Por Francisco Calderón
El vóley en nuestro país siempre ha sido un deporte referencia para muchos aficionados. Cuando le preguntas a un peruano cuáles son los deportes con mayor imagen o reconocimiento en su nación, lo más seguro es que, después del fútbol, te diga que el vóley es el más importante. De hecho, yo de pequeño, recuerdo sentarme frente a la televisión y colocar la programación de “Latina” para poder ver a las jugadoras de la selección blanquirroja, que disputaban grandes encuentros contra otras escuadras como Cuba, República Dominicana y Brasil en el coliseo Eduardo Dibós.
No obstante, la Federación Peruana de Vóley (FPV) no atraviesa su mejor momento, y dicho deporte en cuestión corre un grave peligro. En los últimos Juegos Panamericanos que se llevaron a cabo en 2019, la selección peruana no tuvo un buen papel, al punto de que Natalia Málaga declaró que “no hay una preparación previa ni una metodología de trabajo”. De esta forma, el vóley en el Perú es una historia algo confusa, por lo que vamos a revisar que está pasando realmente de la manera más breve posible. ¿Es realmente una mina de oro abandonada?
Los grandes logros del vóley peruano
Empecemos revisando los antecedentes históricos del vóley en el país, deporte que ha logrado hacerse un espacio en la vitrina mundial en el ámbito femenino. En el año 1911, el vóley llega al Perú de la mano de dos profesores estadounidenses, en busca de una reforma dentro de un contexto donde predominaba el fútbol y el boxeo. En 1942 se funda, finalmente, la Federación Peruana de Vóley (FPV), pues había talento para conseguir grandes cosas. Perú, en aquellos años, mantenía lugares en el podio en los campeonatos sudamericanos por detrás de Brasil y Uruguay.
En 1964, la selección peruana obtendría su primer título en el continente, el cual se llevó a cabo en Buenos Aires, donde Brasil no participó.
La era de Akira Kato (1965) es, probablemente, la más importante para el deporte en cuestión. El “boom», como suelen decir. El entrenador japonés llega tras una invitación de la FPV. Akira, quien es considerado el padre del vóley peruano, llegó con una fusión de técnicas trabajadas en el continente europeo y asiático, pues dicho deporte ya se practicaba de manera más avanzada en esos lugares. De esta forma, la selección peruana de vóley emplearía el juego rápido con el juego de potencia y firmeza.
Su trabajo dio sus frutos unos años después, cuando Perú ganó en el campeonato sudamericano de 1967, nada más y nada menos que contra Brasil, el clásico rival. A partir de este momento, el vóley femenino en nuestro país llevaría a cabo una hegemonía continental – cuyo trabajo fue continuado por Man Bok Park – hasta 1993, con jugadoras que ahora, retiradas, siguen teniendo alto renombre en el país, como es el caso de Natalia Málaga, por ejemplo. En dicho periodo de tiempo, la selección peruana de vóley disputó quince torneos sudamericanos, de los cuales ganó doce si contamos el de Buenos Aires mencionado con anterioridad. De hecho, es necesario aclarar, para entender de mejor manera la dimensión del éxito logrado por las peruanas, que, de estos doce títulos, cinco fueron conseguidos de manera consecutiva (desde 1971 a 1979). Las chicas se acercaban a su máximo esplendor con cada competición y llamaban la atención del mundo del vóley.
No obstante, los éxitos no se detendrían en este punto. Los Juegos Olímpicos de Seúl 1988 reflejaron el potencial peruano al mundo entero. La ventana del éxito, como dirían algunos. En realidad, la gran mayoría de críticos considera que esta competición reflejó el nivel más alto de las voleibolistas peruanas, pues el trabajo y disciplina del maestro Akira les permitió perfeccionar gradualmente la técnica y velocidad, logrando el mejor promedio de bloqueo con una talla muy por debajo de la media mundial. En dichos juegos, Perú, lamentablemente, se quedó con la medalla de plata tras una dramática remontada de la URSS, más fueron recibidas con orgullo: habían superado a Brasil (eterno rival, 3-0), China (bicampeón mundial y campeón olímpico, 3-2), Estados Unidos (3-2) y Japón (3-2). Perú, con estos resultados, fue el primer país sudamericano en llegar a una final de Juegos Olímpicos.
