Por José Manuel Quintana
Aquel apelativo de la figura de Disney era usado, en el argot futbolístico, para calificar a una selección débil, inerte, principalmente dormida. Hoy los hechos mandan y son imposible de evitar. Hay un país sumido en una profunda crisis -en varios aspectos- que ha encontrado en el fútbol una demostración de que se puede salir adelante. ‘Mano, tengo fe’ ha dado la vuelta al mundo y con justicia. La esperanza de clasificar por primera vez a una justa mundialista está más latente que nunca. Con seis pasajes directos y un repechaje para el Mundial 2026, se estima que con 20 puntos alcanza para asegurar como mínimo la repesca. Actualmente la ‘Vinotinto’ de Fernando Batista y un grupo de jugadores jóvenes con gran presente y futuro, aunado a los experimentados (Rondón y Rincón), han logrado más de un tercio de lo que se necesita. Algún incrédulo o inocente hincha resentido del fútbol endose los logros de Venezuela, a nivel futbolístico, al simple azar del destino, pero la historia no va por ahí.
El 11 de junio del 2017, en Indonesia, se disputaba la final del Mundial de la FIFA categoría sub-20. En ese momento sí era una sorpresa que Venezuela sea noticia por disputar los siete partidos de un Mundial y no por las protestas sociales y disparates de su mandatario, mientras iniciaba la diáspora venezolana que llegó en gran proporción al Perú. Pero los muchachos que dirigía Rafael Dudamel mostraron su valía y, a pesar de la derrota frente a la potente Inglaterra, dejaron en lo más alto el nombre de su país. De aquella oncena que jugó la final del Mundial, son varios los jugadores que hoy, sí hoy, integran el equipo que está cuarto en las actuales Eliminatorias. Yeferson Soteldo, Samuel Sosa, Nahuel Ferraresi o Yangel Herrera, pilar en el Girona puntero de La Liga, son algunos de los nombres que integraron esa rutilante participación venezolana en Indonesia. Y no se puede dejar de mencionar a Wuilker Fariñez, quien sufrió una dura lesión y no está presente en estas fechas, y Jan Hurtado.
Mientras se redacta esta columna, la ‘Vinotinto’ terminó dentro de las mejores 16 selecciones del mundo en el Mundial Sub-17 que se disputó en Indonesia, territorio más que conocido para los llaneros. Este martes se midieron ante la ‘Albiceleste’ por un lugar en los cuartos de final y cayeron derrotados. Esto no es casualidad, no son burbujas ni eventos excluyentes; es trabajo que hoy está rindiendo frutos.
Para encontrar responsables de lo positivo debemos remitirnos a la época en que el argentino Pastoriza dirigía a la ‘Vinotinto’. Luego, vino, por ejemplo, Richard Páez, DT de Venezuela que clasificó a su país por primera vez a unos cuartos de final de Copa América en 2007. Cómo no recordar a César Farías y la destacada participación en la Copa América de Argentina 2011; en las clasificatorias para el Mundial de Brasil 2014, pelearon palmo a palmo con Uruguay. En ese proceso le ganaron a la Argentina de Messi, con un testarazo inolvidable de Fernando Amorebieta en la calurosa Puerto La Cruz. Y no quedó ahí, la imagen fue mejorando. En la última fecha del clasificatorio a Rusia, cuando la ‘Vinotinto’ ya no se jugaba nada y Paraguay todo, dieron el golpe en Asunción, esto último al mando de Dudamel. Los tres técnicos previamente mencionados, fueron locales.
Reducir el éxito actual de la Selección Venezolana a una simple casualidad es no tener dos dedos de frente. La realidad manda y el futuro cercano asoma una visita a la capital limeña, donde nunca la camiseta del color que formó por la combinación de los colores de su bandera salió victoriosa. Por ahora, Venezuela tiene fe, pero es una fe sustentada, con base para que todos sus hinchas, muchos fuera y aquellos que vibraron con los atrevidos movimientos de Soteldo en nuestro país, crean.
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