Por Milovan Byrne
Eran las 4 de la tarde del 21 de junio del presente año. Buscaba un entrevistado para esta crónica y no conseguía quien me diera una respuesta positiva. Mis opciones se estaban agotando. Periodistas deportivos, futbolistas y tenistas pasaron por la lista de este servidor y ninguno le respondía. De repente, como un cortocircuito me vino una intuición: entrevistar a deportistas nacionales que habían conseguido una medalla en los Juegos Panamericanos. Podría parecer imposible que me respondieran, pero cuando uno apunta alto, se sueña en grande; con la esperanza que el sueño se haga realidad. A los minutos, el sueño imposible comenzaba a hacerse real: sonó la alarma de mi celular notificándome que el medallista de plata en los juegos Panamericanos, Alonso Wong me había contestado mediante Instagram. Con gran humildad, me respondía si podíamos hacer la entrevista en la noche, pues tenía un examen final de su universidad y luego debía hacer maletas para mudar sus sueños a Colombia, compitiendo por una medalla en los Juegos Bolivarianos de Valledupar. En esa breve comunicación, se reflejaban algunas cualidades de Alonso. En primera instancia, percibí que era un ser humano humilde, honesto y capaz de priorizar lo más importante para progresar en la vida: el estudio. Como señalan algunos: “el estudio es la única manera de lograr la superación personal”. Sacrificios temporales para beneficios permanentes.
Una vez conectados, las preguntas empezaron a surgir:
- ¿Cómo nació tu pasión por el judo?
- Era una pasión que nació como un juego…
Dicen que los problemas de hiperactividad siempre requieren de ayuda psicológica. Mayormente por su falta de concentración y la mala conducta que se genera. En la mayoría de los casos, los médicos se limitan a recetar medicinas para su cura. Lo que no saben es que dentro de los detalles más chicos de la vida pueden estar las más grandes respuestas. Justamente como un regalo del cielo, un psicólogo amigo de su papá, le recomendó hacer un deporte fuera de lo común para calmar esa imponente fuerza interior que le impedía quedarse tranquilo. Este deporte no era el clásico deporte rey donde los amantes de la redonda añoramos ser goleadores como Ronaldo o realizar jugadas prodigiosas que son “made in” Ronaldinho. Mucho menos era el típico basketball para ser un Michael Jordan o Scottie Pipen. A la edad de 5 años, en el epicentro deportivo del país, Humberto Alonso Wong Albújar fue al estadio Nacional a ver competencias de artes marciales mixtas y quedó flechado por uno en particular: el olor a hierba natural del tatami japonés en el cual caen gotas de sudor interminables, producto de las caídas que son tan duras como en la vida misma. Caer y levantarse continuamente. Así es el judo. Esto terminó por convencerle que el deporte de caídas estrepitosas y llaves al brazo iban a ser un amor por toda la vida, convirtiéndose en un forofo de este deporte.
El joven Alonso iba creciendo y con ello los triunfos encauzaban su prometedora carrera. Nadie pronosticaba que, en su auge de adolescente, iba a ocurrir una situación desafiante llena de incertidumbres que le hizo reflexionar lo difícil e inexplicable que es la vida.
«Cuando tenía 15 años, me fui a radicar a Estados Unidos. Fue una etapa difícil porque era una nueva cultura, sociedad y vida. En Colorado, mi mamá manejaba un carro para trabajar y tenía que esperarla que llegase a la casa para que yo pueda salir a entrenar. Me costó un tiempo poner en orden un equilibrio entre el estudio y el entrenamiento. Entrenaba 2 o 3 veces por semana y al poco tiempo de irme, la Federación Peruana de Judo no me apoyó en competir internacionalmente. Así que empecé a practicar lucha libre…»
En la tierra del sueño americano, la lucha libre es un sinónimo de representación nacional. Desde los héroes americanos como Hulk Hogan “macho man” Randy Savage, Shawn Michaels y John Cena pasando por los villanos de Triple H, Edge y el temido Undertaker son considerados los luchadores más representativos de este deporte. En una pasión caracterizada por el manejo psicológico de personajes y de la aceptación del público al ser “face” (bueno) o “heel” (malo), Alonso Wong se enamoró de esta pasión en el High School. En la calurosa tierra de Denver, Colorado, donde abundan poco más de 4,3 millones de personas, Alonso se perdió en las montañas rocosas buscando su verdadero rumbo en la vida. Fue una etapa de muchos cambios cruciales y él estuvo a punto de dejar su amor arraigado desde la infancia, cambiando el tatami por el cuadrilátero. Sin embargo, cuando los caminos de la vida son destinados, ya nada puede impedir recorrerlos. Son como el hilo rojo. Se puede trabar o estirar, pero nunca romper. Porque todo está destinado a que sigan juntos. Y eso mismo pasó con Alonso y el judo. Como él lo manifestaba: “Después de ganar mis dos primeros campeonatos me mentalicé que podía perder en cualquier cosa menos en el judo, esto es lo mío”. No me extraña que ante las circunstancias adversas haya pensado de manera diferente. Todos a esa edad tuvimos crisis que nos hicieron reflexionar más de una vez si estábamos haciendo las cosas de manera correcta.
