Por Griselle Reyna
Diez días pueden pasar desapercibidos en esta vida apremiante. Recordar lo sucedido durante diez días del año podría resultar difícil; constantemente nuestros recuerdos compiten unos entre otros para ser atendidos. Sin embargo, nunca olvidaré los diez días que pasé en el Mundial de Futsal Down que se llevó a cabo por primera vez en territorio peruano. La tercera edición de la Copa Mundial y la segunda en la que participa nuestra selección peruana se celebró en el velódromo de la Videna, en el distrito de San Luis. Durante diez días nuestro corazón estuvo más rojo -y blanco- que nunca.
Ocho delegaciones persiguiendo un mismo sueño, fueron divididas en dos grupos de cuatro. El Grupo A lo conformaron Brasil, Chile, Turquía y Uruguay; mientras que el Grupo B lo integraron México, Portugal, Argentina y Perú como anfitrión. Nuestro país volvió a ser escenario de una competencia internacional de gran envergadura. El primer fin de semana de abril, llegué acreditada a la Videna como ADN Deportivo.
Fue el mundial más especial que jamás viví. Como en un juego familiar, el perdedor abrazaba al ganador. Hubo abrazos, llanto, celebración y muchas sonrisas que enmarcaron la bondad y el espíritu deportivo de los jugadores. Desde el primer segundo en el que pisé la Videna, me pudo embargar la emoción del público alentando a la selección desde las gradas. La medalla de honor se la llevan todos aquellos que luchan por sus sueños y todos quienes los apoyan para conseguirlos. Por ello, una mención honrosa es para las familias de todos los jugadores, quienes los apoyan incondicionalmente, incluso viajando al otro lado del mundo para seguir alentándolos.
Los primeros partidos de la selección peruana fueron contra México y Argentina, donde nuestra blanquirroja venció a ambas escuadras. Hasta ese momento todo parecía posible. Para los periodistas que nos encontrábamos al ras de cancha nos resultó casi imposible poder fotografiar sin saltar de la emoción. Entramos a la cancha detrás de los jugadores y tanto nosotros, que estábamos a un metro de ellos, como el hincha, que estaba por lo menos a veinte metros, pudimos sentir la misma emoción por el triunfo.
No fue hasta el encuentro ante Portugal, donde caímos 3-1, que perdimos la posibilidad de acceder a las semifinales. De esta manera, luchamos por conseguir el quinto puesto ante Uruguay y México. Tras dos intensos partidos para nuestro seleccionado nacional, ganando ante Uruguay 4-2, pero perdiendo ante México 2-4. Cerramos nuestra participación en el sexto lugar del campeonato. En aquellos partidos muchos lloraron. Unos por la pérdida y otros por la victoria.
En la final fuimos testigos una vez más del Clásico de las Américas, donde Argentina se enfrentó a Brasil por el título mundial. Los albicelestes fueron vencidos por 5 tantos a 1. El equipo brasileño se proclamó por segunda vez consecutiva como campeón del mundo. Es preciso destacar que este evento es trascendental en la historia del futsal Down peruano, pues les da visibilidad a las personas con síndrome de Down y lleva un mensaje de inclusión a la sociedad peruana.
La fiesta no solo estuvo en la cancha, sino también en la tribuna, donde a ritmo del festejo peruano, la hinchada no paró ni en el medio tiempo de alentar a la Blanquirroja. La Videna albergó en sus gradas al público peruano, el cual demostró con orgullo su título de la mejor hinchada del mundo. La Banda de la Bicolor y Pasión y Fuerza Rojiblanca, fueron los encargados de transmitir y convertir en un solo latido el aliento de todos los peruanos. Como es de esperar, en las gradas también estuvieron representantes de las hinchadas de México, Argentina, Portugal y Uruguay, contra quienes compitió el seleccionado nacional, e hinchada de las demás selecciones participantes, quienes, a pesar de representar la minoría en la tribuna, alentaban como si fuesen locales.
Si tuviera que definir con una palabra el ambiente vivido en el Mundial, probablemente lo definiría como cálido. Durante diez días, no me sentí fuera de casa. A pesar de no comprender el idioma turco, o no poder comunicarme con los portugueses, en el velódromo todos eran una misma familia. Las palabras sobraban, pues la calidez que transmitían con sus gestos y sonrisas era más que suficiente. Las personas con síndrome de Down están llenas de amor para ofrecer. Debo confiarle a estas líneas que un jugador de la selección uruguaya me pidió ser su novia al término del campeonato. Con mucha seguridad, una gran sonrisa y sin rodeos, me preguntó si quería irme con él a Uruguay. Ellos viven apasionadamente, se enamoran y enamoran.
Los chicos me enseñaron de nobleza, competencia sana y un rostro más humano del deporte. Uno que transforma sociedades, fabrica emociones, cultiva valores y crea oportunidades. Gracias muchachos por darnos no solo diez días de alegría, sino un camino de felicidad y grandeza que espero verlos recorrer. Gracias por toda la entrega, pasión y orgullo al defender la camiseta blanquirroja. Y gracias, Mariano Naranjo, por permitirme vivir esta experiencia como periodista a través de ADN Deportivo.
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