Por Francisco Calderón
En un país tan centralizado, donde la prensa peruana suele destacar los logros en el fútbol mientras rezaga los éxitos conseguidos en otras disciplinas, existen deportistas que saben sudar la “gota gorda” para poder cumplir sus sueños. En numerosas ocasiones, el Perú ha demostrado que tiene exponentes muy talentosos para brillar en las competencias nacionales como internacionales, pero la cobertura y apoyo que reciben, muchas veces, es inexistente. No obstante, la historia de Aleska Burga provocó un cambio en el panorama. Además de traer una medalla de oro a nuestro país, logró poner un nuevo deporte en el radar: el Tiro con Arco.
Lo más curioso es que Aleska siempre fue amante del Taekwondo. “A mí, desde chiquita, mis padres me inculcaron que debía hacer deporte, así que yo escogí las artes marciales como una afición. Salía del colegio y me iba a practicar”. Digamos, entonces, que el taekwondo fue como su primer amor; pero claro, muchas veces, este siempre falla. No es perfecto. Sin que ella lo esperase, le jugó una mala pasada: una racha de lesiones a sus 12 años, cuando se encontraba compitiendo en la mejor forma posible. Sí, una fractura en el brazo derecho y una fisura en el brazo izquierdo en tan solo dos meses, lo que no le permitió dar su examen para el tan ansiado cinturón negro. “Todo fue muy junto, y sentí que era como un mal augurio, así que decidí dejarlo”.
Esa fue su primera “ruptura amorosa”, pero esas que duelen de verdad. Esas que son muy difíciles de superar, como un vacío que, por más que intentes, no se volvería a llenar de la misma manera, al menos en un principio. Aleska se tomó un año sabático, como suelen decir, en el mundo del deporte. No quería saber nada de ese amor, y prefirió centrarse en sus estudios. Justo en ese mismo año pasaba a primero de secundaria.
Aun así, ella confiesa que se sentía incompleta sin algo que hacer después del colegio. Terminó con el taekwondo, pero no podía despegarse del deporte en sí. “Necesitaba hacer algo, así que volví a buscar hobbies, como una afición. Claro, no estaba pensando en competir en ese momento”. Muchas veces hablamos de que las oportunidades tocan la puerta de tu vida una vez. Otras veces damos el discurso de que las oportunidades no llegan a ti, sino que tú debes buscarlas, pero la sintonía entre Aleska Burga y el deporte combinaron todo lo que conocemos. Ella buscó la oportunidad, y esta tocó la puerta de su vida en el momento más exacto posible. Así es como llega el tiro con arco a las manos de la deportista, que tiempo después la pondría en la cima, con la mano en el pecho y el himno nacional de fondo.
“Además del taekwondo, mi papá me llevaba a practicar tiro. Era como nuestra experiencia padre-hija, algo extraña, pero linda. A él le enseñaron a disparar desde chico, y quiso inculcarme eso a mí”. Aleska estaba preparada para ese momento, y quién diría que una afición se volvería el plan B para realzarse como deportista. “Un amigo de mi papá vio que tenía buena puntería y me preguntó si quería intentar lanzar con arco y flecha. Era algo más llamativo porque el arco es más grande y las plumas son de colores, así que dije que sí, que quería intentarlo”. Ella dio la prueba con otros competidores, y tenía que romper la mayor cantidad de globos posible para conseguir el mejor puntaje. Como era de esperarse, sacó una nota sobresaliente, con un nivel muy por delante de los demás. La sensación que tuvo también fue diferente, pues ese espíritu de competencia es lo que la motivaba a ser la mejor, a romper todos los globos. “La dinámica me gustó mucho y decidí quedarme, pero siempre y cuando sea una afición para mí, pues aún no me sentía lista para volver a la competencia como tal”.
El año 2016 se volvería el punto de quiebre. El paso al frente que estaba esperando. El regreso a la competencia, o, como dicen, al todo o nada. En ese año, Aleska Burga se atrevió a llevar el tiro con arco al siguiente nivel y volverse una profesional en dicho deporte. Ya no practicaba cuando a ella le apetecía, sino que tuvo que asistir a entrenamientos más regulares. Y así es como empieza su camino con miras a algo de alto rendimiento.
