Por Sergio Herrera Deza
El estadio no es precisamente una fiesta aquella noche de marzo del 2013. A pesar que el partido entre los New York Mets y los White Sox es auspicioso por el prestigio de ambas escuadras, el público se limitaba a conversar y reír en las gradas. Hasta que le toca batear a Matt Harvey para los Mets. Con una disposición notable y movimientos casi teatrales, Harvey logró marcar dos lanzamientos exitosos en hilo. El tercero culminó en fracaso, pero le permitió recorrer el campo de juego. Mientras lo hacía, la tragedia se apoderó de la escena: Harvey no paraba de sangrar por la nariz. Aun así, jamás perdió el liderazgo del partido y logro realizar más de 120 lanzamientos en nueve entradas. Como si se tratase de un soldado herido que dirigía en solitario a su pelotón a tomar una cabeza de playa.
Pero Harvey no parecía saber de dónde venía la bala y lo único que le importaba eran los resultados. “Me pasó lo mismo en 2012, no sé si sea el clima, el viaje, los largos tramos en avión o simplemente la presión”, dijo poco después, luego de una derrota ante Los Dodgers de Los Ángeles. Tuvo que pasar casi una década para que la verdad fuese develada. Y no estuvo exenta de una tragedia: el 1 de julio del 2019, Tyler Skaggs, otro reconocido lanzador de los Angelinos, fue encontrado muerto. Se había ahogado con su vómito tras ingerir altas dosis de alcohol, fentanilo y oxicodona. Le faltaban 12 días para cumplir 28 años.
Durante las investigaciones judiciales, los ex compañeros de Skaggs fueron obligados a declarar sobre su responsabilidad en el caso. Entre ellos se encontraba Matt Harvey, quien el 15 de febrero de 2022 lanzó una bomba mediática durante el juicio legal: él le recomendó consumir oxicodona a Skaggs. Cuando le preguntaron la razón, su respuesta fue impactante. “Todos los jugadores hacen todo lo posible para mantenerse activos en el terreno. Yo pensaba que estaba siendo un buen compañero”.
Más adelante, Harvey admitió que consumía cocaína regularmente para mantenerse despierto. Así quedaba demostrado que los asistentes de aquel lejano duelo entre los Mets y los Sox no habían presenciado un sangrado por estrés. Si no, el sufrimiento de un hombre atrapado en la drogadicción. Por un simple motivo: mantener el nivel.
Tuvieron que transcurrir nueve años desde el accidente inicial para que Harvey confiese su adicción a las drogas. Su caso es una muestra de la normalización que existe este consumo entre los beisbolistas de la MLB. Ante esta historia, cabe preguntarse ¿Cómo un hábito tan destructivo ha logrado permanecer en el béisbol profesional durante tantos años? Para resolver esta duda, el presente ensayo se encargará de analizar las causas de la drogadicción masiva en la MLB, así como las políticas que se están llevando para combatir esta problemática.
Sanciones simbólicas:
La drogadicción en las Grandes Ligas se remonta a varias décadas atrás. Ya en 1986, once jugadores fueron suspendidos por haber consumido anteriormente heroína, morfina, marihuana o cocaína. Entre los cabecillas se encontraban Keith Hernández (Mets de Nueva York), Joaquín Andújar (Atléticos de Oakland), Dale Berra (Yankees de Nueva York), entre otros. El comisionado de la MLB, Peter Ueberroth, los suspendió inicialmente, aunque luego rebajó la sanción al someterlos a pruebas antidrogas por el resto de su carrera, así como a donar el 5 o 10% de su sueldo a asociaciones que combaten la drogadicción. “Espero que esto sirva de ejemplo para el resto de profesionales”, sentenció Ueberroth por aquel entonces.
La realidad era más bien, distinta. En 1983, cuatro jugadores de los Reales de Kansas City fueron suspendidos de la temporada de 1984. Sin embargo, la MLB permitió una apelación y el castigo se redujo. Dos años después, se suspendió en Pittsburgh, a nueve jugadores de las Grandes Ligas por vínculos con redes de tráfico de cocaína. Al final, la MLB decidió que otorgasen declaraciones sobre los implicados a cambio de levantar las sanciones. El único condenado a prisión fue Kevin Koch, la mascota de los Piratas de Pittsburgh, quien era el principal distribuidor de drogas en el equipo.
Se aprecia desde entonces una doble moral con respecto al consumo de drogas. Por un lado, la acción inmediata consistía en suspender a los jugadores para demostrar dureza ante la indisciplina. Sin embargo, los comisionados buscaban, asimismo, mantener limpia la imagen de la MLB. Así que se recurrían a “castigos” como las donaciones obligatorias a las asociaciones antidrogas. Una medida que aparentaba ser positiva en el papel, pero que, en la práctica, sabe a poco si tomamos en cuenta los salarios millonarios de muchos jugadores. Como muestra, Dave Winfield, el agente libre mejor pagado de la década de 1980, ganaba alrededor de $23 millones anuales.
La búsqueda de un chivo expiatorio:
Por otro lado, la MLB recién llegaría a un acuerdo sobre pruebas antidrogas a fines de 2002. Un informe de ESPN Deportes señala que a raíz de este documento se instauraron pruebas de orina en 2004, y dos años después, pruebas de anfetaminas. A pesar de los avances, se mantuvo la indiferencia hacia el consumo de cocaína hasta que, en el 2019, la muerte de Skaggs llevó a la implementación de las primeras pruebas de opioides. Incluso, se repiten patrones como la búsqueda de un chivo expiatorio que rebaje la implicancia de los jugadores en la distribución de drogas.
