Por Fernando De La Rosa
Se suele decir que el deporte es un lenguaje universal, que no entiende de idiomas ni geografía, que es capaz de unir y también, paradójicamente, desunir. Al hablar de deportes colectivos, lo que quiere decir, de deportes con equipos y, por ende, de aficionados apoyando, unos más y otros menos, a un conjunto de personas que se dan íntegro por su equipo; los sentimientos producidos son mayores en cantidad e intensidad. El baloncesto no es ajeno a ello. Y al mencionar este deporte, inevitablemente se tiene que nombrar a la liga más competitiva, atractiva y fuerte económicamente: la National Basketball Association, más conocida por las siglas NBA.
La NBA, desde su fundación en 1946 como Basketball Association of America, inició con once franquicias de, lógicamente, once ciudades distintas del territorio estadounidense. Algunos de estos equipos continúan en la liga en los tres cuartos de siglo que lleva la competición, e incluso manteniendo sus nombres de origen, como los Boston Celtics o los New York Knicks. Otros cambiaron de nombre o se fusionaron entre sí, pero preservando la ciudad en la que fue fundada la franquicia, como los Chicago Stags, Toronto Huskies o Cleveland Rebels, los cuales podrían ser identificados hoy como los Chicago Bulls, Toronto Raptors o Cleveland Cavaliers, respectivamente. Y también hay equipos que cambiaron de nombre, de ciudad, de dueños, casi de todo, al punto de la desaparición. Ese es el caso de los Seattle Supersonics.
Si bien no fue parte de las franquicias fundadoras de la NBA, el otrora equipo de esta ciudad, ubicada en Washington y cuyo nombre hace alusión a la fabricación en Seattle del primer avión supersónico estadounidense, inició su andadura deportiva en 1967, de la mano de Sam Schulman. Nacido en 1910, el empresario neoyorquino y propietario de los Supersonics en aquella época fue impulsor de que Washington tenga por primera vez una propia franquicia profesional.
Tal es la importancia de Schulman en el estado, que uno de los periódicos más importantes de la zona, el Seattle Times, lo nombró en 1999 como una de las 25 personas más importantes del deporte en Seattle en los últimos 100 años. Y no es para menos, pues, para Steve Kelley, columnista de deportes del Seattle Times 1, “él hizo de la ciudad una liga mayor”, “Éramos una ciudad deportiva atrasada”, “fue el dueño del único equipo en la historia moderna de la ciudad que ganó un campeonato mundial”. Enunciados como estos justifican la relevancia y enaltecen el nombre de Sam Schulman en la ciudad. Sin embargo, al no estar presente en la NBA desde hace varios años, los aficionados, nostálgicos, recordarán la temporada 1978-79 y la valorarán como algo épico, esperando así el retorno de su equipo a la máxima división del baloncesto nacional; por ello, recordar a los Supersonics y avizorar las opciones de regresar a la NBA es relevante.
La primera temporada de los Seattle Supersonics no fue buena: un récord de 23 victorias y 59 derrotas fue el saldo en la temporada regular. Un año después, para la temporada 1968-69, el equipo realizó un traspaso de un jugador que, inicialmente, desempeñaba la función de base. Curiosamente, para la siguiente temporada, fue jugador y entrenador, pero ello no le impidió ser el máximo asistidor en dicha temporada. Lenny Wilkens es una de las primeras personas recordadas al mencionar la franquicia. A Wilkens se le sumó en aquella época Spencer Haywood, considerado el mejor rookie o debutante de la competición a inicios de los 70s. Es así como el equipo logró su primera temporada con un balance positivo de 47 triunfos y 35 derrotas en la 1971-72.
El crecimiento deportivo era evidente. Aún con el traspaso de Wilkens y, seguramente, el pesimismo de la afición por desprenderse de un pilar, los Supersonics, dirigidos por Bill Russell, llegaron por primera vez a los playoffs en la 1974-75. Al año siguiente dejaría el equipo Haywood, seguido de Russell. Los siguientes años fueron complicados en lo deportivo, por lo que Wilkens regresó en 1977 a la dirección técnica, y el efecto fue inmediato: campeones de la Conferencia Oeste, pero, lastimosamente para la franquicia, derrotados en la final contra el campeón de la otra conferencia, los Washington Bullets.
La temporada 1978-79 es la más recordada para los Supersonics. Nuevamente llegó a la final, pero esta vez ganó el título de la temporada con un marcador de 4-1 en la serie, la cual se puede considerar como revancha, dado que enfrentaron otra vez a los Washington Bullets, equipo que los había vencido en su anterior final. Este fue el único título en la historia de la franquicia, y también uno de los últimos buenos momentos del equipo. Hechos en los 80s como la venta de la franquicia de Schulman a otro empresario, traspasos definitivos de jugadores como Wilkens, el retiro de una leyenda como Fred Brown y sus 13 años en el equipo, hacían presagiar un futuro inestable en el equipo.
Llegaron jugadores destacados como Shawn Kemp o Gary Payton a fines de los 80s; contrataron a George Karl como entrenador a inicios de los 90s; obtuvieron un balance de 63-19 en la temporada regular de 1993-94, algo histórico para aquella época, pero que no sirvió al ser eliminados en primera ronda de los playoffs; e incluso alcanzaron la final de la NBA en la temporada 1995-96, pero no pudieron ante el arrasador presente de Michael Jordan y los Chicago Bulls. De una u otra forma, los Supersonics no lograron repetir la gesta de 1979 ni acercarse a aquellas temporadas exitosas. Ello, sumado a los traspasos de jugadores importantes de la franquicia entre fines de los 90s e inicios de los 2000, y un nuevo cambio de dueño en 2006, no hacían más que desestabilizar el equipo y alimentar el miedo de los aficionados, no por los malos resultados, sino por un rumor que cobraba cada vez más fuerza: la franquicia se trasladaría de estado, por lo que deberían dejar el nombre de Seattle Supersonics. Y así fue.
