Por Tamara Ojeda
MK, Mary Kate, Maka, MaKatia o simplemente María Katia. Como la clásica opción “e” de todo cuestionario, ella responde a todas las anteriores. Viste cabello corto y ondulado que acompaña de una polera por ratos clara, por ratos oscura. Todo depende de la cantidad de luz que le proporcione su pequeña lamparita a la habitación que planea remodelar y desde la que nos habla. Antes de empezar se asegura que Pupé, su mascota que aparenta ser más una oveja que un perro, haya saludado apropiadamente. Una vez lista, se coloca los audífonos que Andy, su novio, le prestó. Se sienta cómodamente en una silla, mira a la cámara e inicia.
*La crónica de su vida*, o más bien del hecho que inspiró estás líneas, se remonta a los gloriosos años 2000. Mary Kate era una niña que de vez en cuando tocaba los timbres de los vecinos, que a menudo recorría el barrio con sus amigos y que siempre amó el deporte. A diferencia de muchos y muchas, tuvo muy claro lo que quería ser desde pequeña, pero necesitaba comprobarlo. Entonces, audicionó para un programa que se transmitía por el actualmente extinto CMD, Esos Chibolos y quedó como reportera. Su aventura iniciaría ahí. En Esos Chibolos solía cubrir eventos de agility de perros, torneos de Adecore y partidos de Copa Bimbo. Maka, en ese tiempo, descubrió algo que muchos adultos no y que incluso se preguntan a lo largo de sus vidas sin poder encontrar la respuesta: ¿Qué quiero ser de grande? Y ella entendió que quería y debía ser periodista deportiva. Sin embargo, para llegar ahí faltaría aún caminar mucho y las caminatas más largas suelen estar llenas de obstáculos que se encuentran tendidos en la acera esperándonos pasar. Esta no sería la excepción.
Con enormes ganas de convertirse en periodista, pero, además, de ser una persona independiente MaKatia empezó a vender letras de canciones en el colegio y también chocotejas. Aquel dinero le sirvió para poder comprarse posters, CD´S de los Back Street Boys y, sobre todo, los ejemplares mensuales de “El Gráfico”. Su pequeño negocio que aún no vería como un negocio a pesar de que ya era un negocio rindió frutos impresionantes. Por ese entonces, también se empeñó en conseguir, con la ayuda de su abuelo, el permiso de la directora del colegio para entrar al programa de Corresponsales Escolares de El Comercio. MK, de la mano de otras dos amigas que participaron con ella, cayó rendidamente enamorada del periodismo.
Llena de experiencia y ganas de aprender, ingresó a la universidad. Sin embargo, pudo estudiar tan solo unos semestres por falta de dinero, pero eso no la detendría. El negocio, que sí era un negocio, le permitió ahorrar dinero suficiente para poder costear un intercambio a Estados Unidos. Aquella venta de chocotejas que empezó como un proyecto entre amigos para comprar revistas, se convirtió en la clave de su futuro éxito.
¿Ves por qué sí era un negocio al fin y al cabo?
En Estados Unidos, se familiarizó con el inglés a tal grado que, de vuelta en Perú, consiguió trabajo como teacher en un centro de idiomas. Esa fue su vida durante un buen tiempo. Trabajaba y trabajaba para poder ir ahorrando y ahorrando con la finalidad de gastar ese dinero estudiando y estudiando. Y cierto día le pidió a Belolo, su abuelo, que la acompañara a una charla sobre periodismo deportivo donde se presentaron El Veco y Peredo. Con algo de nervios y de felicidad, tomó la mano del hombre que veía como un padre y le confesó que había encontrado a lo que se quería dedicar para el resto de su vida: el periodismo deportivo. Belolo le contestó algo que MaKatia tardó unos años en entender: “No hagas algo que te gusta, has algo que te apasiona”.
MK seguía trabajando, ahorrando y estudiando. A ratos estudiaba y trabajaba y a otros estudiaba y ahorraba, pero siempre ahorraba y trabajaba. E hizo promesas, como la vez que le prometió a Belolo que algún día estaría en la Bombonera. Y se esforzó por cumplirlas, pero nuevos obstáculos aparecían en su caminata, pero esta vez era el obstáculo más duro que le tocó afrontar: la enfermedad de Belolo. Su caminata se detuvo por unos meses en los que dejó el instituto para cuidar de su abuelo. MaKatia, quién hasta ese momento solo había conseguido trabajos por horas, tuvo que esforzarse el doble y quizás hasta el triple.
Toda historia de superación tiene un inicio, un nudo y un final, menos está. MaKatia sigue encontrándose a sí misma cada día y, como Belolo le prometió antes de partir, él siempre se encuentra a su lado. Luego de la muerte de su abuelo, MK consiguió por fin el trabajo fijo que tanto había anhelado y fue cuando entendió que, aunque disfrutaba mucho de ser teacher, lo que le apasionaba era el periodismo deportivo. Y lo logró y cada día lo vuelve a lograr. Lo logra en la promesa cumplida de conocer la Bombonera, en primera vez que entrevistó a Stephen Curry, en el “Good job, Maria” que le comentó Carlos Ramírez.
Porque las historias de superación suelen incluir una moraleja o más bien una guía para que logres también superarte, pero no está. Este es el simple relato de cómo una joven vendedora de chocotejas llegó a cubrir la NBA o la narración de cómo una exuniversitaria abrió las puertas del mundo y convirtió la falta de oportunidades en una oportunidad. Es la crónica que María Katia reescribe cada día junto a Andy, Pupé y Belolo, con quiénes sigue caminando por está obstaculizada ruta llamada vida.
Patricia dice
Conozco a MK. Y doy fe de su vocación por el periodismo deportivo. La relación con su abuelo me comnovio siempre y sé que lo logrará lo que se proponga,!!
Muy bien MK.
Ivonne dice
Felicitaciones María Katia, súper orgullosa de ti, sigue adelante, vas a llegar hasta donde tú quieras y más…te lo mereces!
Freddy dice
Hey Mary Kate!
I had no idea what you had been through to get where you are now. Belolo is your guardian Angel now! Keep up with the hard work ‘cuz it does pay off!
Fred R.