Por Sebastián Guerra
3 de junio del 2021. La noche de aquel día representa, para mí, el punto de quiebre. En nuestro Estadio Nacional, Colombia nos golea 3-0 y nos deja últimos en la tabla con solo un punto de 15 de posibles. Paradójicamente, cuando todos veían negro, yo comencé a ver una luz al final del túnel. Colombia nos había goleado, pero tuvieron un jugador de más. Ese segundo tiempo estuvo casi de adorno. Un mero trámite. Hasta el primer gol cafetero no había por dónde decir que el resultado sería tan abultado. Ese fue mi argumento.
Nos tocaba visitar a Ecuador, quien venía muy de bien de local. Un equipo joven, pero muy bueno. “Nos van a golear”, decían algunos. Yo decidí creer. Ganamos 1-2 y, como diría el buen “Cuto”: “la fe es lo más lindo de la vida”.
En el camino hubo pruebas complicadas. Eso son las eliminatorias de Sudamérica: las más complicadas. Victorias como a Chile, derrotas como la de La Paz, empates como contra Ecuador en Lima, tras ese 0-3 de Colombia todo cambió. Si hacen un comparativo de la eliminatoria desde aquel momento, estaríamos terceros detrás de Brasil y Argentina. Colombia sería de los últimos. No nos volvieron a hacer más de un gol por partido, comenzamos a meter las nuestras. Nos llegó un milagro llamado Gianluca Lapadula. Seamos sinceros y admitamos que sin el…bueno, no hubiera sido posible
Un espejismo
Falta todavía para el mundial. No hemos ganado nada todavía. Sacamos cita en la embajada, pero falta que nos aprueban la salida al extranjero. Por lo general, al mundial o repechaje se llega como una consecuencia de un trabajo completo que da como resultados una generación de jugadores que te haga clasificar.
Los 36 años sin ir no fueron una casualidad, sino una causalidad. Somos aún un país que es incapaz de dar equipos menores competitivos y lleguen a los mundiales de sus categorías, muchas veces la prensa deportiva es sensacionalista y no realista, el torneo peruano no es competitivo y sus equipos son eliminados de certámenes eliminados de manera muy rápida. Podemos seguir, pues a nivel más macro, la Federación peruana de fútbol y sus dirigentes principales son señalados por reventa de entradas. Además, el TAS dejó sin efectos dos descensos en los últimos dos años. No podemos ni interpretar nuestras propias reglas de juego.
No he ninguna mentira, pero aún así nos metimos a Rusia 2018, fuimos subcampeones de América y estamos en el repechaje de Qatar 2022 buscando el segundo mundial consecutivo. Todo eso tiene nombre y apellido: Ricardo Alberto Gareca Nardi. Sí, el mismo que nos dejó sin un mundial aquella vez para México 1986. El destino es caprichoso y el propio Gareca nos volvió a poner en el mapa del mundo fútbol.
El Tigre, como es conocido, nos devolvió la identidad, la confianza y nos volvió competitivos y solidarios. En un país completamente dividido, nos regaló un equipo unido y que nos representa a la perfección. Confió siempre en sus grupos y sus jugadores, quienes algunas veces fueron señalados. Algunos de ellos fueron Edison Flores y Yoshimar Yotún, quienes hicieron los goles más importantes de todos: a Colombia en Barranquilla y a Paraguay en Lima, respectivamente.
Invente, Cueva
El mérito de Gareca también recae en respaldar al jugador más importante de todo el proceso. Hicimos 24 puntos en la clasificatoria y Christian Cueva fue determinante para obtener 21. Tantas veces criticado por la hinchada, tantas veces criticado por mí; Cueva terminó por callar todas las bocas que le faltaban. Ante Paraguay terminó por romper todo lo que le faltaba y estamos hablando de partidos y caderas de los rivales.
La selección nos ha vendido algo llamado “meterle chocolate” y, para quienes no entiendan a qué se refieren, no es más que la manera que ellos tienes de llamar al buen juego. Al juego lindo y vistoso que tanto nos gusta. Bueno, eso es algo que a mi nunca me terminó de convencer porque muchas veces terminamos abusando de lo estético y nos olvidamos de lo importante: jugar y ganar.
Todos aquellos que hemos jugado fútbol en la pista del barrio sabemos que lo más maravilloso es la inventiva, la gambeta, el atrevimiento, la tan llamada “conchudez”. El peruano es vivo y creativo. El peruano es ingenioso. El peruano es pistero. Cueva representa de manera perfecta a todos aquellos cracks del barrio, pues es uno que salió de Huamachuco y se metió al Estadio Nacional a meter el fútbol callejero. Ayer, como si fuera algo común para los seres humanos, pudo salir entre tres rivales que iban a marcarlo y soltar un pase casi de desprecio.
Todos en el estadio nos empezamos a reír. El equipo estaba jugando una barbaridad y había un jugador con la camiseta 10 que hacía todo más fácil. Jugar con Cueva es tener todo más fácil. Invente, Aladino. Invente.
Fiesta Nacional
Siempre describí a la selección como una cita con el cardiólogo. Ir a alentar a la blanquirroja no es para todos. Tengo la fortuna de haber podido estar ayer en el estadio. Tengo la fortuna de haber estado en todos los partidos del camino a Rusia 2018 y el camino a Qatar (en la medida que la pandemia me dejó).
Lo que fue la noche del martes el Estadio Nacional fue una auténtica locura. No cabía un alma más en el estadio. Llegué al estadio faltando 30 minutos para el inicio del partido y los alrededores estaban colmados de gente. Llegué a pensar que la cola era inmensa para entrar y que la tribuna estaba a mucho de llenarse, pero no fue así. Entré en 5 minutos y un policía nos dijo: “ya no hay butacas” y terminamos viéndolo parados apoyados a la pared que da para la última puerta de norte. Debajo de los palcos. A la larga terminó siendo el mejor asiento posible, pues veíamos todo y nadie molestaba. Solo nos enfocamos en alentar.
No voy a comenzar a describir las jugadas de los goles, pues todos los hemos visto al menos unas 20 veces. Lo que sí puedo decir es que ayer se jugó una final. Se jugó en una situación límite como contra Ecuador de visita, Chile de local, Colombia de visita, etc. En todas esas ocasiones, el equipo salió a jugar con algo que me gusta llamar “sentido de urgencia” y la única manera de jugar así es tirándose de cara por la pelota. Todos lo hicieron.
Ayer comenzamos ganando 1-0 y el partido aún no se jugaba. Tres de las cuatro tribunas vieron el partido de pie y cantando los 97 minutos de partido. Aprovecho en decir que occidente necesita, con urgencia, una barra organizada, pues un partido así no se puede ver de manera pasiva.
La hinchada tiró un banderazo histórico un día antes. Ayer el estadio entendió que no se iba a ver un partido de fútbol, sino que también tenía que jugarlo. Pitazo final y entendimos todos que había que celebrar un rato, pero que faltaba un paso. Algunos ya buscaban pasajes a Qatar para el repechaje. Lágrimas de todos con el Contigo Perú y comenzamos a despedirnos, pero por el momento. Nos despedimos del estadio porque sabemos que al mundial le diremos que en 2018 habíamos vuelto para quedarnos.
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