Por Sebastián Guerra
Hace poco menos de una semana, el fútbol peruano sufrió lo que es, sin lugar a duda, su baja más sensible. Ricardo Gareca se fue de la selección nacional. Víctima de un maltrato y manoseo innecesario, el mejor entrenador de nuestra historia cerró un ciclo tras 7 años al mando de la blanquirroja.
Se estaba yendo en medio de una polémica no generada por él. Se iba por la puerta falsa, por la de atrás cuando, siendo totalmente honesto, tenía que irse por todo lo alto. Convocó una conferencia de prensa el martes 19 en el Hilton de Miraflores. Tenía que despedirse de la hinchada peruana, del equipo, del comando técnico, de todo un país.
Tan solo un día antes, comenzó a correr el rumor de la federación había tenido conversaciones con Marcelo Bielsa. Más era una cortina de humo para callar lo que vendría al día siguiente en Miraflores. El “Loco” cobraba en Leeds United cerca a 10 millones de libras esterlinas y era el octavo mejor pagado de todos los entrenadores. A Gareca se le ofrecía un sueldo reducido en un 40%. Las cifras no calzaban, la gente no es inocente.
La conferencia
Llegado el día de la conferencia, buena parte del país tenía la incertidumbre de qué hablarían Ricardo Gareca, Néstor Bonillo, Sergio Santín y Mario Cupelli, el abogado del entrenador.
Lo primero que hizo fue agradecer a todo su staff de trabajo que lo acompañó. No se olvidó de ninguno. Agradeció principalmente a Juan Carlos Oblitas, a quien calificó como fundamental para el desarrollo del fútbol peruano y a Edwin Oviedo, el expresidente de la FPF, quien lo contrató, valorizó, respaldo y acompañó en cada momento.
Ricardo Gareca nunca cayó a niveles bajos. En estos 7 años siempre demostró ser un señor en toda la expresión de la palabra. Elegante para declarar, siempre transmitió paz en la tormenta. Nunca una palabra de más, siempre preciso y enseñando. Quirúrgico hasta para “meter un palo” a quien tuviera que dárselo. En este caso, todos sabemos era Agustín Lozano, a quien calificó de “circunstancial”. Ni el más letrado hubiera tenido la finura literaria que tuvo Gareca para meter tamaño dardo.
“El Tigre” reconoció que tenía toda la intención de renovar. Por mi lado, siempre pensé que el factor humano podía ser un punto clave para que decida no renovar. Gareca es un hombre de 64 años. Padre, esposo, abuelo; Gareca siempre estuvo solo en Perú. Durante la pandemia la pasó muy mal y todos nos dimos cuenta. Bueno, tal era su convicción de quedarse que convenció a su familia de mudarse a Perú con él. Todo estaba dado. Se sentía uno más de nosotros. Argentino de nacimiento, pero peruano de corazón, Ricardo Gareca lanzó una frase que a todos nos dolió: “estábamos involucrados sentimentalmente”. Lamentablemente, por personas con poca capacidad, esto no fue suficiente.
Le preguntaron por la negociación fallida y respondió su abogado. Cupelli reconoció que no se iban por dinero, sino por las formas en las que se dieron las conversaciones. La palabra “confidencialidad” salió a tallar: ¿Cómo se había filtrado en la prensa la reducción de sueldo antes de llegar a juntarse las partes? Pregunta y duda instaurada, Cupelli reconoció que por su lado nunca se dio. Solo quedaba un lado y nosotros debemos escoger a quien creerle. Escoger entre la informalidad y la seriedad.
No fue suficiente el tema económico, Cupelli mencionó que se añadieron, de última hora, clausulas no aceptadas en el contrato que dieron, como consecuencia, que la renovación no fuera viable. Conversaciones terminadas, el ciclo había terminado.
Tomó la palabra una vez más el Tigre y dijo “esto es para siempre”. Hoy podemos discutir con cualquiera que crea que el ciclo había terminado porque no se logró el objetivo, pero todos estamos de acuerdo en que este comendando técnico no merecía tamaño desplante.
Si en Videna buscaban hacer creer que, con todo el circo montado, Ricardo Gareca se iría mal, pues se equivocaron. La gente empató con el Tigre, quien se fue como héroe por hinchas que organizaron un banderazo para agradecerle con cánticos, banderas y lágrimas a quien, sin lugar a duda, es el ídolo de toda una generación.
La conferencia de prensa duró una hora y 30 minutos. Enseñanzas, mensajes, palos elegantísimos, Ricardo Gareca se despidió frente a casi 160 personas. Una vez más dio cátedra ante los medios de comunicación. Se va con la cabeza en alto, sabiendo que hizo un gran trabajo. Se va con la conciencia tranquila. Ricardo Gareca abandona el Perú tras un tercer puesto en Copa América, un subcampeonato continental, un mundial y un repechaje, pero por sobre todas las cosas, se va con un legado imborrable.
Culminada la conferencia, los periodistas presentes aplaudieron al causante de que el fútbol ya no sea un motivo de tristeza. Ricardo Gareca se fue ovacionado por quienes saben que ya no cubrieron desastres, sino triunfos, pues Gareca trascendió. Así despedimos al argentino más peruano de todos.
Nos tenía que ayudar una última vez y así lo hizo. Hoy toda la presión y ojos están encima de Agustín Lozano, quien ya demostró que no está capacitado para el cargo. Ya Cienciano, Universitario y Alianza Lima se manifestaron en contra de la FPF y sus malos manejos. Mario Cupelli, abogado del saliente comando técnico, ya expuso que siempre se habían reunido con el presidente de la federación, pero esta vez no fue así. Lozano sí viajó a Buenos Aires, curiosamente. La ADFP ya se manifestó mediante un comunicado. Los hinchas exigen un cambio y una explicación. Los clubes son quienes hoy deben golpear la mesa, pues de no hacerlo son cómplices, pues los propios clubes votaron a Lozano.
Quizás Ricardo Gareca hizo algo más que despedirse, quizás hizo algo más por nosotros. Dejó la bola picando en el área para que nosotros hagamos el gol. Gracias, profe. El placer fue nuestro. Ojalá el fútbol nos vuelva a encontrar.
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