo podía llevar a 20 personas mientras que sus similares en la NBA podían hasta 45. ¿Qué puede ocasionar esto? En julio del presente año, la australiana Cambage renunció a los Juegos Olímpicos. ¿El motivo? El estrés de la burbuja y las limitaciones demasiado estrictas con respecto a la NBA: “Sin familia, sin amigos, sin aficionados, sin un sistema de apoyo fuera de mi equipo. Es realmente aterrador para mí. El mes pasado tuve ataques de pánico, no dormí ni comí”. Recién para los playoffs, las jugadoras podían llevar invitados extras. Asimismo, mientras llevaron a la NBA a Disney con unas instalaciones de primera y renovadas, la WNBA inició su temporada en la academia IMG con instalaciones paupérrimas y sin renovarse desde 2004. Y no lo digo yo, lo dicen las propias jugadoras con sus quejas. Han encontrado insectos y trampas para ellos hasta en los mismos cochones donde duermen. La lavandería estaba llena de trampas para ratones mientras en la liga masculina se tenía hasta mesas de billar. Y no solo eso, la comida la recibían en cajas y muchas jugadoras vegetarianas recibieron todo tipo de carnes condimentadas sin respetar su previo aviso. En contraparte, los privilegiados de la NBA contaban con cocineros profesionales y cocineros del equipo para cumplir con las dietas. Asimismo, por los costos y su reducción de presupuesto, las plantillas de los equipos de la WNBA tuvieron que reducirse a doce en lugar de quince. Mientras todo ello ocurría con las jugadoras de básquet profesional, a los jugadores de básquet profesionales se les destinaba 180 millones de dólares en su burbuja. Lo único positivo dentro de esta organización totalmente diferenciada fue el salario. Los jugadores de ambas ligas recibieron la totalidad de sus ingresos, pero con la diferencia abismal ya explicada. Así, la WNBA siguió los pasos agigantados de la NBA en su burbuja, pero con una ayuda infinitamente diminuta. Aún con todo ello, su temporada no presentó mayores complicaciones.
Y si antes nos referíamos a esta liga como competitiva y deportiva es porque así lo es. Para este año, la WNBA ha anunciado el uso de una nueva tecnología: el tracking. Con ello, se pondrá en marcha la retransmisión en tiempo real a través de computadoras y visión artificial. Con ello, se espera reunir hasta 50 millones de datos durante los partidos. Evidentemente, esto es una mejora en la competitividad de cada equipo y de la liga en general de cara al futuro.
Después de toda la reflexión, podemos concluir con lo siguiente: el mejor ejemplo de integración femenina en los deportes es la WNBA, ya que se basa en lo meramente competitivo y para nada sexualizado o en temas antideportivos. Además, el nivel de competición es muy superior a otras ligas. No obstante, dentro de este gran ejemplo, se evidencian aún desigualdades de género. En el contexto deportivo, son pocas las mujeres que intervienen en la parte táctica del deporte, inclusive en la propia liga femenina. En lo ideológico, hemos evidenciado comentarios desafortunados, machistas y representativos del pensamiento masculino en la NBA. También, en lo económico, las mujeres de la WNBA cobran hasta 33 veces menos que los hombres de la NBA. Todo esto a pesar de tener, prácticamente, los mismos números en cuanto al rendimiento deportivo. Por último, se notó una clara preferencia masculina al momento de elaborar los protocolos contra el Covid-19. Mientras la NBA se jugó en Disney con un presupuesto de 180 millones de dólares, la WNBA se reanudó en la IMG Academy en deplorables condiciones. El protocolo frente a contagios fue exitoso en ambos casos; sin embargo, me atrevería a decir que la cuarentena y cuidado de las jugadoras fue un verdadero maltrato y desinterés en comparación con los servicios recibidos por sus similares en la NBA.
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