Finalmente, otros logros icónicos conseguidos por la selección peruana en dicho periodo de tiempo fueron la plata y el bronce en los campeonatos mundiales de 1982 y 1986 respectivamente, y las medallas de plata y bronce en los juegos panamericanos de 1979, 1987, 1983 y 1991.
Natalia Málaga y las nuevas alegrías
Tras la participación en los Juegos Olímpicos de Seúl 1988, la selección peruana pasó por una racha oscura, donde el nivel empezó a decaer poco a poco. El conjunto sudamericano ya no podía imponerse en las competiciones de las que era partícipe y, digámoslo así, veía como se acababa una época dorada. Las voleibolistas peruanas obtuvieron el sexto lugar en el mundial de China 1990, posición lejana a lo que habían mostrado los últimos años. Un año después de aquella eliminación, Perú también perdería la final sudamericana contra Brasil y tampoco lograría clasificarse para los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992. Se necesitaba respirar aire nuevo ante una crisis extrema.
El último campeonato sudamericano que Perú consiguió en ese entonces fue en 1993. Tras ese suceso, siguieron las malas noticias. Muchas jugadoras se retiraron, así como directores técnicos. Los siguientes años serían desastrosos a nivel competitivo, y en el 2001, la FPV sería sancionada e inhabilitada de participar en competencias internacionales hasta el 2003.
En una serie de altibajos, llega el entrenador surcoreano, Kim Cheol-Yong, en 2009, con el objetivo de dirigir a la selección adulta de vóley femenino. En su equipo, además, contaba con Natalia Málaga y Man Bok Park, es decir, estaba bien cubierto. No obstante, no se consiguieron los resultados esperados.
Así es como Natalia Málaga toma el control del equipo femenino, y su gran trabajo se hizo notar poco tiempo después. El equipo jugaba bien, y volvía a hacerle frente a grandes selecciones como Cuba, República Dominicana y, como no puede faltar, Brasil, de mano de grandes jugadoras como Ángela Leyva, a quien creo todos reconocemos rápidamente cuando de vóley se trata. Natalia, al poco tiempo de dirigir la selección, se hizo con su primera medalla internacional oficial en los Juegos Olímpicos de la Juventud en Singapur 2010, derrotando a Japón y consiguiendo el bronce, y ese mismo año también consiguió el subcampeonato en el Sudamericano Juvenil de Colombia. La gente peruana notó el potencial, y las ilusiones fueron renovadas.
En 2011, Natalia Málaga consiguió el oro en la Copa Panamericana sub-20 derrotando por 3-1 a República Dominicana, mientras que en el 2012 consiguió la medalla de plata en el campeonato sudamericano sub-20, así como una medalla de oro en el campeonato sudamericano sub-18, convirtiéndose en la mujer peruana más influyente. Este título llevó consigo la clasificación al campeonato mundial sub-18 realizado en Tailandia, donde quedaron en el cuarto lugar. No obstante, la mayor alegría sería la obtención de la sexta medalla de oro en los Juegos Bolivarianos 2013, cuando Perú derrotó por 3-0 a la selección venezolana. La afición y el vóley volvieron a unir sus caminos.
De hecho, lo más probable es que cuando le preguntes a un joven en qué figura piensa cuando le dices “vóley peruano” te responda con “Natalia Málaga”. La que consiguió muchos éxitos como jugadora, también levantó a una nueva generación de deportistas. Cómo olvidar aquellas escenas retransmitidas en televisión, con ese carácter particular para lograr los objetivos.
La actualidad del vóley peruano: ¿Existe la segunda crisis?
A lo largo de los años, la metodología que se ha llevado a cabo en el vóley peruano ha ido cambiando. Actualmente, Perú cuenta con representantes que siguen practicando el deporte en ligas oficiales de otros países, como es el caso de Ángela Leyva, quien se desenvuelve en Béziers Volley en Francia. Asimismo, nuestro país también lleva a cabo una liga mayor para que las deportistas no pierdan el ritmo de competición, puedan seguir progresando y, en caso de ser llamadas a la selección nacional, puedan desenvolverse de la mejor manera posible.
Por otro lado, la Federación Peruana de Vóley sigue trabajando en estrategias para seguir potenciando dicho deporte en el país. Un ejemplo de esto es la solicitud a la confederación para poder ser sede de los próximos campeonatos sudamericanos de vóley playa en categoría mayores y sub-21 del 2022. Asimismo, se estuvo trabajando en remodelar el famoso coliseo Dibós, de modo que las voleibolistas peruanas puedan seguir practicando con el fin de mejorar el papel de los últimos años.
