Por Diego Lizárraga
La selección peruana alcanzó, por segunda vez consecutiva, llegar a la instancia del repechaje. Esto no se hubiese logrado sin el buen planteamiento de Ricardo Gareca y sus pupilos que entendieron y saben perfectamente a qué juega Perú. Si me baso en los jugadores tendría que nombrar a la plantilla completa, pero me concentraré en uno que, en mi opinión, es el diferente y que cuando él no juega, la selección pierde mucho en la cancha.
Christian Cueva o “Aladino” le hace nombre al fútbol callejero, aquel que es de pista y que suele ser la primera academia de los futuros cracks del balompié. No obstante, antes de llegar a ser el habilidoso que hoy en día conocemos, debemos volver a atrás. Una buena fecha es el 2015 cuando Ricardo Gareca es el escogido para dirigir a la selección.
El primer torneo que se le avecinaba fue la Copa América celebrada en Chile ese mismo año. Entre sus convocados figuraba el nombre de Christian Cueva, un jugador que, si bien gozaba de buen pie, había tenido a inicios del 2015 un enfrentamiento contra un hincha de Alianza Lima y su convocatoria fue la primera duda entre los hinchas. El “tigre” no dudo y le brindó toda la confianza poniéndolo en el once titular frente a Brasil en el debut.
En cuestión de minutos el rechazo se convirtió en elogios cuando anotó el 1-0 parcial apenas iniciaba el encuentro. Su gran rendimiento lo llevó a ser uno de los caseritos en la Videna por mucho tiempo. Sin embargo, algo andaba mal en él que era muy fácil de persuadir y sacarlo del partido como lo hizo el chileno Marcelo Díaz en el Nacional por las Eliminatorias a Rusia 2018. La famosa frase “no aprende” retumbaba nuevamente.
Esa primera versión o etapa o como quieran llamarlo, culminó con un penal fallado en fase de grupos contra Dinamarca y con un Cueva siendo el epicentro de constantes insultos, carcajadas y culpabilidad. Él mismo admite que se vino abajo con la presión mediática encima. Pasó el tiempo y comenzaba el camino a Qatar 2022.
Pasaron las primeras fechas y Perú inició pésimo. A nivel individual, tenía problemas familiares que desviaban su atención en su club de aquel entonces, Yeni Malatyaspor. Tanto física como mentalmente estaba deshecho, hasta que apareció él: José Neyra, un humilde preparador físico, pero de gran experiencia, al cual recomendaron a Cueva para mejorar su situación. Se puso en contacto con él mediante Facebook y a pesar de que uno piense que José aceptaría rápidamente, puso condiciones que debía cumplir. “Yo no quiero perder mi tiempo. Quiero hacer algo por ti y ayudarte”, recordaba el seleccionado nacional.
José nunca había salido de su natural Chimbote, ni mucho menos haber salido del país. Aun así, acepto el desafío. Ya con un nuevo club, el Al-Fateh de Arabia Saudita, Cueva se llevó a Neyra para empezar a trabajar. En un lugar desconocido, al otro lado del mundo, con 44°C encima y sin ver a su familia, recibía el año nuevo entre lágrimas, pero con el profesionalismo que lo caracterizó y enamoro a futbolista.
Fue la convicción de ambos por mejorar que después de cada entrenamiento por las mañanas con el club, por las tardes entrenaban personalmente hasta conseguir resultados y vaya que lo hicieron. “Cuando juega Cueva, Perú no pierde”. Si bien la frase está mal dicha porque debería ser “Cuando anota o asiste Cueva, Perú no pierde”, la estadística no deja de ser sorprendente. Un gol contra Ecuador y Venezuela de visita, un gol contra Chile y Bolivia en el Nacional, asistencia para el gol de Flores en Barranquilla y para el de Lapadula ante Paraguay, son algunos números que nos dejaron estos protagonistas.
Me voy a detener un rato en una jugada que si bien para algunos es insignificante demuestra el cambio del jugador, el cual aprendió del error. Puntualmente en el saque de banda previo al gol en donde tras un leve contacto Mauricio Isla se le planta a Cueva buscando su reacción. Como un niño educado, Christian solo atinó a bajar la cabeza y decirle al árbitro que observe. Posteriormente, su recompensa la tendría inmediatamente en el gol.
No es novedad que nadie haya mencionado esa jugada, ni en los programas o diarios más conocidos. Ni tampoco tendrían porque hacerlo, porque reaccionar hubiese sido una idiotez y hacerse expulsar, una barbaridad. Tirarle la pelota en la cara a Marcelo Díaz para apurar el juego fue un trauma de por vida, pero no se preocupen que jamás volveremos a ver a ese jugador, porque gracias a su convicción y a la ayuda del profe Neyra se están logrando cosas. Cosas que hasta el propio Cueva de seguro ni se imaginaba.
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