Lo real es que los Supersonics no han dejado de existir. Ya no existe una franquicia llamada Seattle Supersonics que forme parte de los 30 equipos que actualmente componen la NBA. El hecho es que siguen vigentes, pero con otro nombre. Clayton Bennett debe ser una persona no muy querida en Seattle, pues fue el empresario que compró al equipo en 2006, aun con el nombre de Seattle Supersonics, pero tuvo desde un inicio la clara intención de realizar el traslado de la franquicia a Oklahoma, ciudad en la que, coincidentemente, nació.
Después de la temporada 2007-08, cuyo balance fue el peor en la historia de la franquicia con 20-62, Bennett concretó su objetivo de trasladar la franquicia a su ciudad natal. Por tanto, Seattle se quedó sin el equipo de su ciudad en la NBA, y desde ahí, los intentos para resurgir a los Supersonics y devolverlo a la élite del baloncesto han sido numerosos, mas no prosperaron. La NBA comenzó desde su fundación con 11 equipos, cifra que aumentaba cada vez tras un proceso llamado “expansión”, en la cual se integran equipos a la competición cada cierto tiempo. Así, la liga está conformada por 30 franquicias desde 2004. La cantidad de equipos depende de que, primero, exista una propuesta sólida de inclusión de un equipo; pero, principalmente, la decisión recae en el comisionado de la NBA, Adam Silver. Es sabida su postura sobre la expansión y el rechazo hacia este, pues, para él, una expansión frenaría el crecimiento y afectaría la estabilidad de la liga. Sin embargo, dicha posición pudo cambiar por la pandemia.
Debido a las pérdidas económicas por la paralización de todas las actividades en marzo del 2020, la NBA, para la temporada 2019-20, sufrió el 40% de pérdidas de ingresos que recibía habitualmente, es decir, en un contexto prepandemia2; el valor de las franquicias se devaluaba y los salarios de los jugadores, superior a una media de 7 millones de dólares por equipo, eran inalcanzables hasta para las franquicias más fuertes económicamente. En otras palabras, solo el gasto en salarios era imposible de asumir por la reducción considerable de ingresos por el COVID-19, porque los equipos y la liga ingresaban muy por debajo de lo que gastaban.
En ese sentido, según Brian Windhorst, periodista de ESPN, “la NBA podría aceptar a dos nuevas franquicias por un precio de admisión de 2.500 millones por cada una de ellas. Esos 5.000 millones serían para las treinta franquicias ya existentes: 166,6 para cada una”. Y es esta la luz que vieron los aficionados de los Supersonics.
Al ya haber hecho su propia historia como Oklahoma City Thunder en la NBA, el equipo, bajo este nuevo nombre, no regresará a llamarse Seattle Supersonics. Al menos mientras esté Bennett como propietario. Por ello, la propia alcaldesa de Seattle dejó en claro el año pasado, el último de su periodo en el cargo, que la ciudad era la primera ubicada en la fila para tener una franquicia en la NBA en caso se produzca una expansión, y así se lo trasmitió al comisionado Silver con decirle que “la realidad es que no hay una ciudad en mejor posición para tener un equipo”. La consolidación de las 30 franquicias actuales en la liga; una mayor división de ganancias en caso se sumen dos equipos a la NBA y, por ende, una leve reducción en los ingresos para los 30 equipos; o el hecho de que el Draft tenga que modificarse por la inclusión de estas franquicias. Son factores negativos que suelen exponer aquellos en contra de que se realice la expansión. De todas formas, la ciudad de Seattle no pierde la esperanza de ver a su equipo regresar a la competición.
Actualmente, en la Women´s National Basketball Association, la liga femenina de baloncesto en Estados Unidos, con 4 títulos conseguidos en la WNBA, en 2004, 2010, 2018 y 2020, las Seattle Storm son lo más propio de la ciudad a nivel de baloncesto. El equipo femenino y masculino, los Supersonics, fueron comprados a la vez por Clay Bennett, pero por razones administrativas, las Storm se desvincularon de su equipo hermano, el cual se fue a Oklahoma. Es así como, hoy en día, disputan sus partidos en el KeyArena, escenario que puede recibir a más de 17 mil personas. Allí, los aficionados disfrutan de Sue Bird, referente de las Storm con una amplia trayectoria en la WNBA: 12 veces parte del All-Star Game, 19 temporadas en el equipo y parte de los 4 títulos obtenidos. A sus 41 años, sus logros no solo son a nivel nacional, sino también internacional, como las 5 medallas de oro olímpicas y los 4 campeonatos mundiales FIBA, cifras sin precedentes en el baloncesto femenino e, incluso, masculino.
Oklahoma City continúa forjando su historia en la NBA a través de su equipo, los Thunder. En Seattle, claro está, no consideran a esta franquicia como parte de la ciudad. Los Supersonics calaron hondo en ellos. Posiblemente, al mínimo acontecimiento que denote un presente irregular administrativamente en un equipo de la NBA, ven una luz al final del túnel. Las Storm compiten, ganan, y tienen el reconocimiento de la ciudad; pero la historia más rica del baloncesto, y quizá del deporte en Seattle, lo lograron los Supersonics, y allí se formó el sentimiento de pertenencia de la ciudad con ellos. No parece haber alguna novedad a la vista, pero los aficionados seguirán a la expectativa, y soñarán con el retorno de su equipo a la NBA a una velocidad “supersónica”, pues dicen que la esperanza es lo último que se pierde.
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