Como ejemplo, el juicio del caso Skaggs, declaró como culpable de la muerte a Eric Kay. Este personaje era un ex empleado de los Angelinos que le suministraba pastillas con fentanilo a los jugadores del equipo según los testimonios de estos últimos. Sin embargo, la celeridad de la acusación ha causado controversia, pues deslinda por ahora a los demás jugadores de los Angelinos de su responsabilidad en el caso. Más aún, su sentencia a definirse el próximo 28 de junio, le impone como mínimo 20 años de prisión, así como una multa de $1 millón.
A pesar que Kay afirmó que los directivos del club sí eran conscientes del tráfico de opioides, la administración negó estas acusaciones. Argumentaron que habían realizado una investigación donde negaban que la gerencia haya sido consciente del tráfico de opioides. En respuesta, la fiscal adjunta Lindsey Beran declaró que el juicio “era sobre una persona”, es decir que estaba parcializado para inculpar a un solo hombre. No es descabellado pensar que esta sea la intención, ya que hasta entonces, ninguno de los otros “clientes” de Kay ha sido sancionado. Ni siquiera los suspendieron provisionalmente como en los tiempos de Ueberoth. Al punto que el pasado 9 de abril, la web oficial de la MLB informó que Matt Harvey estaba negociando un contrato de liga menor para fichar por los Orioles de Baltimore. La nota únicamente habla de la “posibilidad de una suspensión”, debido al juicio de Kay.
Medidas tibias ante una problemática grave:
De acuerdo a un artículo de Los Ángeles Times de febrero del 2022, la MLB llevará a cabo su propia investigación que determine la verdadera responsabilidad del club de los Angelinos en la circulación de drogas. Para ello, consideran que el testimonio de Kay durante su juicio será muy importante. Hasta entonces, se nota una actitud complaciente de la MLB hacia los jugadores infractores y los directivos del club. En su lugar, se buscan chivos expiatorios como Kay que sirven para cargar todo el peso de un escándalo sobre sus espaldas. No es muy diferente al encarcelamiento que sufrió el dealer Kevin Koch y a la exoneración que tuvieron los jugadores consumidores de cocaína, hace casi cuarenta años.
Fuera de las investigaciones judiciales y su eventual desenlace, la MLB afronta otro problema grave: la expiración del acuerdo antidrogas. Esta anomalía se dio a raíz del paro patronal de diciembre del 2021, mediante el cual toda actividad deportiva organizada por la MLB se suspendió. El mismo día expiró el acuerdo antidrogas. A partir de entonces, no se han realizado más pruebas antidopaje, un hecho que se volvió mediático recién en febrero de este año, dos meses después.
La MLB nuevamente apostó por la retórica: en los últimos meses, les negó el ingreso al Salón de la Fama a Barry Bonds y Roger Clemens por sospechar que usaban esteroides durante el juego. Sin embargo, la Liga no se ha pronunciado oficialmente sobre la restitución de las pruebas. Más aún en un contexto tan delicado donde el caso Skaggs demostraría la negligencia de los directivos hacia el consumo de drogas.
Finalmente, conviene preguntarse si la MLB ha atacado la cuestión de fondo: la reducción del calendario de las temporadas para evitar el desgaste de los jugadores. En este plano, tampoco se ha avanzado mucho: la única propuesta de la MLB fue cuando en el 2015, el entonces comisionado Rob Manfred sugirió que reduciría de 162 a 154 juegos por temporada. Manfred señaló la principal justificación de los clubes para no acatar esta nueva política: la negativa a perder los ingresos por entradas de partidos locales. Asimismo, los clubes luego usarían esta disminución de beneficios como excusa para reducir los salarios de los jugadores. De este modo, se generaba un círculo vicioso que mantiene el status quo hasta el día de hoy. Una profecía que se volvería cierta, pues Manfred no volvió a insistir más con la propuesta. Y hasta el día de hoy, las temporadas de la MLB consisten en 162 juegos.
Para concluir, la adicción a las drogas estimulantes (cocaína, anfetaminas) y esteroides entre los beisbolistas de la MLB tiene sus orígenes en el cansancio extremo que provoca el calendario exigente de la Liga. Este ha sido un problema percibido por los comisionados de la MLB en las últimas décadas; sin embargo, se tomaban sanciones laxas que no lograban disuadir a los jugadores de mantener el consumo de drogas. Mediante este encubrimiento la MLB buscaba mantener limpia su imagen, así como evitar perder inversiones económicas en la suspensión de jugadores. No obstante, la opinión pública exigía culpables, por lo que utilizaban “chivos expiatorios” que cargaban con todo el peso penal del caso. Esta es una realidad que se presenta hasta nuestros días, desde el caso de los Piratas en 1984, hasta el juicio a Eric Kay en 2022. Por otro lado, si bien, se presentaron avances en torno a las pruebas de esteroides, la cocaína se mantuvo al margen de los detectores. Una negligencia que traería fatales consecuencias, entre ellas la muerte de jugadores como Tyler Skaggs. Finalmente, la cancelación del acuerdo antidrogas y la inflexibilidad del calendario generan incertidumbre sobre el futuro del juego limpio, la salud física y mental de los jugadores y, en última instancia, la credibilidad de la MLB.
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