Por Martín Gonzalez
A través del futbol, los fanáticos reflejamos nuestra propia vida. Banalizamos situaciones importantes para poder estar un poco más cerca de los colores que reflejan nuestra manera de pensar, actuar y vivir. Desde muy chicos, juramos amor eterno, y nos mantenemos firmes en nuestra palabra, tanto en el apogeo, como en las tardes grisáceas llenas de amargura. Esto, por supuesto, no inhibe aquellos comportamientos irracionales que tanto se normalizan en este ambiente tan masculino cómo tóxico. ¿En qué momento aparecen estos? Simple, en los peores. Si en las buenas, todo es paz, armonía, felicidad y bonanza, cuando las cosas empiezan a tornarse difíciles, lo peor de nuestras personalidades sale a la luz. Exponen miserias y comportamientos arcaicos. Nos muestra tal y cómo somos.
Pero ¿qué voy a hablar yo de afrontar de momentos complicados? Aquellos que visten de crema. Aquellos que ensalzan su pasión por su camiseta y la defienden a pesar de que no logran hacerle justicia a su historia y a pesar de todo están allí cada fin de semana, saben de qué hablo.
Por ellos, por los 26 títulos conseguidos en el terreno de juego, por la historia que rodea a una institución que nació para luchar, pero sobre todo para ganar, es que me veo obligado a darle un espacio a un análisis digno de profundidad periodística subjetiva.
“La U sin problemas es el paraíso”.
Han pasado más de 9 años desde que Miguel Ángel Torres, esbozando una hermosa sonrisa, decía aquella frase. Frase de consuelo y esperanza para cualquiera que espera romper con aquella fatídica racha.
En 2013, y a más de 3200 metros sobre el nivel del mar, la «U» tocaba el cielo con las manos. Lo hacía por última vez. Ha pasado tanto tiempo, que incluso la voz de dicha conquista hoy descansa en paz. Curiosamente, era uno de los más felices con dicha estrella. Un equipo lleno de canteranos brindaba al pueblo crema la que sería la última de gran alegría, mientras una crisis financiera, deportiva e institucional asomaba.
Piero Quispe, quien hoy carga con la presión de ser la próxima figura salida de las canteras merengues, tenía tan solo 12 años. Alex Valera, el hombre del gol, no superaba los 17 años, y Luis Urruti, con 20, volvía de un parcial retiro futbolístico producto de la partida de su padre. Ninguno de estos es hoy titular en la U, pero, son unidos por el sentimiento, casi exclusivo, denominado garra crema. Aquello con lo que buscan revertir esta mala situación.
El hincha merengue recrimina la mala racha con duros señalamientos a los futbolistas, a los cuales califican de poco dignos en llevar dicha camiseta. ¿Por qué a un futbolista profesional con trayectoria le “pesaría” la camiseta de Universitario? Desde mi análisis, por no mostrar la suficiente masculinidad como lo hacían los campeones de antaño. ¿A qué me refiero con esto? Simple, y hay todo un contexto histórico detrás que, al menos desde mi posición, dejaría todo más claro.
Si bien es cierto, la época más resaltante de la U en cuanto a competiciones internacionales toma lugar entre los 60s y 70s, es la década de los 90s la más recordada y extrañada. Y esto va desde las tribunas, la tan temida Trinchera Norte. Portentoso nombre, muy alejado de algo deportivo, sino más relacionado a lo bélico, a la guerra, al esfuerzo sobrenatural. Los peruanos de la época, tan decepcionados de los conflictos políticos y sociales, encontraron su lugar en los estadios, en donde tenían una libertad única e irrepetible fuera de ese espacio. Podía ser el Nacional, Lolo Fernández o hasta Matute, pero ellos siempre estaban allí con una actitud desafiante. “Nos vamos a matute y que chucha va a pasar” repetían. Primera masculinidad que detecto.
Los futbolistas, quienes no vivían alejados de la realidad peruana, usaron aquellos antecedentes para forjar un carácter duro, sin expresiones emocionales. No había espacio para la debilidad. ¿Por qué lo habría? Si muchos de ellos crecieron en las calles, rodeados de peligros día y noche. Si se ponen a pensar, ¿Cuántos cumplen estas características? Y eso que no he mencionado ningún nombre.
Finalmente, los entrenadores y dirigentes, siempre enfocados en tener a lo mejor de lo mejor. Quizás no porque lo necesitaban, sino porque era necesario “gritarle en la cara al rival” que eran más grandes. Más poderosos.
Sin entrar al debate ambiguo acerca de que tanto benefició o perjudicó aquel pensamiento al club, lo hizo algo único. Hizo de la U un equipo con garra. Garra que se trasladó de los terrenos de juego a la vida misma. ¿Cuántos de ustedes afrontan la vida así? Dando todo hasta las últimas consecuencias. Algo hermoso, que a pesar de los momentos complicados, no se puede perder. Nunca.
Han pasado horas desde que se anunció la salida del último estratega del club: Carlos Compagnucci. Una vez más, muy resistido tanto por hombres como mujeres que relucen la U en el pecho. Pero hay algo que complementa mi posición con respecto a las masculinidades y su relación con este último. Luego del anuncio oficial, el periodista Gustavo Peralta anunció que este se despidió entre lágrimas de los futbolistas. Los retuits con citaciones no se hicieron esperar.
“¿Ven? No tenía el carácter ni la personalidad para ser entrenador de la U”
Comentarios así evidenciaban toda mi teoría. Pueden comprobarlo ustedes mismos.
En estos casi 10 años de sequía e impotencia desbordante, el club ha cambiado de entrenador en más de 13 ocasiones, demostrando así la inestabilidad en la que están inmersos. ¿Cómo evalúan a los candidatos al buzo? Es una pregunta muy seria. ¿Estadísticas y títulos? ¿Esquemas que usa?
Desde mi punto de vista, un entrenador puede haber ganado muy poco, o tener una experiencia relativamente corta, pero hay algo que no le puede faltar: Inteligencia interpersonal. Saber llegar y convencer a sus dirigidos de lo que son capaces de hacer, de lo que pueden lograr con él a la cabeza. ¿Creen que es coincidencia que Gregorio Pérez haya sido el último en ilusionar al Monumental entero con el ansiado título?
En los momentos complicados como los que se viven actualmente, con el rival de toda la vida desbordando felicidad tras un bicampeonato histórico, es importante la prudencia y paciencia. La mochila cada vez pesa más, y hasta cierto punto, el fracaso se ha vuelto algo rutinario. Pero, no hay maldición que dure para siempre, ni garra crema que lo resista. Como diría Gregorio Pérez, “nadie es más importante que todos juntos, y todos juntos somos la U”.
Deja una respuesta