Por Pedro Revolledo
“La felicidad para mi consiste en gozar de buena salud, en dormir sin miedo y despertarme sin angustia”
François Sagan
En la mañana del 10 de noviembre del año 2009, Robert Enke, futbolista del club alemán Hannover 96, decidió que ya no quería vivir. Se subió a su auto y se dirigió a las vías del tren de la ruta de Neustadt am Rübenberge, se bajó, esperó a que la máquina se aproximara a él y se lanzó hacia ella. La policía confirmó que había dejado una nota escrita: nunca se llegó a recuperar del fallecimiento de su hija tres años atrás y nunca quiso hablar de su depresión por temor a que afectara su rendimiento. El 2 de mayo del 2012, Junior Seau, linebacker de la NFL, tomó la misma decisión. Fue encontrado muerto en su vivienda en California. Tenía una herida de bala en el pecho y la autopsia realizada determinó que había sido un suicidio. Tres pequeños perderían a su padre esa mañana. El 15 de agosto del 2011, el canadiense y jugador profesional de hockey sobre hielo, Rick Rypien fue encontrado muerto por un familiar en su vivienda. Su causa de muerte fue determinada como suicidio. Un mes antes había firmado con los Jets y se esperaba que fuese una de sus figuras. Quizás se esperó mucho. Rick sufría de depresión. El 20 de septiembre del año 2010, Kenny Mckinley, jugador de la NFL para el equipo de los Denver Broncos, fue encontrado sin vida en su casa en Colorado. Se había disparado. Kenny había sufrido un par de lesiones y estaba deprimido. Así como ellos, existe una lista con una cantidad considerable de deportistas que no soportaron la presión y que tuvieron que batallar contra su enemigo invisible, ese oponente al que no le pudieron ganar.
Recientemente, la joven tenista japonesa Naomi Osaka decidió dejar el Abierto de Francia. En sus redes sociales publicó una nota en la que explicaba que por el bien del torneo era mejor que se retirara de este, para que todos pudieran centrarse de nuevo en el tenis en París, también reveló que sufre de depresión y ansiedad. Osaka, de tan solo 23 años, es uno de los grandes prospectos del tenis mundial y es la atleta mujer mejor pagada del mundo. Ella quería que la gente se centre en el tenis de aquel torneo, en la pelota verde y la raqueta, pero quizás sería mejor que nos centremos en ella y empezamos a reconocer algunos errores que la sociedad sigue cometiendo en pleno siglo XXI.
En Facebook y en otras redes sociales, donde muchas veces podemos ver lo peor del ser humano, uno puede ir y revisar las publicaciones relacionadas al retiro de Osaka de este particular torneo. Muchos de los comentarios resumen lo siguiente: No está preparada para competir, ha estado ganando millones de millones y no puede jugar, que casualidad que justo en este torneo no quiere participar, debe ser “deprimente” hacer lo que te encanta mientras haces millones en el banco, wow, haces tanto dinero y tienes problemas mentales, etc. ¿Por qué ocurre esto? La respuesta es simple: nosotros, como ciudadanos de este planeta, queremos creer que estamos avanzando. No obstante, la realidad es que seguimos en la Edad Media cuando se trata del tópico de la salud mental.
La persona ignorante o carente de empatía ve en estos atletas de élite máquinas de hacer dinero, los ven como robots que están programados para ejecutar su labor y mantenerse en “peak performance” 24/7. El hecho de que Osaka sea una buena tenista y haya generado su fortuna en base a su esfuerzo no quiere decir que no sea un ser humano con fortalezas y debilidades, con metas y con preocupaciones o miedos. ¿Se han puesto a pensar en lo difícil que debe ser saber que millones de personas en el mundo están viendote y esperando que consigas un resultado? No solo eso: ¿Se han puesto a pensar que los tenistas y sus demás colegas del deporte se enfrentan a esto constantemente durante periodos de 10 a 15 años? ¿Entienden que la presión empieza desde el momento en que comienzan a entrenar siendo pequeños? Estar constantemente bajo reflectores debe ser una tarea complicada para cualquiera y esto es, si solo nos centramos en el ámbito deportivo. Pues caramba, los deportistas también tienen una vida fuera de las canchas: son padres y madres, son hijos, son amigos, son mentores y muchas veces lo son todo. “No quiero ser una distracción” afirmó Osaka y es una lástima, pues la distracción deberían ser la pelota y la raqueta, no sus demonios internos.
El match point, el gol, el encestar, el knockout, la piscina y la pista atlética son algo secundario. Nadie en este mundo puede rendir y puede ser feliz si tiene algo que los merma emocionalmente, algo que los detiene y los priva de la felicidad y la tranquilidad que todo ser humano de bien merece por naturaleza. Nadie, por mucho dinero que tenga, debería ser catalogado como débil si necesita tomarse un break, si necesita ir al psicólogo. Si Roger Federer, Rafael Nadal o Novak Djokovic decidieran dejarlo todo en este mismo momento y hacer un stop para cuidar de su salud mental, nadie, reitero, NADIE, tendría el derecho de creerse omnisciente y burlarse o sentir que porque han generado millones no tienen la libertad de sentirse mal. El reconocido actor Robin Williams tenía un net worth de 50 millones de dólares y tenía diversos proyectos en mente para los últimos años de su carrera, tenía una mansión en Paradise Cay, California, tenía a una familia hermosa y nada de esto importó cuando decidió cortarse las muñecas y colgarse del cuello con una correa en el año 2014. ¿Qué tiene que ver un actor de Hollywood con el deporte en este caso? Pues todo, porque la salud mental es de todos, y entre tantos, sobre todo los deportistas, conocen el desgaste físico y mental desde temprana edad.
Ir al psicólogo y pedir ayuda o tomarte un break por salud no es una señal de debilidad, es una respuesta adecuada a un sentir para el que muchas veces no se le encuentra solución si te encuentras solo y le tienes miedo a los prejuicios. Los arreglos a la salud mental deberían normalizarse, pedir ayuda debería ser una ley moral absuelta de cualquier crítica. Sin importar la condición económica, si le pegas a una pequeña pelota verde o a un balón Derbystar, si eres un contador, un periodista, un cantante, un arquitecto o si aún no tienes decidido qué hacer: ¿No estaríamos en una mejor posición si nos uniéramos? El mundo sería un lugar mejor si el concepto de unión en diversidad se entendiera a plenitud. La tenista Naomi Osaka tomó la decisión correcta y en lo personal me gustaría que muchos deportistas más tomen el valor que ella tuvo, sea por su propia cuenta o acompañados, y se tomen el tiempo necesario para poder vivir bien, para poder estar tranquilos.
Alguna vez el cantante Patrick Park, allá por el 2007, dijo que la vida es una canción y que todo el mundo tiene miedo de cantarla sola. Hoy, catorce años después, el problema sigue ahí.
Pues ahora cantemos, cantemos juntos.
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