Por Sebastián Guerra
Toda aquella persona que me conozca sabe que lo que el ambiente que me transforma y vuelve a un estado total de felicidad y electricidad es un estadio. Mi lugar en el mundo, como le digo yo. En un estadio, soy mi mejor versión, creo yo. No tengo límites, puedo gritar y correr. Aliento como en no puedo hacerlo en ningún otro lado. En fin, soy auténticamente Sebastián.
2019 fue mi última vez en un estadio. Soy de ir muy seguido, pero por distintos motivos no pude volver a asistir. El último partido al que asistí con unos amigos, fue el Universitario 1-0 Alianza Lima. Desde ahí nunca pude volver y luego se desató la pandemia.
Para el proceso de Rusia 2018 fui de los que siempre creyó. Fui a casi todos los partidos e hice locuras para ir a los partidos de Colombia y Nueva Zelanda, pues a mi familia le parecía injusto que nosotros no estemos en la foto final tras haber estado cuando nadie más creía. Aprendimos la lección y compramos todos el abono blanquirrojo, pero con la llegada de la pandemia y al ver que el panorama no cambiaba con los contagios, solicitamos el reembolso.
Este proceso lo sufro como ninguno, pues esperaba otro panorama y más allá de mi “optimismo realista”, la verdad es que yo iré a cada partido que me sea posible, pues como nos acostumbramos a decir los incondicionales en el camino a Rusia “no vengo por la clasificación, voy porque te amo”.
Así pues, llegó la hora de buscar entradas al Perú vs Bolivia. Semanas antes me contagié de COVID-19 y la verdad es que lo pasé mal porque te sientes absolutamente limitado. Me recuperé por completo, di negativo y 10 días luego estaba buscando entradas, pero se agotaron al minuto. El partido era jueves 11 y conseguí entradas en un ultimo intento realizado el miércoles a las 11 de la noche. Milagro, creo yo.
Camiseta lista, carné de vacunación, billetera y entrada también; fui con uno de mis mejores amigos al Nacional. Previo a entrar a la tribuna sur, me metí a la iglesia que está al lado del estadio para agradecer el curarme de esta maldita enfermedad que tantas voces apagó.
Entramos y desde el inicio volví a cantar, a saltar, a volver a ser yo. La selección saldría a calentar y todo se volvió una fiesta. El himno fue una autentica locura. Respetamos el de ellos, pero durante el partido, los jugadores entendieron que debían faltarle el respeto a Bolivia y así lo hicieron durante el primer tiempo. Los aplastamos y la tribuna gritó y se caía con cada gol de Lapadula, Cueva y Peña; de quien me declaro hincha por lo maravilloso de su juego.
Todos pedíamos a Farfán y Costa para el segundo tiempo, pero sobre todo pedíamos que no aflojen el ritmo y siempre vayamos al frente. Pitazo final y 3-0. Locura en la tribuna y la hinchada cantando más fuerte. Es la locura en la tribuna.
Querida selección, hoy te digo que no me importa como quede esto, gracias por hacerme disfrutar cada minuto de tu juego y permitirme enamorarme del estadio Nacional, pues ya lo estaba del Monumental. Querida selección, voy a creer en ti siempre y te veo de nuevo en enero, pues cuando nadie más crea, ahí estaré y ahora que volví a un estadio, no hay ni gripe ni corona que me pare. Hoy y siempre…¡ARRIBA PERÚ!
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