Por Milovan Byrne
Según Isaac Newton, la teoría de la gravedad es “según sus postulados, los objetos se atraen de acuerdo a su masa y la distancia entre sus centros: si la distancia aumenta, la fuerza disminuye, y si la masa aumenta, la fuerza es más intensa”. Esta teoría no podría explicar mejor la final que se viene entre Argentina y Francia.
A lo largo de la historia, Argentina y Francia han sido dos países con similitudes, capaces de ser polos de atracción desde varios aspectos de su historia hasta la actualidad. Si hablamos de caudillos de guerra, José de San Martín y Napoleón Bonaparte fueron parte importante de la historia mundial, uno como independista y el otro como conquistador. Si hablamos de literatura, podríamos comentar que Jorge Luis Borges y Julio Cortázar han contribuido en la literatura latinoamericana, como también lo hicieron Gustave Flaubert y Honoré de Balzac en el país del croissant. Si hablamos de cantantes, Carlos Gardel y Charles Aznavour son fieles representantes de sus países. Aunque quizá lo que más pueden atraerse con mayor intensidad son las personalidades de sus ciudadanos, siendo el ego la principal característica de Francia y Argentina. Por el lado de Argentina, el ego que proyectan sobre las cosas que desarrollan se puede catalogar como una excesiva confianza haciendo parte de una autoestima nacional. Se sienten “el pueblo elegido” y eso se torna desde la figura de un personaje como Gardel hasta un personaje incorrecto como Maradona que lo alaban solo por tener un Mundial extraordinario y haberse “vengado” de Inglaterra por la guerra de las Malvinas eliminándolos en Cuartos de final del Mundial de México 1986. En el último caso, no faltan quienes lo consideran como un dios. Sin embargo, dicho ego parece ocultar un complejo de inferioridad. Caso contrario es el de los franceses, quienes, debido a su historia de grandeza, sumado a su espíritu nacionalista, origina que sus ciudadanos tengan como principal rasgo de su identidad una auto seguridad tanto culturalmente como intelectualmente.
Desde un aspecto más futbolístico, Francia y Argentina también han tenido una historia particular en su manera de vivir. Con respecto de las barras bravas, los ultras por parte de Francia y las barras bravas por parte de Argentina son grandes, pero peligrosas maneras de vivir el fútbol llegando al límite de la violencia, peligro y, sobre todo, perjudicando a los otros espectadores. Asimismo, en su participación mundialista, ambos han ganado 2 campeonatos de fútbol, en los cuales tenían dos figuras principales que marcaban la diferencia en sus equipos (Maradona con Argentina en México 1986 y Zidane con Francia en Francia 1998). Asimismo, en 2 copas del mundo ambas escuadras se enfrentaron. En la primera ocasión, en 1978, en el país “gaucho” con victoria argentina, siendo posteriormente campeón ganándole en la final a Holanda por 3-1. La segunda en Rusia 2018 enfrentándose en Octavos de final siendo Francia la ganadora del partido por 4-3 y posteriormente campeón derrotando a Croacia por 4-2 en la final.
Si nos centramos específicamente en este Mundial, Argentina y Francia también encuentran similitudes. Por el lado del conjunto sudamericano, Argentina encontró su alineación a partir del desliz en el primer partido ante Arabia Saudita y la pérdida de la racha de 36 partidos ininterrumpidos sin perder. Antes de ese partido, era característico que Argentina jugara con 4-3-3. Sin embargo, desde el partido posterior a Arabia Saudita, empezaron a cambiar de intérpretes como el ingreso de Alexis Mc Allister por el “Papu” Gómez, cambiar al “fideo” Ángel Di María por un central más como Lisandro Martínez para armar una línea de 5 centrales, poner a Enzo Fernández por Leandro Paredes, entre otros cambios que ayudaron que Argentina de la mano de Lionel Scaloni pueda allanar el camino hacia la consecución de ganar la Copa del Mundo. Por otra parte, el seleccionado europeo a través de su técnico Didier Deschamps ha descubierto nuevos elementos para poder desarrollar su juego. Ante la baja de sus principales mediocampistas como Paul Pogba y Nkolo Ganté, Deschamps apostó en primer lugar por el joven mediocampista del Real Madrid, Aurélien Tchouaméni y Adrien Rabiot siendo este último reemplazado por el volante del Mónaco, Youssouf Fofana. Asimismo, la defensa también ha cambiado notablemente, ya que cambió por completo sus laterales, pasando por jugadores ofensivos como Benjamín Pavard y Lucas Hernández, a un lateral que también tiene despliegue ofensivo como Theo Hernández y a un central reconvertido en lateral que tiene mayor vocación defensiva como Jules Koundé. Además, la inclusión de Raphael Varane por Dayot Upamecano ha sido crucial en los últimos partidos para mantener la solidez defensiva en el cuadro de la marsellesa.
Dejando a un lado las similitudes de ambos países, yo quiero exponer el punto claro del por qué este artículo se llama Teoría de la gravedad. No sé cuál será el resultado de la final, ni como se desarrollará ni menos aún cuantos goles puede haber por partido, debido a que una final de un Mundial disputado cada 4 años es muy impredecible, pero tengo una certeza: sé que ambos cuadros tienen dos monstruos en cada lado, capaces de aparecer con un gol, asistencia o un regate cuando el telón se está bajando. Esos jugadores se llaman Lionel Messi y Kylian Mbappé. Dos auténticos jugadorazos, aunque con diferentes características. Un Messi más parecido a un pianista, capaz de manejar las teclas de una selección Argentina en el partido: temporizando cuando el equipo necesita, aportando desde lo colectivo a partir de una asistencia, gol o regate o siendo el ejemplo de su equipo yendo a marcar endurecidamente cuando el equipo más lo necesita. Un líder total. Mbappé, siendo más joven, todavía no es un líder completo desde el carácter o madurez que Francia necesita, pero sí es un correcaminos capaz de regatear o aparecer en el momento que nadie se lo espera. Y todo a partir de solo utilizar su velocidad. Un atleta reconvertido en futbolista. Pese a eso, la teoría de la gravedad se vuelve a aparecer en sus carreras. Ambos tienen la oportunidad de agigantar sus carreras y quedar en el olimpo de los máximos referentes del deporte. Si Messi gana, no habrá duda de que será el mejor de la historia, incluso superando a los legendarios Pelé o Maradona. Si gana Mbappé, se meterá, como mínimo, en el top 10 de los mejores futbolistas de la historia al ganar 2 mundiales de manera consecutiva y lo más probable es que gane su primer balón de oro. Un factor importante para empezar a reclamar su puesto entre los mejores futbolistas de la historia.
Definitivamente, la historia estará escrita el domingo 18 de diciembre en el Lusail Stadium cuando Francia y Argentina vuelvan a disputar la decimoséptima final de la historia de los Mundiales. Solo queda reflejar que, la próxima vez que mencionen que Francia y Argentina son países totalmente opuestos, habrá que ir a la historia y explicar que ambos países son dignos representantes de la teoría de la gravedad: cuanto más se atraigan, más fuerza se intensifica.
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