Los logros no tardaron en llegar. Un año después hizo su primera aparición en los Juegos Bolivarianos, para, posteriormente, ser parte de distintos torneos con sede en Chile, Colombia, Cuba y demás países, con el objetivo de dejar el nombre del Perú en alto. No obstante, la experiencia que quedará grabada en su memoria para la eternidad es, y será siempre, el Ránking Mundial de Guatemala, donde consiguió la medalla de oro sin importar las grandes dificultades que se atravesaban en su camino. “Fue uno de mis mayores logros, sin duda”. Para este torneo, Aleska se vio en la obligación de competir sola, pues su entrenador no pudo viajar por algunos problemas. El entrenador es ese acompañante que te felicita en los buenos momentos y te levanta en los malos, y para su mala suerte, le tocó competir sin esa pieza fundamental, pero no todo estaba perdido. “Aun así, algo que siempre me ha gustado del deporte, sobre todo cuando compites de manera internacional, es que formas amistades con gente de otros países. Ellos me ayudaron, me dieron apoyo moral e indicaciones para mejorar”. Aleska tuvo la fortuna de encontrar amigos en la competencia, que además de apoyarla, le ayudaron a perfeccionar la técnica y el disparo, lo que le permitió tener un muy buen rendimiento en dicho campeonato. Lo curioso es que, en una competencia exigente como lo era el ránking de Guatemala, cada quién mira por sí mismo con tal de ganar, pero el arropamiento que le dieron fue una de las grandes claves para poder salir victoriosa. “Esos amigos son para toda la vida. No los olvidas nunca”. De tantos retos, salió victoriosa, y ella define aquel suceso como el mejor de su vida, pues superó el objetivo, así como otros retos a los que no se había enfrentado nunca.
La medalla de oro habla por sí sola sobre un deporte empolvado en el país. Un deporte olvidado. “Perú no había tenido un logro así desde hace unos 20 años en tiro con arco. Fue un suceso importante y me gustó mucho, aunque también me puse muy nerviosa cuando me paré en el podio y pusieron el himno de nuestro país porque sentía que era mucha responsabilidad”. Aleska aportó su granito de arena, como un cambio en el panorama del deporte peruano. Estamos hablando de un logro que remecieron las bases del periodismo deportivo: notas de prensa aquí y allá, portadas también, y con los Juegos Panamericanos a la vuelta de la esquina.
Para este gran evento, Aleska tuvo que pasar por un proceso totalmente diferente. De hecho, se vio en la obligación de ascender a la categoría mayores desde juveniles, todo con el fin de poder cumplir su sueño, que era representar a Perú en un acontecimiento de dicho calibre. “Todo el 2018 competí en mayores y me fue bastante bien. Quedé primera todo el año consecutivo en todos los campeonatos nacionales, y ahí se supone que consigo el primer cupo para los juegos”. No obstante, otra dificultad diría presente: la Federación indicó que los cupos serían otorgados a los mejores arqueros hasta dos semanas antes de los juegos. Sin embargo, no tiró la toalla. Ella quería, de la manera que sea, representar al combinado nacional, y lo consiguió a base de esfuerzo. “Seguí peleando el cupo en verano, me la pasé entrenando y viajando para poder rendir como quería, y hubo varios controles para medirme con los demás participantes. Felizmente obtuve el puntaje necesario en las competencias internas”.
Muchas veces, la gente suele criticar o alabar el rendimiento de un deportista sin pensar en lo que sucede detrás de escenas. La preparación de Aleska no fue para nada sencilla. De hecho, duró un año y medio aproximadamente, y muchas veces le tocaba entrenar a doble turno (mañana y tarde). Ella revela, que fue tan difícil y fuerte, que incluso tuvo una pequeña lesión en el hombro que le obligó a pasar por terapia física con la finalidad de poder reponerse. El objetivo, el éxito, ya se había conseguido, y la afición, para el beneficio de ella, la acompañó en todos estos momentos.
“Las cosas salieron bien porque yo quería clasificar, vivir la experiencia y luchar mi camiseta. Recuerdo mucho como la gente nos apoyaba. Yo podía competir a las 7 de la mañana, y la hinchada estaba ahí gritando mi nombre. Eso me encantó”. Aun así, la lesión no quedó atrás, sino que la acompañó durante toda la competencia. Incluso, Aleska llegó a sentirse insegura y frustrada, con miedo de que ese percance no le permita competir como ella deseaba, más logro sobreponerse: decidió tomarse las cosas con calma y disfrutar. “Por más de que estuve con la lesión en el hombro, me di cuenta de que hice el papel que quería y competí como me hubiese gustado. No salí con un mal sabor de boca, sino que me encantó hacerle la pelea a muchos otros competidores que tienen años de olímpicos”. No consiguió el oro, pero disfrutó su participación. ¿Es otro éxito? Yo diría que sí sin dudar, pues pudo poner contra las cuerdas a contrincantes que tenían, por ejemplo, 20 años de práctica por encima.
