Por Milovan Byrne
Año tras año los equipos peruanos fracasan a nivel internacional. Parece que esto ya es una cadena repetida de todos los años, que poco a poco, se está asemejando a una costumbre nacional. Como hinchas nos emocionamos cuando Alianza Lima, Sporting Cristal y Universitario le hacen partidazos a equipos brasileños y argentinos (no importa que hagamos un plan ultra defensivo con los once jugadores atrás de la pelota o que no ataquemos nunca) pero nos ponemos más tristes que la canción “No surprises” de Radiohead cuando reciben goleadas en las que son superados notablemente en todos los aspectos del juego.
En principio, la reflexión que sale a flote es que el problema es netamente del balompié nacional. Sin embargo, cuando vemos el ejemplo de FBC Melgar que triunfa con jugadores jóvenes como Jorge Cabezudo, Paolo Reyna y Alexis Arias en la Copa Sudamericana es preciso pensar si el problema es una cuestión coyuntural deportiva nacional o de cada uno de los equipos peruanos. Si nos pusiéramos a buscar culpables y pasar la responsabilidad a otros, nunca resolveremos el problema de raíz que engloba al fútbol nacional que parte de un trabajo responsable y ético de las divisiones menores junto con la educación del futbolista y un trabajo emocional psicológico del jugador. No esperemos que un trabajo a corto plazo, con la finalidad de ganar el partido siguiente, propicie competir de manera internacional o ganar torneos internacionales. El cambio estructural está mal enfocado. Si queremos un verdadero cambio debemos ir sembrando las semillas desde ahora para ver los frutos del trabajo en el futuro.
Vamos a empezar con el camino que tiene que recorrer un futbolista. Imaginémonos a Pedrito. Él tiene 6 años y quiere ser futbolista profesional. Él proviene de una familia que tiene una condición socioeconómica de clase media-baja; por ende, estudia en un colegio de esa categoría y los ingresos de sus padres alcanzan para mantener a Pedrito con los principales servicios básicos (salud, educación y nutrición). Dado estos datos, el primer paso que tendría que dar para ser futbolista sería inscribirse en una academia (fútbol recreativo) o en una escuela competitiva (fútbol competitivo). Durante esta etapa, es común que los padres de familia coloquen a sus hijos para que vayan desarrollando su talento y ver hasta qué punto pueden llegar. Para esto, una academia puede costar más de 500 soles mensuales entre matrícula, uniforme, pensión y pasajes. Esto es constatado por la información de Depor donde se muestra el pago de dichas mensualidades en cuatro clubes que refleja el alto costo de inversión que hacen los padres de familia.
Por otro lado, un problema que no es minúsculo es la inexistencia de verdaderos formadores de fútbol en nuestro país. Para esto, es necesario saber la diferencia entre un entrenador y un formador. El entrenador es el que enseña la táctica y técnica en el campo del juego desde un aspecto deportivo con una metodología que lo ayude a conseguir objetivos (ganar partidos y campeonatos). En cambio, el formador enseña lo mismo que el entrenador, pero priorizando mucho más el valor comunicacional y la escucha del deportista para el logro de los objetivos. Esto impulsa e incrementa la importancia de contratar formadores, porque como menciona el ex – futbolista argentino Jorge Valdano: “el entrenador de jóvenes futbolistas que sepa entender la magnitud docente de su función, entenderá que el fútbol es un vehículo de refinamiento cultural tan bueno como cualquier otro”. En otras palabras, Valdano explica que el formador no forma jugadores, forma personas exitosas con valores y con responsabilidad emocional para afrontar las dificultades de la vida. Lamentablemente, en nuestro país no se impulsa la contratación de los formadores de fútbol y la mayoría de los entrenadores son personas que buscan beneficiarse económicamente a través de comisiones que exige para que el niño entre a la academia, tenga preferencias e incluso para que sea titular en el equipo. A esto se suma que, en la actualidad, hay muy pocas academias que regalan becas. No obstante, hay entrenadores que sí enseñan buscando el bien del deportista, pero para su infortunio, no poseen todos los recursos necesarios para enseñar. Esto me lleva a presentar mi tercer punto, que es la poca inversión en las divisiones menores.
Para un adecuado desarrollo del futbolista, hace falta una inversión grande a nivel nacional, como lo han hecho otras naciones. En la última década han invertido: Inglaterra (6,1 millones de euros), Alemania (5,3 millones de euros) y España (3,1 millones de euros), porque entendieron que un trabajo a largo plazo era un éxito asegurado, algo que en el presente ya dio fruto. Futbolistas como Phil Foden (Inglaterra), Karim Adeyemi (Alemania) y Pedri (España) son tres de los quince futbolistas más prometedores a nivel mundial, según la revista France Football. Si nos centramos en los equipos, el histórico Barcelona de Pep Guardiola ganó la Champions League 2010-2011 con ocho de sus once futbolistas titulares formados en la Masía, el centro de formación académica y deportiva de los futuros jugadores del Barcelona. A nivel sudamericano, el equipo ecuatoriano Independiente del Valle gasta 1,5 millones de dólares en la inversión de sus divisiones menores desde el año 2010. ¿La recompensa? Salió subcampeón de la Copa Libertadores en el 2016, fue campeón de la Copa Sudamericana en el 2019 y campeón de la Recopa Sudamericana en el 2020. Haciendo una comparación con estos datos, el Perú no invierte ni siquiera medio millón de soles (132,000 dólares aproximadamente) en sus divisiones menores. Con todos estos datos pregunto ¿Cómo les exigimos resultados si no tienen una inversión correcta?. ¿Acaso los clubes peruanos prefieren resultados cortos que largos? ¿Por qué los clubes peruanos no incrementan la inversión hacia las divisiones menores en vez de gastar un dineral en fichar a jugadores extranjeros? Habría que preguntarles a los dirigentes deportivos.
