Por Milovan Byrne
¿A quién le gusta perder?. ¡A nadie!. La experiencia de un fracaso puede llevarnos a caer en la tentación de pensar que quizá no haya una luz al final del túnel. Aun dentro de una mentalidad ganadora, hay varias aristas que nos pueden conducir a ese camino diabólico del miedo y la incertidumbre. En el deporte pasa lo mismo cuando una jugada puede cambiarnos el protagonismo de héroe a villano en cuestión de segundos. Ejemplos hay miles. Y más si ya estás en el ocaso de tu carrera y no le tienes que demostrar a nadie lo bueno que eres, pero la competitividad es tan grande y adictiva que quieres seguir demostrando tu legado hasta la última gota de sudor que te quede en tu organismo. El 31 de mayo del 2022 quedará grabado en los pergaminos del tenis que Rafael Nadal y Novak Djokovic, dos de los mejores tenistas de la historia del deporte blanco, incrementaron su legado en el encuentro que disputaron por los cuartos de final del Roland Garros. En la tierra de Juana de Arco, Napoleón y Balzac, Rafa y Nole convirtieron la arcilla y el polvo en una alfombra de arcoíris donde ambos demostraron una lucidez digna de sus largas y exitosas carreras.
Este encuentro tenía un ingrediente extra. Ambos llegaban con problemas externos que amenazan la continuación de sus carreras. Djokovic y su rebeldía impidieron que se vacunara contra el virus del Covid-19. Un virus que ha matado a más de 15 millones de personas en el mundo y que promete llevarse a muchos más antes de que desaparezca por completo. El hecho de no haber recibido la vacuna y el haber fomentado la no vacunación impidieron que participara en varios torneos en 2021 y que perdiera patrocinadores, ingresos económicos y el cariño del público. Aunque esto no haya afectado la posición de ser el número uno del ranking ATP, Djokovic está transitando la cuerda floja del cansancio mental y emocional que puede llevarlo a perder lo más valioso de la pasión: la motivación. En cambio, Nadal lleva una maldición que lo persigue desde el amanecer de su carrera: el síndrome de Müller-Weiss. Esta kriptonita ha originado que el español lleve más de una década con ese dolor debido a lo incurable y degenerativo que es al punto de que casi haya llevado al tenista español al borde del nocaut de la retirada. Pese a dicho dolor, el de Manacor ha continuado jugando, refugiándose en las dos cosas más fieles en su vida aparte de su familia: su tenis y su público. Sin embargo, en los últimos días el tenista dejó la posibilidad latente de que Roland Garros sea el “last dance” de su carrera. Por lo tanto, este encuentro no es uno más de los 59 anteriores que se enfrentaron en toda su carrera. Tampoco era especial porque iba a ser el décimo juego en Roland Garros. Este encuentro iba a demarcar la carrera de ambos tenistas. Por el español, la retirada definitiva y el adiós en su casa de Roland Garros. Por parte de Djokovic, el comienzo del declive en su carrera. La palabra fracaso estaba más prohibida que nunca en sus vocabularios. Solo valía ganar o ganar.
El comienzo del partido auguró un gran inicio. De manera agresiva, el tenista español galopeaba al serbio de manera contundente con sus prodigiosas derechas cruzadas que cuando pasaban la net eran un rayo caído del cielo que el serbio no podía contener. Aun así, Djokovic respondía con grandes saques de slice colocadas que ni el esfuerzo extralimitado del español lograba contener. La intensidad era idéntica a la de una final, tanto así que el primer game del primer set duró ¡14 minutos!. De locos. El público manifestó su postura al corear ¡Rafa, Rafa, Rafa! Causando una gran decepción en Djokovic, quien siendo número uno del mundo, no pudo manejar la cabeza llegando a perder el set 6-2, pero sin antes regalarnos un puntazo, en el cual los dos tocaron la pelota ¡24 veces! antes de definir el punto. Definitivamente, al César lo que es del césar y al tenis lo que es de Rafael y Novak.
El segundo set arrancó con el mismo paralelismo. Nadal en modo playmaker ganó los tres primeros games y todo indicaba que se encaminaba a ganar el segundo set. Sin embargo, como un típico serbio, Djokovic no se iba a rendir tan fácil y como si estuviera escuchando a los expertos, empezó a desarrollar su juego natural. Jugar agresivo, atacar la pelota en primera y, sobre todo, pegarle con el revés atacando la derecha del español hizo que el serbio manejara el timing y la manija del partido a su antojo como si estuviera comiendo un baguette. El serbio terminó 6-4 arriba llenando de incertidumbre el Phillipe Chatrier de París. En el tercer set, Nadal recuperó el USB que se le había perdido durante el segundo set. Con un contenido lleno de archivos de jugar al espacio, jugar largo y carpetas copiadas de smash, smash y más smash, el de Manacor ganó de manera contundente y se aproximaba un cuarto set de candela.