Ahora bien, quien diría que después de tantos logros, Aleska volvería al Taekwondo. Sí, pues ese primer amor, como titula este escrito, no se olvida. Es ese amor que, hagas lo que hagas, quedará allí, haciéndote sentir mariposas en el estómago como la primera vez. Es muy inusual pensar en un deportista que pasa de un deporte monótono a un deporte más físico, pero a ella le encanta romper esquemas.
Mientras se preparaba para los Panamericanos, el jefe de deportes de su universidad la invita a participar en una competencia de Taekwondo. “Tenía solo cinco días para prepararme sin haber tenido actividad por ocho años, pero algo dentro de mí se lanzó sin dudar, y dije que sí. No lo pensé dos veces”. A cualquier persona, este cambio le hubiese parecido una locura, pero a ella no. De hecho, mucha gente de su entorno, por más que sabía que ella practicó Taekwondo de pequeña, se sorprendieron con el cambio. ¿La sorpresa? Aleska consiguió el segundo puesto en dicho torneo. Sí, 8 años sin práctica, pero un segundo lugar, como si tuviera ese talento innato. “Había olvidado esa sensación, y extrañaba esa adrenalina. Después de eso, decidí volver a taekwondo después de los panamericanos. Entré al Club Regatas, también para llevarlo como una afición, pero me gustó tanto que quise llevarlo de manera profesional”. Tanto así que ya ganó el primer torneo que disputó: el Torneo Apertura de febrero 2020.
Y he aquí Aleska Burga, quien, en el presente, se encuentra preparándose para las competencias del año 2022, pues tiene el deseo de pertenecer, nuevamente, a la selección nacional, ahora con otro deporte en la espalda. “Me gusta mucho la idea de haber pertenecido a la selección de tiro y haber sido de las mejores de dicha selección. Agarrar otro deporte y poder ser la mejor de mi categoría me llama mucho la atención”.
No piensen que dejará el tiro con arco, no. Para nada. Es otro deporte que marcó en gran manera su vida. No obstante, el tiro con arco lo puedes practicar durante toda tu vida, y el rendimiento de tu cuerpo será el mismo, más en los deportes físicos, como el Taekwondo, hay un límite de edad, donde el rendimiento deja de ser el mismo, así como en el fútbol se puede jugar hasta los 30 y 35 años, aproximadamente. “Tiro con arco siempre tendrá un lugar muy importante en mi vida porque me da una sensación increíble. Si no hubiera pandemia, eventualmente estaría disparando, por más que quiera darme un descanso en la faceta competitiva. Sí me gustaría volver a competir, pero más adelante”.
Al fin y al cabo, el deporte es como el corazón de su vida. La razón de vivir, por así decirlo. “El deporte me ha permitido ser el 80-90% de la persona que soy ahora, no solo en lo deportivo, sino también en lo personal”. Y no, ella no cree que su vida haya estado llena de sacrificios, pues cuando haces lo que te gusta, y lo haces con pasión, no lo ves de esa manera, sino más bien como un medio para el fin. Un camino para llegar al éxito que deseas. La dedicación, perseverancia y práctica es lo que le ha permitido alcanzar ese podio en Guatemala, esa participación en los Bolivarianos y Panamericanos, y ahora último, ese título en Taekwondo con miras a ser parte de la selección nacional de dicho deporte.
Como lo diría ella misma: “Mi vida como deportista me ha hecho una persona más completa y me he llegado a conocer mucho más. Aprendí a controlar mi competitividad y a adaptarme a las distintas circunstancias o escenarios en los que te tengas que desenvolver, así como a poder superar las dificultades que aparecen en el camino. Sin duda alguna, me ha dado una serie de fortalezas, herramientas o cualidades para la vida que valoro mucho, y una de las mayores enseñanzas que me ha dejado el deporte es hacer mi mejor esfuerzo”. Aleska Burga, como ejemplo de superación y lucha para conseguir lo que te propones.
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