Por: Sergio Herrera Deza
Yo creí. Tuve fe. Porque en la vida no podemos caminar cabizbajos esperando los golpes que vengan por más intrascendentes que sean. Vivimos una era marcada por una violencia que nuestras ineptas autoridades no pueden contener. Muchos nos vemos impotentes ante esta crisis sin fin y dirigimos nuestra mirada en cosas lúdicas como el fútbol para evadirnos de la realidad por un momento.
Y este viernes, se cumplieron las expectativas. Nuestra Blanquirroja le ganó a la Uruguay de Marcelo Bielsa con un gol agónico de Miguel Araujo: defensa central que roza la treintena y cuyo antecedente más inmediato era su expulsión en el partido con Canadá, que impulsó el gol rival y selló nuestra suerte en la Copa América. Es que el fútbol ofrece revanchas, sean minúsculas o colosales.
Lo vimos aquí con Ricardo Gareca y su asistencia al Mundial que se le negó como jugador. También en otros países como la redención de James Rodríguez en Colombia y la del propio Lionel Messi con Argentina y su reciente racha de títulos. Pero si volvemos al plano terrenal, también encontramos el viernes una revancha de la alicaída Selección Peruana.
Nos redimimos frente al Uruguay que nos alejó a pierna dura de Brasil 2014 y el que nos negó un gol legítimo en nuestra última visita a Montevideo para las eliminatorias a Qatar 2022. También frente a Bielsa, quien previamente nos venció siete veces con el buzo de Argentina y Chile. Sin olvidar que rechazó dirigir a la Blanquirroja en dos ocasiones por su pobre universo de jugadores. Pero el viernes se escribió otra historia y una forjada a base de miles de obstáculos sin sabores.
Uno a uno, jugadores titulares clave como Advíncula, Tapia y Lapadula fueron cayendo como pájaros cazados por las lesiones. Más de uno levantó la ceja pensando que habían vuelto las épocas de Chemo del Solar, donde ser convocado a Perú era un vil martirio. Y Fossati parchó el equipo con jugadores del torneo local, reinventó a otros en nuevas posiciones como Callens y Sonne.
Todas las cartas estaban puestas en una goleada, pero no se dio. Podías ver al defensa de Alianza Lima anulando al delantero del Liverpool con lo inverosímil que suena. O al volante del Real Madrid, desorientado de cara a la portería y asediado por volantes del torneo local y equipos europeos de rango medio. Cuando finalmente rompimos la sequía de victorias oficiales, comprendí que en el desierto siempre puede encontrarse un oasis. No nos debe importar que el vestuario charrúa se haya partido por la lucha de egos de Bielsa y los ex compañeros de Luis Suárez. Solo interesa que los nuestros no se sintieron menos en ningún momento.
Recordé, cuando un 5 de septiembre de 2009, con ocho años recién cumplidos, escuché con mis amigos por la radio cómo un Perú eliminado le ganaba 1-0 a la Uruguay de Forlán y Lugano. Un remate a quemarropa del “Loco” Vargas que aprovechó Hernán Rengifo sirvió para salvar el honor de aquella Selección. A mi corta edad, no estaba muy enterado de cómo funcionaba la clasificación, pero elegí creer. Que tarde o temprano le ganaríamos a más gigantes.
Hoy, 15 años después, la ilusión y el patriotismo se unieron para que renacieran aquellos sueños de la infancia. Pero finalmente, luego uno descubre que hay veces donde más allá del oasis, el desierto se extiende de forma interminable. O que las revanchas no siempre se dan. El partido del martes ante Brasil es un claro ejemplo.
Como siempre, había ilusión: el Scratch ya no es más una constelación de cracks de la talla de Ronaldo, Kaká, Adriano y Ronaldinho, sino que ahora depende de jugadores del Brasileirao y una que otra estrella imprescindible como Rodrigo, Endrick o el lesionado Vinicius. En fin, grandes individualidades más que un juego colectivo ordenado y eficaz. También pesa en el recuerdo del hincha peruano la final perdida de la Copa América 2019 o el épico partido de eliminatorias del 2020 que estábamos ganando hasta en dos ocasiones, pero que fue corrompido hasta el tuétano por las malas artes del árbitro chileno, Julio Bascuñán. Sed de revancha había de sobra.
