Por Milovan Byrne
En el calendario anual, sabemos que el domingo 17 de abril no será un día común. En la fiesta de Pascua los católicos celebran la resurrección de Jesús. Sin embargo, será recordado para todos los amantes del fútbol peruano como el primer clásico con público después de dos años. El estadio Monumental adquiere un ambiental que impone calor en las tribunas, alentando a la crema de sus amores, pero Alianza Lima juega con el respaldo de sus millones de hinchas que, desde lejos, estarán apoyando a los once potrillos que saltarán al terreno de juego para combatir con la adversidad: jugar de visita, no estar en su mejor momento y las 60, 000 personas que alentaban en contra durante los 90 minutos. Las dos mayores hinchadas del país saldrán a jugar más que un partido de fútbol, pues habrá fricciones, reclamos, situaciones de gol y emociones sinfín. Después de un retraso de la terna arbitral y de algunos acontecimientos previos, el árbitro principal Kevin Ortega se lleva el silbato a la boca para empezar el partido. Se viene el clásico de los clásicos del fútbol peruano. ¡Que ruede la pelota!
El primer tiempo empezó con la “U” yéndose al ataque, buscando constantemente a Andy Polo por la banda derecha y por el medio a Hernán Novick, aunque sin mayor consistencia. Con el pasar de los minutos, Alianza fue ganando terreno, empezando a hacer triangulaciones en el medio campo mediante Pablo Lavandeira, Jairo Concha, Edgar “Pájaro” Benítez y Jopsemir Ballón, quienes se adueñaron de la pelota y empezaron a crear peligro en el arco contrario. Este cuarteto se caracterizaba por no tener una posición fija dentro del campo, sino que se movían por todo el frente de ataque, sobre todo, por las bandas para generar ocasiones de gol para el “Pirata” Barcos o el “Chaval” Benavente.
Dice la famosa frase que tanto llega el cántaro al agua, que se rompe. Y se rompió al minuto 26 cuando una pelota en ¾ de cancha encontró a Lavandeira. El uruguayo controló, levantó la cabeza y vio que Concha pasaba al costado suyo como una flecha disparada. El ex jugador de San Martín disparó al primer palo en el lado inferior izquierdo para decretar el 0-1 parcial de los “grones”. 4 minutos después, los “cremas” se encontraban amilanados por el gol y la escuadra de La Victoria aprovechó en buscar otro gol que empiece a sentenciar el clásico peruano.
Una pelota larga por la banda derecha en profundidad para Lavandeira encontró a Concha en el área. El 17 controló y le pegó un zurdazo fuerte en el cuadrante superior del arco defendido por José Carvallo. Era el 0-2 y los “blanquiazules” estaban dando un golpe de autoridad en el estadio crema. No solo estaban ganando con total justicia y siendo superiores, línea por línea en comparación con los titulares de Universitario, sino que habían regresado al juego pistero que tanto les habían caracterizado en su historia. Si naciste en este siglo, de seguro, identificaste que el juego de Alianza se refleja en los estilos de juego que los llevó a conseguir títulos a base de priorizar el juego largo y defensivo con Guillermo Sanguinetti, Pablo Bengoechea y en la actualidad, con Carlos Bustos. No soy nadie para criticar los estilos, ya que cada uno tiene su propia opinión de cómo jugar al fútbol. Lo importante es ganar los partidos y, obviamente, conseguir títulos. Pero si nos remontamos a la verdadera historia de Alianza Lima nos encontramos con un juego de calle desarrollado por jugadores nacidos, criados y desarrollados en los barrios de La Victoria, Rímac o Chorrillos como Teófilo Cubillas, César Cueto, Alejandro “Manguera” Villanueva, Perico León, Luis Escobar, entre otros. Y justamente este partido nos hizo recordar ese juego vistoso que desarrollaban aquellos míticos jugadores y que hicieron grande la historia de los “blanquiazules”. Sencillamente, no hay nada como jugar simple.
Después de los dos goles de Concha, los “merengues” se limpiaron la cara y dignos de la garra crema y aprovechando el aliento de 60,000 personas, fueron al ataque con más ganas que fútbol y consiguieron meter a Alianza en zona defensiva hasta el final del primer tiempo. Tiempo de una pausa, reflexión, corregir errores y salir a “matar” en el segundo tiempo. La “U” no voltea el marcador en los clásicos desde el año 2008 y se apela a ese dato y al orgullo de su gente para ir a ganar en el segundo tiempo.
