Por Milovan Byrne
No. Esta no es una historia de fantasía o para niños. Lo que cuento es un relato presente para explicar la rutina de lo extraordinario. Desde hace más de 15 años, un chico de la provincia de Rosario ubicado en la ciudad de Santa Fe, Argentina, viene maravillándonos con su fútbol prodigioso. Goles, asistencias, regates, o simplemente ese mágico control de balón en su pie izquierdo ya nos demuestra lo macanudo que es cuando tiene el balón entre sus piernas. Hablar de su don de inteligencia que hace ver fácil lo difícil es algo muy clásico de escribir en las principales páginas deportivas. Esta vez quiero hablar desde un enfoque muy distinto al de otros patrones y exponer una realidad que muchos saben, pero pocos lo mentalizan: los sueños si se cumplen.
Todo comienza un 24 de junio de 1987. En la ciudad de Rosario, provincia de Santa Fe, Argentina, nació un chico de 3 kilos y 47 centímetros. Así como él, nacen más de 150 chicos al día, pero nadie imaginaba que ese chico con familia de ascendencia italiana, hijo de Jorge y Celia, hermano de Matías, Rodrigo y Sol, iba a ser tocado con el don de hacer feliz a la gente. Uno de los dones más preciados con los que uno puede nacer en esta vida. En Rosario, ciudad futbolística por naturaleza, nacía Lionel Andrés Messi Cuccitini. Un “pibe” que quería ser desconocido, pero terminó siendo el más conocido de todos.
Este “chico” tenía un problema muy fuerte: su enanismo que le obligaba tener hormonas de crecimiento. Sin embargo, el chico permanecía no importarle mucho si es que no le hubieran dicho que era capaz de impedir su verdadera y única pasión: jugar al fútbol. Tuvo que venir su abuela Celia, la verdadera protagonista de su historia, para que pueda impulsarlo a cumplir su sueño. Solo bastó con una simple pregunta de aquel pibe de Rosario: Abuela, ¿puedo jugar yo? Para que tenga la certeza que el fútbol iba a ser su verdadera salvación. Y así fue, porque gracias a un club de Cataluña confío en el que lo ficho y soluciono su problema de crecimiento. Y todo eso en una simple servilleta.
Las divisiones menores pasaron como una ráfaga de aire que permitió que Leo se pasee en “La masía”. Con 16 años, Frank Rijkaard, lo hizo debutar en un partido amistoso y a los 17 ingresó en un partido oficial en un partido contra el Espanyol faltando pocos minutos para terminar el encuentro, Lionel Messi recibió un pase de su mentor, Ronaldinho, y la picó ante la salida del arquero. Era el primero de muchos sueños cumplidos. A los meses, fue citado a la selección argentina, donde también cumplió el sueño de todo futbolista argentino: vestir la camiseta albiceleste. Volviendo a sus primeros años en el Barcelona, el joven Messi destacó por la humildad de no ser titular y como todo joven, aprender de los más experimentados. Deco, Ronaldinho, Eto’o, entre otros, pasaron charlas interminables en donde una simple jugada o un consejo para la vida podía ser aprovechado de la mejor manera para Leo.
Lamentablemente, para empezar a madurar, hay que empezar a ser independiente y Messi empezó a madurar y a convertirse en el futbolista que estaba predestinado a ser cuando los jugadores experimentados fueron echados del Barza. Y fue justamente cuando se fueron aquellos jugadores que hizo que el chico de Rosario conquistara la gloria: un sextete histórico junto a sus secuaces Xavi, Iniesta, Busquets, entre otros jugadores que conformaron aquella plantilla. Sin embargo, aquella felicidad que llevaba en Barcelona, no lo conseguía con la selección Argentina. El pibe de Rosario empezaba a llevarse todos los flashes y las tapas de todos los periódicos deportivos por sus grandes actuaciones en Cataluña, pero él solo quería sacar campeón a Argentina. Su más anhelado sueño. Ya en el 2009, Messi declaraba lo siguiente:”Me gusta lo que dicen sobre los elogios y espero hacer las cosas bien en la selección. En este equipo no tenemos dudas de que vamos a estar en el Mundial. Hablamos entre los jugadores sobre lo bueno que sería ganar este Mundial”. Los miles de Ligas, Copas, Supercopas, Champions o Balones de oro serían minúsculos en comparación de un Mundial.