No obstante, y como mencioné, la metodología es una variante a lo largo del tiempo. No siempre se trabajó de la misma manera, y muchas veces se descuidó la progresión que ha tenido esta famosa “mina de oro” en el deporte peruano. Gino Vegas, actual presidente de la FPV, mencionó que “las antiguas gestiones no hicieron bien su trabajo”, y el vóley lo está pagando de manera muy cara, tanto en el sentido metafórico como en el sentido literal, pues, como comentó Vegas al Diario Depor en agosto de este año, para septiembre se debían resolver deudas económicas realmente complicadas, como un aproximado de siete millones de soles junto a otra que asciende a los 180 mil dólares. Podríamos decir que no hubo una preocupación real ni una intención por potenciar un deporte que le dio tantos éxitos y alegrías al país, y eso, en este momento, le puede costar una desafiliación de la FVP de la Federación Internacional de Voleibol (FIVB).
José Antonio Cáceres, entrenador de vóley que perteneció al comando de la selección peruana, apunta que el modelo que tuvo Perú en los años “gloriosos” era totalmente diferente. Las jugadoras competían todo el año y no perdían el ritmo, y por competir me refiero a hacer giras y probarse contra grandes selecciones que, realmente, les demuestre el nivel en el que están. Digamos, entonces, que esa “selección permanente”, tuvo como gran herramienta el extranjero como gran potenciador de talentos. No obstante, el avancé de la industria deportiva ha ido evolucionando todo lo relacionado a esto. Un deportista profesional de vóley, ahora mismo, debe buscar llegar a las grandes ligas (Brasil, Japón, Corea, entre otros) para probarse en el mayor nivel posible.
Llegó un punto en el que el modelo que se empleaba en nuestro país dejó de ser útil en comparación al progreso de otros países, más se siguió insistiendo en el mismo hasta el año 2019. En el Perú se intentó que esta selección permanente entre en una especie de “cuarentena” en la que, supuestamente, practicar juntas las potenciaría y complementaría. Pero, y como en todo deporte, si no te pruebas al mayor nivel y no sales de esa zona de “confort” o te acostumbras siempre a lo mismo, cuando toquen los partidos con exigencia, no serás capaz de responder de la mejor manera. Un ejemplo algo retorcido, pero que sirve para aclarar dicha situación, es como pedir que Gianluca Lapadula se quede en Perú para seguir practicando y que no salga al extranjero. Es, literalmente, lo mismo que se les pedía a los grandes talentos femeninos en el vóley.
Natalia Málaga, como resalté en la introducción, comentó, tras el mal papel de Perú en los Juegos Panamericanos 2019, que “no hay una verdadera preparación física. Las chicas juegan vóley porque les gusta, pero no hay una metodología de trabajo ni preparación previa”. En dicho campeonato, la selección blanquirroja fue superada en todos los aspectos por sus competidores. De hecho, la gente recuerda con mucho dolor el 3-0 que obtuvo Colombia a favor contra nuestro seleccionado nacional.
Es evidente que la selección peruana de vóley no atravesaba su mejor momento en el ámbito deportivo. En este último mes de septiembre del presente año, la blanquirroja disputó el campeonato mundial sub-18 celebrado en México, donde debutó con triunfo y logró clasificar a octavos de final, más perdió los demás partidos restantes.
Sin embargo, el resultado obtenido en Cali durante los Juegos Panamericanos Junior 2021, al obtener la medalla de plata al caer en un intenso partido ante Brasil, se convierte en una luz de esperanza.
Como dije al principio de este texto, el vóley es una referencia para cada peruano que, con la mano en el pecho, ama el deporte. No tengo duda alguna de que, a pesar de haber sido una “mina abandonada” por tanto tiempo, aún mantiene sus riquezas en el fondo. Sólo hay que saber cómo sacarlas a la luz nuevamente.
Ruben Dario Concha Bacalla dice
los padres deben de ser los primero coach que deben tener los menores que deseen y estén practicando el voley, los padres tienen la obligación de instruirse también para que puedan ayudar a preparar a sus hijos en lo físico, dieta, nutrición, descanso y hacerle practicar en casa lo enseñado por el profesor de voley.