Por Sebastián Guerra
Quiero comenzar esta nota con unas líneas que me mencionó alguna vez Gustavo Grondona cuando lo entrevisté: “El nuestro (el del tricampeonato) era un equipo de hombres. No de nombres, Sebas. Éramos hombres”.
Eso es hoy, con total seguridad, la principal virtud de este Universitario, club que acaba de conseguir su estrella número 27 en medio de un contexto inmejorable. Empiezo por decir que, en mi opinión, el último clásico fue, sin ningún tipo de duda, el más importante de la historia.
Alianza Lima, el rival de turno por partido es también el rival de toda la vida. Se jugaba en su cancha, allí donde la U ya había sabido dar la vuelta en el 99. Además, buscaban el tricampeonato en medio de una inversión fuerte, la cual fue la más grande hecha por un club del equipo nacional. Universitario, por su lado, venía con una sequía de 10 largos años sin conseguir alzar una copa y estando a puertas del centenario, el rival podía mandarlo a tan importante acontecimiento con el mayor tiempo sin campeonar en su historia. Por contexto, el clásico más importante.
Unión
Los últimos años, el cuadro crema estuvo plagado de problemas. Administraciones que se peleaban por el poder en medio de club que decían estaba quebrado y los hinchas solo se preguntaban “¿Por qué se pelean entonces para entrar?” y es que nada tenía sentido. En medio de toda esa dispuesta de poderes, los únicos que sufrían eran ellos. Tenían que tragar veneno y la rabia de no poder hacer nada más que alentar a su equipo y aguantarse los malos resultados que eran una consecuencia de lo que pasaba más arriba.
El club estaba secuestrado, en un mar de deudas que crecían día a día, mes a mes y año a año. Entrenadores sin perfil que no calzaban con el perfil que el hincha quería. No había comunión entre plantel e hinchada y mucho menos con la dirigencia. Así pasaron 10 años del último campeonato.
Miguel Torres, en 2013, tras conquistar la estrella 26 dijo: “La U sin problemas es el paraíso”. Bueno, la última década del cuadro estudiantil fue una autentica película de terror en la cual parecía que el protagonista terminaría con un trágico final.
2018 fue el año más crítico de todos. La U peleó el descenso, pero los hinchas jugaron su partido fecha a fecha. Banderazo a banderazo, caravanas, arengas y muestras de afecto, algo cambió o empezó a cambiar. La llama volvió a encenderse o así lo creo yo. La U se salvó por su hinchada y para su hinchada.
Los últimos años fueron con una tónica no tan dramática, pero sin resultados. Nada funcionaba, ninguna formula daba resultados, pero la hinchada estaba allí. Solo faltaba que los acreedores entiendan que no eran los dueños del club, que la U no les pertenecía, que la U es de su gente y que su labor era devolvérselo a ellos, sanearlo para ellos. Cuántas lagrimas se hubiesen ahorrado…
Cuenten hasta 27
El 2022 terminó con una purga en el plantel, pero con la obligación de buscar la 27 una vez más. En un club grande, campeonar es siempre la meta, nunca es solo una posibilidad. En medio de eso, el inicio de año fue realmente malo, pero con un cambio de timón rápido al colocar a Jorge Fossati como entrenador. Un líder de hombres, con pergaminos, campeón donde estuvo, entrenador de selección y un largo etc.
El apertura quedó lejos, pero no en rendimiento. El equipo ilusionaba a una hinchada a la que le quedó chica el segundo estadio más grande de Sudamérica. El Monumental U Marathon tiene capacidad para 80mil personas y la U lo llenó domingo a domingo. El compromiso fue renovado y con honores. La meta era simple: el clausura.
En Copa Sudamericana, el plantel compitió y volvió a pasar de ronda tras un largo tiempo. Corinthians de Brasil no demostró ser mucho más equipo que los cremas, quienes se quedaron con la sangre en el ojo y deseando revancha, la misma que se cobrarían a final de año.
El clausura fue casi de ensueño. Se mejoraron los números de visita, de locales imbatibles, en aliento inigualables y en compromiso de jugadores, simplemente eran los uno. A la final llegaron, sin duda, los mejores equipos del año, pero hubo uno que no tuvo escándalos, que no tuvo indisciplinas, que no tuvo fiestas-salvo tras campeonar ante el clásico rival. Universitario tuvo como apellido, este año, trabajo. Tuvo, en sus capitanes, Carvallo y Corzo, a los mejores de los referentes actuales en los clubes de futbol peruano porque son líderes, porque respiran garra, porque son hinchas. Tienen en Jean Ferrari a alguien que fue jugador, alguien de fútbol, quien poco a poco fue dejando de lado actitudes que no venían con un presidente de club, pero que supo, mes a mes, dirigir y encausar al club de sus amores para sacarlo de la crisis.
Hoy, Universitario entra a su centenario como 27 veces campeón. Fue un justo campeón porque fue el mejor dentro y fuera de la cancha y porque tuvo en jugadores como Carvallo, Corzo, Polo, Riveros, Ureña, Quispe, Urruti, Flores y Calcaterra a jugadores insignia que sudaron una camiseta que aman, que viven, que respiran. Algunos de ellos no son peruanos, pero para ser de la U y entender ese sentimiento no tienes que nacer acá, solo hace falta vivirlo, ¿verdad? Sino me creen, pregúntenle a su hinchada. Felicidades, campeones.
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