En el Mané Garrincha de Brasilia, Perú luchó, y se defendió con uñas y dientes por media hora. Hasta el “Orejas” Flores se dio el lujo de anotar a los 12 minutos, pero rápidamente, el banderín del juez de línea ahogó el grito de gol de Tumbes a Tacna. Siguió entonces un partido ordenado, donde Perú no era protagonista, pero sí lograba cortar las bandas y entradas de Brasil. El jogo bonito era reprimido una y otra vez, algo que era demasiado alentador para ser cierto.
Luego, llegó una falta de Zambrano, que el árbitro había minimizado, pero el VAR dirigido por un uruguayo le incitó a revisar la repetición hasta vender el penal. Fusilazo de Raphinha: 1 a 0 a favor de Brasil. Ya en el segundo tiempo, el “Kaiser” firmó otro penal que apagó la gran imagen que los hinchas tuvieron de él como capitán en el encuentro contra Uruguay. Acto seguido, el equipo se desmoronó moralmente y los dos últimos goles llegaron con cinco minutos de diferencia entre ambos, cuando al partido le faltaban 20 minutos. Mención aparte para la olvidable actuación de Bryan Reyna.
Hecho añicos el plan original y con un sistema de juego inofensivo, daba pena ver a Fossati tratar de maquillar el resultado con nombres discretos del torneo local como Jorge Murrugarra y el polémico Andy Polo, engreído inexplicable de los tres últimos DTs de la Blanquirroja. También por fin ingresó Joao Grimaldo, pero cuando la goleada ya estaba consumada ¿Qué sentido tienen los cambios si no pueden replantear partidos?
Como dije en la anterior columna de opinión, Fossati no es el entrenador adecuado para remontar esta seguidilla de tropiezos. Reconozco su vasta experiencia y títulos al mando de clubes, pero está totalmente desfasado para el fútbol de selecciones. El 3 5 2 apaga el poco potencial ofensivo de Perú y rara vez es utilizado por equipos nacionales, debido al tiempo que necesita para pulirse y la necesidad de jugadores atléticos y veloces. ¿Hay más pruebas de su ineficacia? Pues en el partido con Perú, para sorpresa de propios y extraños, Bielsa usó el mismo esquema y Uruguay solo pateó una vez al arco en todo el partido.
Por un momento, el “Loco”, experto en levantar selecciones, recordó a Mauricio Larriera, ex DT de Alianza Lima, caído en desgracia por copiarle el esquema a Fossati en el segundo play off de la Liga 1 del año pasado. Mala idea que, por cierto, le dio el título a Universitario y el buzo de la Selección a Fossati. Y como la historia suele ser cíclica, la apretada victoria ante la “Celeste” ratifica a nuestro DT en el cargo, al menos por ahora. Y dicho esto, volver al 4 2 3 1 debería ser una prioridad, aunque es poco probable que se concrete en esta era.
Si pasamos página, queda uno que otro consuelo: Bolivia fue aplastada 6-0 por Argentina en Buenos Aires y dejó en evidencia que la magia de Villegas y “Miguelito” solo surte efecto en la asfixiante localía de El Alto. Mientras tanto, Chile, alguna vez segundo en eliminatorias y bicampeón de la Copa América, agoniza con Gareca al mando tras recibir cuatro tantos en Barranquilla. Atrás también quedaron los tiempos en que el “Tigre” salió airoso de esa ciudad con la Blanquirroja en 2022. Su renuncia o destitución está a la vuelta de la esquina y su futuro es incierto como el nuestro.
En cuanto a Perú, cuando llegue la siguiente fecha en Lima, tocará enfrentar un nuevo Clásico del Pacífico. Con o sin Gareca en el banquillo chileno, debemos ganarlo a como dé lugar. Ya no existe margen de error en el Nacional o Monumental. Solo si vencemos en todos los partidos de local y rescatamos algún empate de visitante podremos disputar el Repechaje o, incluso, el sexto lugar. Espero que el triunfo en el Nacional no sea un simple espejismo como el que presencié de niño. Ojalá sea un golpe en la mesa, no muy diferente al que vivimos en 2017, cuando un Perú azotado por el Niño Costero le volteó el marcador a la “Celeste” con goles de Guerrero y Flores. El fútbol peruano merece más relatos épicos y menos páginas negras.
Cesar Raygada Salcedo dice
Excelente descripción de nuestra situación y futuro próximo en las eliminatorias al mundial. Necesitamos más oasis en este inmenso desierto. Solo la esperanza mantienen a Fossati en el cargo, mientras la Federación vive otro mundo a todo nivel del fútbol peruano. Nuevamente mis felicitaciones por el artículo