Llego el Mundial del 2010 y Messi sufría un duro revés en Cuartos de final contra Alemania. Un 4-0 categórico que hizo que el sueño de ganar el Mundial junto con Maradona de entrenador se esfumara. Aun así, el Diego hizo algo interesante que empezaría a esclarecer su rol en la selección: le dio la cinta de capitán contra Grecia. Un rol que, por ese entonces, Messi no deseaba. La “pulga” tenía un liderazgo futbolístico porque era el mejor de la cancha y el que más diferencias sacaba, pero no era un líder en el vestuario. Era tímido, cabizbajo, era más de escuchar que de arengar y más de hablar en la cancha que afuera. No se sentía preparado para ese rol. Sin embargo, fue un spoiler de lo que le tendría que tocar cuando en el 2011 Alejandro Sabella asumió la dirección técnica y le ofreció la capitanía mientras él estuviera a cargo. Tenía que sacar el espíritu de líder.
Ese espíritu no se le notaba tanto en la cancha, pero seguía manteniéndose en la cancha. Claro, como no se va a notar, si todavía había gente experimentada que tenía don de líder como Javier Mascherano o Ezequiel Garay. Era el líder principal, pero no era el único. En Brasil 2014, Leo fue el más diferencial de su equipo. En fases de eliminación, Argentina fue escalando poco a poco, llegando a una final disminuida desde lo físico y emocional tras jugar 3 partidos duros ante Suiza, Bélgica y Holanda. Y acá empieza el verdadero cuerpo de este artículo.
Incomprensiblemente, mi pensamiento vuela hasta los momentos más determinantes de Messi con la selección albiceleste. No a los partidos ni a las prórrogas, de los que casi tengo poca memoria, sino a los momentos más agónicos en la carrera de Leo con Argentina, que recuerdo con suma nitidez. Una agonía lenta e intensa, que viví muy de cerca pese a estar a miles de kilómetros de distancia. Aun así, mi admiración por Leo y mi declaración Messiánica hacen que recuerde con mucha agonía estos momentos, el camino completo.
Recuerdo la final del Mundial de Brasil 2014. Estar en la cama de mis padres y alentando a Argentina. El gol de Gotze fue un baldazo frío y sombreador que terminó por causarme una profunda tristeza al ver a Messi yendo a recoger el balón de oro. Primera oportunidad fallada.
Recuerdo la final de la Copa América de Chile 2015. Estaba muy ilusionado porque, en el papel, Argentina era muy superior a Chile. Los chilenos patearon, arañaron, cometieron actos delictivos y jugaron un partido sucio que terminó por coronarlos por penales. “En algún momento Leo se va a destapar” recuerdo haber dicho. Y bien que lo hizo en el último minuto cuando en un contraataque Leo se la dio a Lavezzi quien mando un pase raso a Higuain que no pudo definir. A penales. Messi convierte el suyo, pero sus otros compañeros no. Segunda oportunidad fallada.
Recuerdo la final de la Copa América de Estados Unidos en el 2016. Otra vez Higuain es el protagonista fallándose un mano a mano con Bravo. Otra vez tú, Pipita (dicho con cólera en ese entonces). Partido cerrado, pero con un Messi que parecía estar solo contra el mundo. Regateaba, pateaba al arco y asistía, pero no encontraba ayuda en sus compañeros. Penales. Romero tapa el primero. Oportunidad de oro para que Argentina empiece a ganar la tanda. Va Messi. Dos pasitos cortos y manda el balón arriba del arco defendido por Bravo. El mejor del partido podía fallar, ¿pero justo ahora?. Sentí un mal presentimiento. 5 minutos después lo confirmé: Chile bicampeón de América. Tercera oportunidad fallada.
Y acá se vio al Leo más humano: Después de las contantes críticas de no ganar nada con su selección sumada a las faltas de respeto de “pecho frío o “frionel”, Leo decidió retirarse de la selección con un triste “esto no es para mí”.
¿Quién en su sano juicio cuestiona al jugador más exitoso de tu equipo? ¿Por qué cuestionarían al crack que gambetea, te da asistencias y hace jugar a tu equipo? Sinceramente, nunca lo entendí ni lo lograré entender. Menos mal, después de 2 meses de ausencia, Leo volvió al barco para cumplir su sueño.
