Por Sergio Herrera Deza
Yo quiero a mi país. “Tengo el orgullo de ser peruano y soy feliz”, decía la letra de un viejo vals criollo. Lo aprecio con sus virtudes y sus defectos que aparecen día a día en las noticias y los pasos recorridos. Por eso lamento la crisis de nuestra Selección de Fútbol. Nunca fue la más copera ni vistosa de Sudamérica, pero en la última década se ganó el prestigio de ser un equipo aguerrido, empeñoso en pelear un cupo al Mundial hasta el último aliento.
Era capaz de golear a Paraguay en Asunción, de sorprender a Colombia en Barranquilla, de mirar como un igual a Argentina en la Bombonera y crear por fin, nuevos recuerdos que reemplacen al gol de Cubillas ante Escocia en Argentina ‘78 o la remontada ante Bulgaria en México ‘70. En su momento, el Perú de Gareca fue una joya en la corona del orgullo nacional, al nivel de Machu Picchu o los restaurantes de Gastón.
Así que me duele la situación actual. Ver un equipo sin alma ni valor, vestido de luto ante una “Scaloneta” que manejó en primera durante 90 minutos y con eso, le bastó para ganarnos por la mínima con una genialidad conjunta de Messi y Lautaro. Hablamos de un combinado peruano de 11 jugadores sin espíritu de cuerpo, que juegan en la liga local o en clubes de mediano perfil en Europa o Estados Unidos. Responden a la convocatoria a regañadientes, observando el calendario mientras ruegan que termine la doble fecha. Incluso, algunos se “lesionan” a último minuto como el mal llamado “capitán del futuro”.
UN EQUIPO SIN ENERGÍA
Como mencioné en columnas anteriores, el libreto se repite: la defensa fue lo más destacable. Sí se notó la ausencia de Carlos Zambrano en el partido ante Chile, pero él con Callens y Araujo formaron un bloque compacto ante Argentina. Junto a Gallese son el único impedimento para que volvamos a ser el equipo goleado de la era “Chemo”.
Si hablamos de los demás, es ver la misma película. Un mediocampo apático, protagonizado por el irregular Sergio Peña, mal que bien, nuestro “10” titular ante el poco físico de Piero Quispe y la desaparición de Christian Cueva, ahora más preocupado en abrirse paso en la cumbia.
¿Qué podemos decir de los carrileros, la base de la gastada 3 5 2? No sirven. Andy Polo solo apareció cuando jugamos con la débil Nicaragua y en adelante, es un experto dando pases en reversa. Mientras que Luis Advíncula juega en perfil cambiado y en líneas generales, ofrece algunas de cal y otras de arena.
Eso sí, podemos hablar también del buen desempeño de Oliver Sonne: jugó en una posición ajena a la suya y aun así armó una pared con Polo en el partido con Chile, que casi nos otorga el gol de la victoria. Pero Paolo Guerrero se encargó de pinchar el globo del sueño con un remate torpe. Hubiera terminado en gol si lo pateaba su versión de la Copa América 2019, pero en fin. Eso sucede cuando eres terco y no sabes retirarte a tiempo. Aunque por otro lado, si tus relevos son Álex Valera y el “Tunche” Rivera mucho no se puede hacer como plan B.
Aquí cierro el análisis del equipo, porque ¿qué más podemos decir de un equipo que cerró la doble fecha de eliminatorias sin anotar goles? Es evidente que no tenemos una nueva generación capaz de replicar los éxitos del periodo 2015-2022. No es culpa de los “malvados” árbitros de la Conmebol que anulan penales a último minuto, mientras inventan otros para los rivales. Tenemos una Selección limitada y punto.
EL MENÚ DE SIEMPRE
Todos los años se habla de la inversión en canteras de menores como la fórmula para resolver el problema. A estas alturas, es un cliché histórico: hace poco encontré en YouTube una entrevista de César Hildebrandt a Nolberto Solano en 2004 y el “Maestrito” proponía lo mismo, cuando ya estábamos fuera de Alemania 2006. Y si seguimos al mando de presidentes investigados por derechos televisivos amañados o ventas fraudulentas de entradas, seguiremos dando vueltas.