Volviendo a la formación del futbolista, conforme pasan los años, el nivel de competitividad aumenta y al seguir prosperando en el deporte rey, obliga a que los padres de familia mantengan un nivel de inversión estable durante varios años. Si Pedrito entra a la academia a los 6 años y debuta a los 16, 17 o 18 años en primera división, obliga a que por lo menos por una década el padre de familia aporte anualmente al club con la finalidad de que pueda seguir prosperando. El entrenador César “Chalaca” González explica: “Yo debo ayudar a mis jugadores con pasaje, a encontrar una cancha para ir a entrenar, a organizarnos para ir a la playa y entrenar. Me está pasando y lo sufro con los chicos. Ellos empiezan a entrenar a las 7 de la mañana, se levantaron a las 5 a.m., tomaron el carro a las 6 a.m. y no desayunaron. ¿Hacia dónde estamos apuntando?”. Si calculamos el cuadro anterior de arriba, un padre de familia tendría que pagar casi 60,000 soles por 10 años sin contar con el presupuesto extra que aportan en el crecimiento del deportista como un psicólogo, un nutricionista, un preparador físico personal, entre otros. Este costo alto obliga a que la mayoría abandone su gran sueño de jugar al fútbol por el alto costo que esto implica. Por lo tanto, al final terminan jugando futbolistas con familias que pueden sobrellevar dicho costo en vez del futbolista con más talento. Más que academias de fútbol, son academias lucrativas. Algo de no creerlo. En un país donde se prioriza más el dinero que el talento, tal vez no sería descabellado preguntarnos el porqué del fracaso como sociedad.
Si hasta este momento consideran que el proceso es largo, lo que viene los dejará más sorprendidos. Imaginémonos que Pedrito logró sobrepasar todas las dificultades y que está listo para debutar en primera división. Cuando llegan y los ponen a jugar, no saben conceptos básicos como dar un cambio de frente, un pase diagonal o cubrir el espacio dejado por un compañero ¿Cómo es posible eso?. Les adelanto la respuesta: La no contratación de formadores. Los resultados los vemos por adelantado en la sub-15, 17 o 20, cuando los futuros “jotitas” son humillados constantemente por países que sí invierten en las divisiones menores como Brasil, Argentina, Ecuador, Colombia, entre otros. No se trata de contratar formadores que estudien cursos de 1 o 2 meses, sino de mandar a estudiar al extranjero a personas relacionadas con el deporte, a estudiar diplomados de varios años en Europa y que cuando terminen asuman esos puestos automáticamente.
Asimismo, últimamente se hacen muchas convocatorias para reunir las futuras promesas del fútbol peruano organizadas por “formadores” cobrando una cuota de 10 soles. En la prueba, juegan partidos donde demuestran su talento. La mayoría de estos chicos son personas de clase social c-d-e-f. Por lo tanto, estos chicos no les sobra el dinero. Me pregunto ¿es justo que hagan el esfuerzo de ir al casting para solo decirles “nosotros te llamaremos”?. La respuesta es simple: Al 90% de los chicos nunca los llaman y al 10 % restante los convocan y si ven que la situación familiar no es la adecuada a nivel económico no los promocionan ni los ayudan. ¿Y los demás chicos?. ¿Qué hacen con los chicos? Se vuelven invisibles. Para qué convocar a más de 1000 chicos si al final se van a perder con el tiempo. Cantidad no es calidad. Esta es una triste realidad que la Federación Peruana de Fútbol debería corregir elaborando un padrón de esos chicos y organizando campeonatos de forma gratuita, en los cuales se invite a los clubes de liga 1 y liga 2 para que los recluten. Los clubes necesitan talentos y los jóvenes una oportunidad.
Ricardo Gareca mencionaba en su última conferencia de prensa lo siguiente: “Perú necesita que los chicos compitan y la única manera de que lo hagan es el deporte y la educación”. Y es que sí tiene razón. Para nuestra mala fortuna, no tenemos ninguno de esos dos aspectos desarrollados. Si deseamos cambiar esta situación, se debe dar un golpe de autoridad y ponerse a trabajar de verdad. Si queremos que Pedrito llegue a ser futbolista, no debe pasar tantas dificultades para hacerlo. Si vamos a exigir resultados a nivel internacional, pues empecemos a exigir una mejor inversión en las divisiones menores. ¡El futuro empieza ahora!.
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