Por Lorenzo Pérez Córdova
Cada vez más, el deporte se ha alejado de su máximo principio: el desarrollo de la sociedad, en base a la superación de retos autoimpuestos, para convertirse en un simple medio para otros fines.
En el mundo helénico surgió un conjunto de competiciones atléticas que ponían a prueba la destreza, la belleza y la nobleza humana. Los juegos practicados en Olimpia fueron considerados como un regalo de los dioses para la Antigua Grecia. Las coronas de olivo, símbolo de la gloria eterna, eran entregadas a los ganadores, debido al origen divino y noble que tenía dicha competición. Estos se llevaron a cabo en el año 776 a.C. y cesaron en 393 d.C. debido a que fueron considerados como actos paganos. Desde esa fecha, la humanidad debió esperar hasta finales del siglo XIX para poder verlos nuevamente. El historiador, escritor y educador francés Pierre de Coubertin, responsable de su modernización, intentó mantener su finalidad: la superación del hombre en todas sus facetas. Sin embargo, hoy, la naturaleza de su significado puede ser alterado según los intereses de las distintas esferas de poder. En este artículo repasaremos algunos pasajes de la historia de los Juegos Olímpicos donde el deporte se vio afectado por otros intereses.
Para empezar, el deporte comprende dos tipos de valoraciones: la autotélica y la instrumental. No obstante, para los autores Steenbergen y Tamboer, este, tras su modernización, no puede ser más entendido en su forma autotélica, intrínseca, debido a que se ve rodeado de esferas más poderosas que sostienen otros intereses. Entonces, se puede hablar de una instrumentalización del deporte.
En la historia de los Juegos Olímpicos existen algunos hechos donde se ha podido observar cómo el deporte ha pasado a ser un simple medio para otros fines. Para los Juegos Olímpicos Berlín 1936, el régimen nazi invirtió́ treinta millones de dólares en infraestructura y tecnología, una cifra bastante alta si tenemos en cuenta que, para la realización de su predecesora, Los Ángeles 1932, se habían invertido dos millones y medio de dólares. La finalidad de aquellos Juegos había sido difundir la propaganda política nazi. En los Juegos de Melbourne 1956 aconteció uno de los hechos más famosos que involucró tanto el deporte como la política: el baño sangriento de Melbourne. Un mes antes de la apertura de los Juegos una parte del pueblo húngaro había alzado su voz para elegir su propio sistema político, el cual pretendía alejarse del comunismo impuesto por la URSS. Sin embargo, el poderío de la Unión Soviética terminó reprimiéndolos. Esto generó un conflicto muy grande entre las dos naciones. Las selecciones de waterpolo tanto de Hungría como de la URSS trasladaron esas tensiones políticas al campo de juego: el jugador soviético Valentin Prokopov le dio un codazo al húngaro Ervin Zádor, que lo dejó sangrando. A estos hechos se le suman los boicots en los Juegos de Moscú 1980 y Los Ángeles 1984, por parte de las dos máximas potencias deportivas y políticas: los Estados Unidos y la Unión Soviética. El motivo de estos actos fue demostrar su poderío frente al otro. Una vez más, la finalidad intrínseca del deporte quedaba relegada.
Aquellos escenarios grafican como el deporte se ha visto en medio de intereses no loables. No obstante, existen casos memorables donde ha servido para realzar la dignidad humana. En 1948, el neurólogo Ludwig Guttmann había organizado los Juegos de Stoke Mandeville, que serían los predecesores de los Juegos Paralímpicos. El noble objetivo de Guttmann fue reinsertar, a través del deporte, a los heridos de médula espinal a la sociedad, brindándoles una mejor autoestima. Asimismo, la Copa Mundial de Rugby de 1995, le permitió a Nelson Mandela unir a Sudáfrica después del apartheid.
Los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 arriban en un contexto mundial duro: la pandemia de la Covid-19 aún no ha cesado. Por tal motivo, distintas críticas se han hecho escuchar. Por ejemplo, el New England Journal of Medicine (NEJM) recomendó su cancelación e incluso instó a la Organización Mundial de la Salud (OMS) su intervención. A esto se le suma los presuntos actos de corrupción del empresario japonés Hiroyuki Takahashi hacia los miembros del Comité Olímpico Internacional (COI) para que la sede de la 125ª edición de los Juegos Olímpicos se disputará en Tokio.
Como hemos podido ver, la interpretación que se le puede dar al deporte es ambigua: puede ser un medio para la propaganda política o para reivindicar la dignidad humana. La esencia de estas prácticas no debe ser corrompidas por intereses ajenos que la atenten.
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