Por Sebastián Guerra
Antes de comenzar a escribir esto, confieso que nunca he sido el más hincha de Lionel Andrés Messi Cuccittini. Nunca discutí su juego, el cual siempre me deslumbró, pero desde mi punto de vista le faltaba algo: el rol de liderazgo. Ojo, soy consciente de que es un don que muy pocos tienen, pues lideres no son todos, pero en esa eterna discusión de comparar a Messi con Maradona, creo que Diego tenía un plus. La más grande prueba de esto son las palabras de Oscar Ruggeri luego de que Maradona, su compañero, falleciera: “Todos los capitanes tenemos el pensamiento de que este (Diego) era distinto a todos, pero encima era el mejor”.
Es inevitable que se vengan las comparaciones tan odiosas sobre el mejor futbolista de la historia. No solo con el popular “Pelusa”, sino también con otro fantástico futbolista actual: Cristiano Ronaldo, de quien se suele decir “aparece en los partidos importantes”.
El fútbol es como la vida misma; te da y te quita, te tiene en lo más alto por momentos, pero también suele ser injusta. ¿Alguien puede discutir a Lionel? ¿Podemos llegar al extremo de discutir y llamar “pecho frío” a un chico que se infiltra desde muy niño para poder cumplir su sueño? ¿Podemos criticar tan injustamente a alguien que semana a semana solo nos saca sonrisas por lo que puede hacer con un objeto tan sencillo como una pelota? Perdón, pero yo no puedo subirme a ese tren.
Multicampeón con el Barcelona de España, parte del mejor equipo que ha existido (el Barça de Guardiola), 6 veces ganador del Balón de Oro, 6 de Botas de Oro, pero a Leo se le criticaba el hecho de nunca haber ganado algo con Argentina, pero esto no es tan verdad, pues en los Juegos Olímpicos de Pekín 2008, Messi ganó con la albiceleste el tan preciado oro olímpico.
Hasta hace muy poco, Messi tenía 3 finales con Argentina (incluyendo una final de mundo), las 3 perdidas. La grandeza del 10 argentino sobrepasa cualquier límite, pues se le quería culpar el hecho que Argentina no ganara un campeonato hace 28 años. En términos prácticos, podemos decir que individualizó el deporte más colectivo de todos. Todo te daba la sensación de que no perdía el equipo albiceleste, perdía él.
El 11 de junio del 2021 comenzó la Copa América. Se jugó en Brasil y no en Argentina-Colombia como estaba previsto. Era quizás la última oportunidad de Leo para poder ganar algo con Argentina. La figura del fútbol mundial no se achicó nunca. A lo largo del torneo fue el que más pidió la pelota, el que más regates completó, el que más asistió a sus compañeros para que anoten, el que más chances de gol creó y también el que más goles convirtió. Una auténtica locura. Un campeonato así solo podía terminar con el consagrándose campeón, el cual todo el mundo (incluso una parte de fanáticos brasileños) quería que gane Messi. Me incluyo, pues sin ser el más seguidor del 10 azulgrana, el fútbol tenía que pagarle lo que tanto hizo por él. El fútbol, tantas veces injusto, tenía que ser justo con alguien al que Juan Pablo Varsky describe perfectamente: “la rutina de lo extraordinario”.
Lo que más quiero resaltar no es el buen juego que Messi desplegó en Brasil, pues a eso nos tiene mal acostumbrados porque el día que él no juega bien, se le destroza como a ninguno, pero no nos damos cuenta de que un partido malo suyo es un partido bueno para cualquier otro mortal.
El Leo de esta Copa América fue más Maradona que nunca. Se puso al equipo al hombro siempre, corrió por todo su país. A cada patada que le tiraban, se paraba con más ganas y a ese mismo que lo pateó, lo encaraba, lo pasaba y esta vez ninguna patada lo alcanzaba. Llegó a semifinales contra Colombia, terminó con el tobillo ensangrentado. Así y todo, en la tanda de penales, cogió la pelota y la puso donde solo él podía ponerla en un momento así: en el ángulo.
Cuando Yerry Mina falló su penal, le gritaba “Baila ahora”, recordando que el defensa colombiano bailó frente al portero uruguayo en la tanda de penales en la que Colombia venció a Uruguay en una instancia anterior del torneo. Argentino pasó a la final, pero Leo celebró con mesura. Él había estado en finales antes, pero las había perdido. Llegó a renunciar a la selección tras perder ante Chile en una final de Copa América. “Es increíble, pero no se me da”, decía el 10.
Como buen capitán que fue a lo largo del torneo, felicitó a todo su equipo, en especial a su arquero Emiliano Martínez, quien había sido figura en los penales. La final llegó y el escenario no pudo ser mejor, pues fue en el Maracaná, el mítico Maracaná. Ante Brasil, el local. Ante Neymar, su amigo. Argentina ganó 1-0 y acabó la sequía de campeonatos para los albicelestes tras 28 años.
A los capitanes no siempre los reconoces por como empujan el coche como todos, sino en la admiración y en el respeto que sus compañeros le tienen. Al silbatazo final, todos corrieron a abrazarlo a él. Messi arrodillado y en lágrimas, mientras se tapaba la cara era rodeado por todo su equipo, un equipo que declaró luego que querían ganar la copa, pero para él, pues lo merecía más que nadie.
En un torneo donde Argentina hizo 12 goles y el participó de manera directa en 9, en el mismo torneo donde fue elegido MVP y goleador, sí, en el mismo torneo en el que fue elegido mejor jugador del partido en 4 ocasiones, Messi y Argentina lograron un “Maracanazo”.
Leo, se te dio y todos los que amamos el fútbol, estamos contentos con eso. El fútbol debía ser justo contigo y lo fue. Gracias por tantas alegrías, Leo, pues a quienes amamos este maravilloso deporte, tu solo nos regalas alegrías. Cristiano, tu rival, ganó la Eurocopa el 10 de Julio del 2016; tú ganaste la Copa América el 10 de Julio del 2021. Que la cuenten como quieran, queda de constancia de que el fútbol fue justo el día 10 del mes 7.
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