Pasó el tiempo y Alonso seguía experimentando triunfos y derrotas, pero siempre con un perfil de serenidad que le mantenía fuerte física y mentalmente. Como fruto de su talento, vino la medalla de oro en los Juegos Bolivarianos de 2017 y los Juegos Suramericanos de 2018. Colorado se había convertido en su lugar de refugio, pero no había olvidado su lugar de origen. Sin embargo, no había podido hacer el “acto de magia” que permitiese que a nivel nacional se le reconociera como el gran judoka que es. Había competido varias veces en nuestro país, pero nunca en un evento de gran magnitud. Cuando él se enteró que Perú era el país elegido para ser sede de los Juegos Panamericanos, marcó la fecha en su calendario, sabiendo que era un objetivo crucial para llevar su carrera a otro nivel. Cuando ganó la medalla de plata en los Panamericanos, Alonso sintió mucha satisfacción y gratitud no solo por el gran esfuerzo que hizo para conseguirlo, sino porque felicitaron a sus progenitores a causa de su logro. No es casualidad que él haya mencionado que su principal motivación para lograr sus objetivos sea llenar de orgullo a sus padres.
«Fue un evento trabajado con muchos años de anticipación. No era la primera vez que competía en frente de mi gente, pero por la magnitud de ese evento que atrajo la atención del mundo deportivo, me abrió las puertas para muchas cosas. Fue un evento cumbre, más que por mí porque yo ya era conocido a nivel internacional, lo fue porque hubo gente que no me conocía que felicitó a mis padres. Eso es lo que me satisface al ganar una medalla».
Sus padres fueron grandes baluartes para ser lo que él es ahora. Lily, su madre, fue la que le inculcó que fuese constante en la vida y en el deporte. Su padre, Humberto, le brindó la seguridad por ser su mejor consejero en las buenas y el mejor regañador para salir adelante en las malas. Juntos, son los mayores fans que Alonso tiene y cada vez que puede, aprovecha para compartir momentos con ellos. Lamentablemente, la pandemia del Covid-19, un virus maligno, desafió la permanencia de uno de ellos, algo que fue un reto enorme para él y su familia.
«Estaba en Europa cuando empezó la pandemia. Al final, como estábamos en España, quien en ese entonces era un epicentro del Covid, regresé a Perú con el equipo de judo a hacer la cuarentena en la villa olímpica y me prohibieron salir del Perú por dos meses. Cuando empezaron a reanudar las competencias, el virus vino a mi casa y afectó a todos, sobre todo a mi padre. Para buena fortuna, en Estados Unidos habían dispuesto de oxígeno que te lo llevaban a tu domicilio y pudo recuperarse satisfactoriamente«.
– ¿Cuál es tu objetivo para París 2024?
«Luchar por una medalla, no quisiera ir solo para hacer acto de presencia. Es hora de que un peruano saque cara por el país y que un peruano gane una medalla.»
– ¿Te imaginas ganando la de oro?
En ese momento y por primera vez en la entrevista, Alonso sonríe de manera satisfactoria, hace una pausa y vuelve a la serenidad que le caracteriza, aunque con una pizca de optimismo decide confesarme su mayor y anhelado sueño.
«Me lo he imaginado millones de veces. Aunque con cualquier medalla yo estaría super feliz, la verdad».
Seguro que Alonso lo habrá imaginado millones de veces. En su cama, casa, entrenamiento y a la hora de luchar, su mente acogerá una única frase: Oro en París. Y dentro de eso recordará todo el camino que hizo para llegar ahí. Desde su primo, quien lo acompañó a descubrir su gran amor, su difícil adaptación en Colorado, las mil y una dudas que tuvo para ver si su amor por el judo era real, el triunfo en los Panamericanos y la batalla más difícil que fue ver en peligro de muerte a su padre, debido a este virus destructivo que solo ha producido aniquilamiento y dolor en todo el mundo. Ha habido y habrán muchos problemas que te querrán atormentar y sacarte de tu objetivo. Déjalos que hablen, Alonso.
Tú hablas en el tatami dejándolo todo. Lo que muchos no saben es que él nació el 9 de junio de 1993. El 9 de junio es el día mundial de los archivos. Humberto Alonso Wong Albújar luchará cada día de su vida para quedar grabado en los archivos de la historia del deporte peruano como el primer judoka que gane una medalla para nuestro país. Y en caso de que no lo ganes, solamente te pido que cuando llegues de competir, llegues sin fuerza. Eso explicará que dejaste todo por el Perú. Total, el judo es una disciplina que te fortalece en una de las actitudes más importantes del ser humano: caer y levantarse. Y eso harás si es que no logras tu objetivo. Aunque espero que puedas participar en París 2024, logres tu sueño y pueda experimentar la alegría de recibir tu respuesta a la felicitación que te haga llegar, como la recibí este domingo, después de felicitarte por la presea que obtuviste en los juegos Bolivarianos de Valledupar.
Lily dice
Excelente nota periodística. Muchas gracias por la entrevista . Que sigan los éxitos !