Recuerdo el Mundial del 2018. Un final amargo y decepcionante para Leo. ¿Y ahora qué viene? Quería seguir peleando con Argentina, pero a la vez sabía que una nueva generación podía lavar el mal sabor de las derrotas en los años anteriores. Una nueva ilusión podía llegar.
Recuerdo la final de la Copa América del 2021. Una final que no estaba ilusionado sabiendo que Brasil era superior a Argentina. El gol de Di María me lo perdí por recoger una comida que había pedido y recuerdo haber sufrido mucho en esa final. Un Neymar titánico ponía los pelos de punta y los nervios ansiosos de que podíamos ganarle a Brasil. ¡Y por fin, al fin! Messi logró una agonía que le había costado 16 años: ganar algo con su selección.
Y al final, recuerdo hace unos días como mi ansiedad y nerviosismo me carcomían por dentro. 2-0 en el entretiempo me devolvió al alma, al cuerpo, como si hubiera vivido sin espíritu el primer tiempo. Los minutos pasaban y el sueño se venía cumpliendo, pero tenía que venir el sufrimiento porque ahora el “si no sufrimos no vale” era real. 2 goles de Mbappé casi hacen que me dé un paro cardíaco. Porque sí, después de dominar 78 minutos del partido, Argentina empataba 2-2 en solo dos jugadas ajenas. En este momento, más por instinto propio que por juego, Leo sacó fuerza. Una fuerza insospechada que emerge cuando la vida nos pone a prueba. Una fuerza que permitió estar en el lugar indicado para poner el 3-2, un gol que lo grite en demasía, quedándome afónico por la euforia y la cólera contenida por el empate. Sin embargo, a los 5 minutos, una mano tonta de Montiel permitió que Francia vuelva a empatar el partido. Había penales en el Lusail.
¿Se acuerdan cuando les comenté en el segundo párrafo que Messi tenía el don de hacer feliz a la gente? Pues no fue tras convertir su penal o el penal definitivo de Montiel, sino que Messi bajó del monte de los olimpos para suplicar, rogar o simplemente pedirle a Dios que le permita conseguir su sueño. Después de tantos años de fracasos, críticas, faltas de respeto y mucha constancia en perseguir su principal objetivo, Leo se arrodilló a llorar y agradecer a Dios por el logro conseguido. Y bueno, la lección está clara: “No puedes ver un arcoíris sin antes sentir la lluvia, a veces tienes que perder mucho y aprender del error para obtener el triunfo”. Por eso es que este genio es tan querido por la gente: Hace creer que con esfuerzo y constancia tus sueños son posibles. Gracias Leo, gracias por demostrarme que, en mundo frívolo y malévolo, no se necesita ser un villano para conseguir tus sueños. Y así es como el artista, el pequeño niño de Rosario, cumple su promesa, finalmente, una pincelada más para acabar la obra más grande de la historia. Y así, después de escribir la página más dorada de su carrera, Leo miró al cielo y dijo ¿abuela, puedo jugar yo? Pocos sabrán el significado, pero es el inicio de todo.
cecilia del carmen hurtado barriga dice
Milovan que hermoso y conmovedor tu artículo, realmente me has impresionado, has captado el sentir de muchos, la emoción de una final que nunca se podrá olvidar, todos éramos una sola bandera en ese momento. Ganó Argentina, ganó américa latina Ganó nuestro Querido Messi. Muchas Gracias por permitirnos revivir con tanta emoción y alegría aquella final que jamás olvidaremos. Un justo homenaje (para mí) al mejor futbolista de todos los tiempos nuestro Querido, sencillo y extraornario jugador Leonel Messi. Mis más sinceras felicitaciones.👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏
Christian Merello dice
Felicitaciones Milovan
Rosario dice
Excelente artículo Milovan me encantó 👏👏muchos éxitos
Oscar Vallejo dice
Que buen artículo milovan ..felicitaciones
Carmen dice
Bravísimo Milovan!!! De seguro Leo Messi lo leerá y seguirás escribiendo artículos de personajes de esa altura. Felicitaciones!!!
Cristal Del Castillo Felices dice
Muy interesante…..buena redacción…. Felicitaciones…!
Pilar dice
Excelente historia y redacción me encantó.
Pedro dice
Muy buena historia mis felicitaciones para el redactor.