Por Sergio Herrera Deza
“Solía rezar para que hubiese días lluviosos y nublados”, dijo una vez Leonard Marshall. El ex liniero de los Giants de Nueva York había marcado historia con sus sagaces capturas de mariscales de campo. Tres llegaron a apreciarse en dos ediciones del Super Bowl y una fue tan letal que exilió de los estadios al legendario Joe Montana en 1994. Ese mismo año, Marshall también se retiró y las batallas parecían haber cesado. Pero en el 2006, la luz solar comenzó a provocarle dolores de cabeza insoportables; olvidaba lo que debía comprar en la tienda y se volvía irascible con su familia. Fue cuando comprendió que debía librar una nueva batalla. Una que afrontaría en desventaja, pues afectaba su mente. Aunque no estaba solo.
El perfil de la enfermedad:
Marshall padece de encefalopatía traumática crónica (ETC), una enfermedad neurodegenerativa que se produce por lesiones cerebrales reiteradas. Este mal inicia con alteraciones del estado de ánimo, prosigue con pérdida de memoria y a largo plazo, genera demencia. Fue detectada por primera vez en la década de 1920 en boxeadores retirados y a lo largo de los años, ha continuado saliendo a la luz en deportes de contacto tan variados como muay thai, hockey sobre hielo, rugby y por supuesto, fútbol americano.
Un informe de la CNN del 2021 sobre el impacto de la ETC en el deporte insignia de EEUU señaló que la enfermedad se produce no solo por golpes fuertes sino por “el constante traqueteo del cerebro dentro del cráneo que ocurre durante las entradas y otras jugadas”. A largo plazo, estos golpes generan una acumulación de la proteína tau en el cerebro. Y a medida que se expande a través de los vasos sanguíneos, va destruyendo los lóbulos cerebrales. No existe una cura y solo puede localizarse la proteína tau cuando el paciente fallece.
Casos tristemente célebres:
El hecho que los golpes reiterados sean una constante para cualquier jugada explica por qué la ETC ha afectado a varias estrellas de la NFL, sin importar su posición en el campo. Las consecuencias fatales no se han hecho esperar: Phillip Adams, el ex esquinero de los Atlanta Falcons, se suicidó en abril de 2021 luego de asesinar a cinco personas con un arma de fuego. La autopsia reveló que sufría la fase 2 de la ETC. Tenía 32 años.
En la misma línea, en 2015, Aarón Hernández, el ala cerrada de los Patriots de Nueva Inglaterra, fue condenado a cadena perpetua por el asesinato de su amigo Odin Lloyd dos años antes. Posteriormente, en el 2017, Hernández se suicidó a los 27 en su celda y la autopsia arrojó datos reveladores: su nivel de daño cerebral era equivalente al de una persona de 60 años. Nuevamente, la ETC se había cobrado otra víctima.
El suicidio de Hernández fue el catalizador de numerosas investigaciones médicas sobre la extensión de la ETC en el fútbol americano. Así, en julio del 2017, el New York Times publicó los resultados de un estudio realizado con 202 cerebros; 111 de estos pertenecían a ex jugadores de la NFL y 110 mostraron signos de ETC. Con indicios tan evidentes sobre la relación entre el deporte y la enfermedad cabe preguntarse, ¿qué postura ha tomado la NFL en torno a los múltiples casos de ETC?
Tira y afloja por el reconocimiento del mal:
Si bien durante muchos años, los directivos de la NFL negaron la implicancia del fútbol americano en estos casos, ya en agosto del 2013, la Liga indemnizó a 4,500 ex jugadores con daños cerebrales. El monto desembolsado sumaba 765 millones de dólares, aunque no fue una acción espontánea: respondía a una demanda de los ex jugadores. Ellos acusaban a la Liga de ocultar durante años los peligros de jugar varios partidos sin descanso, aunque sufriesen conmociones (lesiones cerebrales ocasionadas por golpes o sacudidas) en el proceso. Se registraban cuadros de demencia, depresión, alzhéimer y suicidios en los futbolistas, por lo que la situación se había vuelto insostenible para la NFL.
Un reportaje de El País, publicado en el 2013, informó que la Liga destinaría al menos el 10% de los 765 millones de dólares para investigación y estudios médicos. Incluso, las indemnizaciones individuales establecían una cuota para cada afectado: cinco millones para los afectados por Alzheimer, cuatro para las familias de fallecidos por ETC y tres para los afectados por demencia. Parecía que la Liga buscaba enmendar el daño causado; no obstante, poco o nada se avanzó en materia de prevención.
Tras la indemnización a los denunciantes, la NFL anunció que para la temporada 2013 implementaría nuevas medidas de seguridad para los jugadores. Aunque esto resultaba bien en el papel, en la práctica se redujo a un cambio simbólico: llevar protecciones en las rodillas y muslos. “Para evitar tantas lesiones”, fue el pronunciamiento oficial.
Tuvieron que transcurrir tres años para que la NFL reconozca oficialmente el vínculo entre el fútbol americano y la ETC. El 14 de marzo del 2016, Jeff Miller, vicepresidente de la Liga para salud y seguridad, lo admitió ante el Congreso de Estados Unidos. Asimismo, sustentó su afirmación en los estudios de la neuróloga de la Universidad de Boston Ann McKee, quien encontró ETC en los cerebros de 90 exjugadores de la NFL. Al día siguiente, Brian McCarthy, el vocero de la Liga, suscribió la declaración de Miller.
Plan de acción:
En respuesta, los congresistas exigieron un pronunciamiento oficial de la NFL que finalmente se saldó en la promesa de 100 millones de dólares para cuidar la seguridad de los jugadores mediante estudios médicos y rediseño de equipos. Partiendo de esta premisa, la Liga resaltó en 2020 que el número de conmociones se había reducido entre 2017 y 2019. Algo que resultó ser cierto, pues se pasó de 281 a 224 conmociones anuales (pre temporada y temporada). Del mismo modo, se registró por aquel entonces el financiamiento de prototipos de cascos por $ 3 millones que garanticen la seguridad de los futbolistas.
Es una estrategia que ha comenzado a rendir proyectos notables. Por ejemplo, en setiembre del 2021, la NFL presentó los nuevos cascos para linieros. Fabricados por la empresa VICIS, estos modelos poseen una parte delantera más levantada. Así, tras varias décadas de daños silenciados, los jugadores que ocupan el lugar de Leonard Marshall estarán oficialmente capacitados para jugar sin problemas. Solo el tiempo dirá si estas medidas son suficientes para que los futbolistas americanos libren batallas victoriosas sin pensar en un futuro incierto donde no puedan ganar contra sí mismos.
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