Por Enzo Callegari
Nos situamos en “Roma” una pequeña urbanización en el distrito de Cercado de Lima. Es un verano del año 2014 y un pequeño y robusto Nicolás de 11 años está apunto de atravesar un momento crucial en su vida, en el que va a descubrir el amor a primera vista o, mejor dicho, a primer asalto
Él se encuentra jugando un famoso videojuego de sobrevivencia mientras escucha, con poco interés, la fragorosa reprimenda de su madre, la cual, retumbando en toda su casa, exigía un cambio en su sedentario estilo de vida. En un inicio, hizo caso omiso a estas amonestaciones; sin embargo, el tiempo terminó acabando con la paciencia de ella y obligó a Nicolás a elegir una actividad física para realizar por el resto del verano. No se dio cuenta en ese momento, pero su madre le terminó haciendo uno de los favores más significativos de su vida.
“Recuerdo que mi madre me mandó a buscar algún deporte para hacer durante el verano. Entre las disciplinas que se enseñaban en el club al que me iba a inscribir se encontraba la esgrima y decidí anotarme para ver si este deporte me llamaba la atención. Finalmente, con el paso del tiempo, me terminó gustando. Increíblemente, ahora represento al Perú internacionalmente”.
Y así fue, Nicolás Zagal se inscribió en clases de esgrima con expectativas no tan altas en cuanto a lo que lo podría ofrecer esta disciplina; no obstante, con el paso del tiempo, obtuvo un gran gusto por el deporte como nos menciona y tanto él como sus profesores se dieron cuenta de que tenía una gran habilidad y una facilidad para realizar la técnica requerida.
“En lo que vendría a ser lo básico en la técnica de la esgrima, como son la guardia, ataques y demás, personalmente, se me hizo bastante fácil el proceso de aprendizaje”.
Finalizado el verano de ese año y con ello también las clases de esgrima, el pequeño Nicolás quedó fascinado con la actividad que realizó durante aquellos dos meses y con todo lo que este deporte lo ofrecía. No solo encontró gusto en este, sino que la esgrima también le inculcó el deseo de tener a la actividad física en general como hábito. Es así que tomó interés por otros deportes como el fútbol. Justo a mitad de ese año se desarrollaría el Mundial 2014 y tenía mucha ilusión de seguir la competición, a pesar de que la selección peruana no se había clasificado. Menciona que en aquella Copa del Mundo hinchó por el equipo argentino y que más allá del espectáculo que generaba el mejor jugador del mundo en ese entonces, Lionel Messi, el jugador que más le impactó fue Sergio “Chiquito” Romero, el portero de la albiceleste. De esta forma, Nicolás, descubrió el amor por otro deporte, el fútbol. Y también por una posición en específico, la del guardameta.
“Recuerdo con mucho cariño el Mundial 2014, ya que hizo que le encuentre un gusto muy grande al fútbol. Cuando “Chiquito” atajó esos penales en la tanda ante Holanda, quedé muy impactado y me llamó mucho la atención el puesto de arquero”.
Regresando con la esgrima, tanto fue el agrado de Nicolás hacia esta y el contento de sus entrenadores sobre su desempeño, que fue invitado a seguir en practicando la disciplina durante el resto del año, para que, con mucho esfuerzo y dedicación, se puedan obtener frutos en el futuro. Él, sin titubear, aceptó y siguió meneando la espada por muchos años más, y al mismo tiempo, en el colegio y en otros distintos contextos, jugaba al fútbol en la posición de portero, participando en distintos torneos. Sin embargó, la esgrima ocupaba un espacio más serio e importante en su mente, pues el fútbol lo veía como una actividad más recreativa, pero, sin duda alguna, le guardaba un profundo cariño.
A inicios del año 2016, Nicolás pasaría por uno de los episodios más duros de su vida deportiva, pues sufriría una lesión que complicó su estadía en las canchas y su continuidad en los entrenamientos de esgrima. Se encontraba disputando el torneo de fútbol de su colegio y en una divida en la que salió a proteger su arco, el delantero rival le propició una dura entrada que afectó mucho su pie derecho. No obstante, el diagnóstico fue alentador, pues fue tan solo un esguince de primer grado en el tobillo que con un poco de hielo desinflamaría y solo le impediría realizar actividad física por dos semanas. Nicolás pensó que todo había quedado ahí, pero meses después, también en un partido de fútbol, tras un mal movimiento, se sintió el tobillo. Esta vez no tuvo la misma suerte en el diagnóstico, ya que el esguince fue mucho más grave, debido a que provocó que se rompa los ligamentos. Esto hizo que se tenga que alejar por mucho tiempo del fútbol y la esgrima, e, incluso, ameritó una operación para su recuperación.
¿Qué tan duro fue atravesar estas lesiones? De pronto su voz se torna un tanto melancólica y menciona: “No solo me afectó físicamente al no poder entrenar, sino que en lo psicológico me generaba mucha tristeza e impotencia el estar postrado en una cama. Fueron 5 largos meses de recuperación, los que pude haber aprovechado entrenando, pero bueno, así haya tomado mucho tiempo, estoy muy agradecido, porque la lesión evolucionó muy bien y a día de hoy no presento molestia alguna”.
Apenas estuvo habilitado para realizar actividad física, en lo único que pensó Nicolás fue en entrenar, ya que iba a participar en su primera competencia de esgrima. En julio de 2017, un Nicolás, ya más maduro, de 14 años, formó parte de un ranking chileno en Arica, en el que, sorprendiendo a propios y extraños, obtuvo la medalla de tercer lugar en la categoría de mayores.
Tiempo después, de igual forma, compitió en otros rankings realizando performances bastante positivas, las cuales lo llevarían a representar al país en competiciones mucho más importantes. En el año 2021, logró clasificarse al Sudamericano que se llevó a cabo en Colombia y a inicios del presente año participó en el Panamericano realizado en Lima. Todos estos logros han hecho posible que Nicolás Zagal sea considerado como el mejor esgrimista peruano en su categoría, la juvenil. Sí, leyó bien, el número uno a nivel nacional.
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