El cuarto set empezó con Djokovic dominando de principio a fin poniéndose 4-1 arriba. En ese momento el público televidente y espectador en el Phillipe Chatrier pensaba que se caía de maduro un quinto set definitorio. Podía ser el último set de Rafael Nadal en toda su carrera. La nostalgia y penumbra se empiezan a llenar en el español, pero Nadal nunca se rinde. Es un guerrero troyano que es capaz de levantarse como Rocky Balboa ante los constantes nocauts de Iván Drago y aparecer cuando “las papas queman” mismo Cristiano Ronaldo. 5-2, 5-3 y Nadal empieza a oler sangre. Sabe que su momento ha llegado. Djokovic pierde increíblemente 6 AD (Advantages) y el español gana el game y se pone 5-4. El público estalla de júbilo, aplaude y se manifiesta animosamente a favor de él. Aprovechando que estamos en Francia, tenemos que mencionar obligatoriamente la situación de Djokovic con una frase del escritor francés Gustave Flaubert que dice: “La duda es una enfermedad que proviene del conocimiento y conduce a la locura”. Y sí que le vino al serbio, no había remedio atrás. Conocía sus fortalezas, pero a esa altura dudaba de ellas. Ay, Flaubert, me salaste diría Djokovic. Empezó a sacar su lado b peleándose con una persona en la grada, patear la raqueta en la net y poner caras de frustración y molestia durante todo el partido. 10 errores no forzados solo en el cuarto set no eran meritorios para un tenista de su calidad. Djokovic estaba entero físicamente, pero por dentro estaba más roto que Messi cuando se fue del Barcelona. Estaba dispersado y necesitaba una inyección de emergencia, pero Nadal no perdonaría dicha falla. Nadal mandó el partido 6-6 y en los Tie break el de Manacor, el rey del polvo y la arcilla, el matador y el tenista más ganador de Grand slam con 21 campeonatos, terminó llevándose el encuentro por 6-4. Nadal lo había hecho. Una vez más ganó la motivación sobre lo táctico. Y lo psicológico sobre el juego. Cada año me confirmo más que lo mental tiene que ser mucho más prioritario o igual que lo táctico. Este es un ejemplo de ello. Un hombre de 35 años con un dolor eterno terminó mejor física y mentalmente que un hombre de 36 sin ninguna complicación física, pero con menos capacidad mental. Hay que darle 10 estrellas a Nadal, pero una gran mención honrosa a la psicóloga de este.
El encuentro terminó y el público francés vibró con un calor grande como si uno de los suyos hubiera ganado. Me corrijo, ganó uno de los suyos. Desde hace tiempo, los franceses y Nadal son viejos conocidos. Son como el vino, cuanto más pasa el tiempo, su relación se vuelve mejor. Como debe ser el amor de recíproco que Nadal ya sabe francés (y declara en francés en el post partido). Djokovic se retira del recinto y recibe un gran aplauso. Sale cabizbajo y con un semblante de molestia con todos como si fuera un niño que le han quitado su juguete. Sabe que su misión de igualar al español en ganar torneos de Grand Slam había tenido que ser abortado hasta una próxima oportunidad. Algo imperdonable para él sabiendo que su carrera ya está jugando los tiempos de descuento. Por otro lado, Nadal vuelve a evadir la pregunta sobre su retiro comentando que los volverá a ver el viernes. Su apariencia cambia al contestar la pregunta. De la expresión de felicidad de oreja a oreja a un rostro que notaba una aflicción llena de una vida de sufrimiento físico. Habla de que quiere seguir “disfrutando”. Dicha palabra es típica de alguien que está a nada de dejar su pasión. Para mí está claro que se va. Espero que me equivoque. Mientras tanto, disfrutemos de Nadal y de Djokovic porque estamos presenciando a dos de los mejores tenistas de la historia. Nunca aparecerán otros iguales. Disfrutemos mientras sigan compitiendo porque doy por seguro que mientras sigan con esa amenaza al fracaso, seguirán deleitándonos con su mejor tenis.
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