Y ahora Agustín Lozano no solo niega los cargos, sino que culpa a Gareca y a Oblitas del “avión parrandero” que llevó a la Selección al fallido Repechaje a Qatar 2022. Resulta absurdo imaginar al “Tigre” convocando a los presidentes de las ligas departamentales. Pero lo más surrealista es escuchar al mandamás de la Federación proponer una junta de expertos para definir la continuidad de Jorge Fossati y compañía.
Al margen de quienes sean estos jueces, ¿qué más se necesita para comprobar que este proceso no va a ninguna parte? Chile marcó cuatro goles en su remontada a Venezuela: más que nosotros en toda la Eliminatoria. ¿Eso acaso no les da una pista?
Nos encontramos a seis puntos del repechaje y a ocho de la clasificación directa. Casi no tenemos posesión del balón ni remates al arco. Ver los partidos ya no es solo un suplicio por las derrotas, sino también por el juego insípido de este Perú. En el último partido, realizamos 277 pases frente a los 822 de Argentina. Nuestros jugadores fueron prácticamente espectadores del encuentro.
UN ENTRENADOR SIN AMBICIÓN
En estas últimas semanas, Fossati ha mostrado sus peores cartas como profesional y persona. Si vamos a lo primero, sigue sin cambiar su esquema en cualquier circunstancia e improvisa a jugadores en diversas posiciones. Además, resultó penoso ver cómo en los últimos minutos del duelo con Argentina, en vez de alentar la búsqueda del empate, pedía calma a sus pupilos. ¿Dónde quedó el amor propio del equipo?
Y en cuanto al segundo aspecto, horas antes del partido, Fossati dijo que si lo querían destituir del cargo no era su problema. Con una respuesta de ese calibre demostró que sus motivaciones como técnico de Perú son nulas. No le interesa pasar a la historia ni gestar una hazaña. Su incentivo es simple y banal: un millonario quiere cobrar el último gran sueldo de su carrera antes del retiro inevitable.
No le exijo un amor genuino por el Perú. Porque los entrenadores extranjeros finalmente son asalariados sin una conexión real con el país donde trabajan. Solo basta con mirar a Gareca afirmando que cree en el jugador chileno o exclamando “pensá” en medio del último partido de “La Roja”. Tal como hacía con nosotros.
Lo que Fossati necesita es ambición personal. Debería pensar siquiera en reivindicar la caída de Uruguay ante Australia en el Repechaje a Alemania 2006. Pero no es capaz de establecer un paralelismo entre ambas selecciones y apostar por una solución diferente. Para nada. Solo atina a responder de forma soberbia y altanera, como si nos estuviera haciendo un favor al entrenarnos.
Hace mucho que dejó de ser el “Nonno”. Ahora recuerda más bien, a ese viejo profesor de colegio que se jacta de prescindir de la tecnología y se aferra a las separatas y las tizas. Jura que es un maestro ejemplar, pero en realidad, aburre a los alumnos con recursos obsoletos y monólogos interminables que no aportan en absoluto. Eso es Fossati.
Por eso debe marcharse. En los últimos días, circuló el chiste de que este señor debía aprovechar su paso por Buenos Aires para tomar el primer buquebus a Montevideo. No era mala idea. La Navidad se aproxima y qué mejor que pasarla con los seres queridos, en lugar de continuar en un trabajo que aborrece.
¿QUÉ NOS DEPARA EL FUTURO PRÓXIMO?
A posteriori, yo no tendría problemas en aceptar un entrenador nacional como DT de Perú para el 2025. Ya no nos jugamos la clasificación a Norteamérica 2026, así que deberíamos aprovechar las fechas FIFA para volver a un esquema de juego más ofensivo, así como convocar a jugadores de provincias y divisiones menores. Que los partidos sirvan como pruebas de laboratorio para los nuestros.
La opción de nacionalizar futbolistas siempre es tentativa como ya lo demuestra el caso de Felipe Chávez, el prometedor canterano del Bayern Múnich. Pero no debería ser la prioridad número uno, porque simplemente enmascara las deficiencias de la formación nacional de menores.
También se habló de la posibilidad de repatriar a Tiago Nunes desde Chile para que dirija a la Selección, pero no le tengo fe como alternativa. Puede que Nunes intente “recuperar” el juego de toque peruano, pero nuevamente estaríamos cometiendo el error de elegir un entrenador por sus méritos en el campeonato local. No confío. Pero por lo pronto, Ciao, Nonno. El Perú necesita gente comprometida.
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