El segundo tiempo arrancó con un cambio que estaba cantado. El público estaba pidiendo al extremo panameño, Alberto “Chiquitín” Quintero y el técnico de Universitario, Álvaro Gutiérrez, pecó de populista y lo hizo ingresar a pedido de la hinchada. A simple vista, era un cambio que parecía mandar un mensaje claro: vamos por la remontada. Sin embargo, el precio del populismo (la mayoría de las veces) juega en contra, ya que sacó a un volante central (Barreto) y perdió marca en el medio campo. Si de por sí estás siendo superado en el medio campo y faltan 45 minutos del segundo tiempo, ¿Por qué sacas a un volante para seguir siendo superado en esa parte del campo?. ¿Acaso el ataque era el problema?. Para mí, Gutiérrez se equivocó con ese cambio y justamente provocó que la U jugara de manera desordenada toda la parte complementaria.
De repente, una inspiración de Iván Santillán por la banda izquierda dejó parados a Fabio Rojas y a Concha y sacó un centro raso que trajo como consecuencia que, al rechazar la pelota, Pablo Míguez la introdujera en su propio arco y cometiera un autogol. 1-2 y había partido. De pronto, la hinchada crema comenzó a alentar con mayor intensidad, provocando que la “U” se creciera y se ilusionase con una remontada soñada. Asimismo, Alianza comenzó a defenderse más de la cuenta y empezaba a perder la pelota constantemente. Poco a poco, se empezaron a dar elementos claves que desembocaron al momento cúspide que iba a definir el partido.
En una jugada clave, Andy Polo disparó a pocos metros del arco “blanquiazul”. Una pelota que Campos atajó con las uñas y en un contraataque bárbaro, un centro del “Pájaro” Benítez llegó a la cabeza del delantero colombiano recién ingresado, Arley Rodríguez, quien conectó ante la marca de Quina y Santillán y concretó el tercero de Alianza. Este gol fue celebrado con euforia en la banca blanquiazul después del sufrimiento del descuento por parte de Santillán. Que increíble que el fútbol te pueda dejar dos emociones a la par. La felicidad de Alianza y la tristeza de los hinchas “cremas” en la grada. Después del gol, el partido se pasó a llamar Jairo Concha Fútbol club. El volante de Alianza fue un monólogo constante de creatividad que manejó los hilos del partido a su antojo, ya sea por derecha, en el medio o la izquierda. Incluso, asistió al “Pirata” Hernán Barcos para anotar el cuarto y cerrar una goleada histórica para el cuadro de La Victoria.
Pitazo final y los jugadores aliancistas se abrazaron de júbilo celebrando el triunfo histórico y no era para menos, pues por ¡primera vez! Alianza Lima le ganó a Universitario por una diferencia de tres goles en un cotejo jugado en el último siglo (desde 2001). Los triunfos en los cotejos disputados por los compadres en los últimos años – la mayoría de las veces – han sido por la mínima diferencia. Haciendo un paréntesis, este clásico ha sido uno de los mejores que he presenciado porque fue más inspiración que transpiración, más creativo que friccionado y, sobre todo, con muchas emociones de por medio como es característico de estos partidos. El “Rodillo negro” resucita y le da otro aire a Carlos Bustos, quien parece haber “resucitado” dándole un segundo envión anímico al encontrar la alineación y el equipo para afrontar lo que queda del torneo Apertura y pelear por clasificar a Octavos de final o como mínimo, pelear en la Copa Libertadores. En cambio, Álvaro Gutiérrez origina debates sobre los diversos errores que han motivado que se cuestione su permanencia en el equipo, por el estilo de juego que propone que, a simple vista, no tenemos claro. Se vienen días difíciles en el cuadro crema, pero no me cabe duda de que le darán vuelta a la situación porque tienen jugadores para jugar de una mejor manera. En ese día de Resurrección, los aliancistas terminarán la pascua, como lo que verdaderamente significa: la liberación del mal y el surgimiento de un nuevo porvenir.
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