Por Dax Canchari
La selección peruana de vóley sub-17 avanzó a los cuartos de final tras una victoria agónica por 3-2 ante Argentina, en un enfrentamiento que llegó hasta el tie break.
El Coliseo Dibós vibraba con una energía desbordante mientras la multitud, en perfecta sincronía, hacía la ola. Lo más sorprendente no era el marcador congelado en 0-0 anunciando el cuarto set, sino la capacidad de los espectadores para mantenerse firmes, sin un atisbo de vértigo.
—¡VAMOS CHICAS! ¡DENLO TODO! ¡PERÚ, PERÚ, PERÚ!—gritaba una señora desde la tribuna general hacia la cancha.
La selección peruana de vóley sub-17 avanzó a los octavos de final. Aunque su debut fue una derrota ante Brasil (0‑3), las ‘matadorcitas’ demostraron su fortaleza al imponerse en sus otros dos encuentros de la fase de grupos, venciendo a Canadá (3‑0) y a República Dominicana (3‑1).
Y es que cada set disputado mostró la madurez de las jóvenes jugadoras, quienes supieron canalizar la euforia a su favor, evitando que se convirtiera en una distracción. Al fin y al cabo, nadie te prepara para las vocales que retumban en el estadio con cada rebote del balón en las muñecas. Los “¡Eeeh! ¡Ohhhh! ¡Aaahh! ¡Uuuhh!”, e incluso un “¡Iiih!” que surge al presenciar a una voleibolista deslizarse dolorosamente de rodillas para evitar entregar un punto al equipo contrario.
—¿Qué set es este? ¿El primero? —preguntaban con dolor los recién llegados al ver el marcador desfavorable.
—¡Terminen ya! —exclamó, mientras saltaba hacia su asiento con una hamburguesa en mano, un espectador que volvía tras un largo tour por los stands de comida fuera del coliseo. La lechuga colgaba de un lado de su boca, manchada de cremas.
—¡Mata más fuerte! ¡Ponle más fuerza al golpe! —vociferó su esposa, con un tono al borde de lo denunciable.
El marcador mostraba un 25-24 a favor de República Dominicana. Era el tercer set y había pasado casi hora y media (marcando las 21.00 horas). Totalmente comprensible.
La selección, ajena a las disputas que surgían en las gradas, luchaba punto tras punto. El entrenador Antonio Rizola, quien había planteado a inicios de mes un objetivo modesto en la competencia debido a la diferencia de nivel, se encontraba casi al borde de la línea blanca, levantando la voz para ofrecer nuevas indicaciones o felicitar una buena jugada.
—¡Perú, Perú, Perú! —vociferaba un hombre de mediana edad, moreno, de casi metro sesenta, con cabello rizado y desordenado hasta los hombros. Con la bandera en mano, la agitaba con fuerza hacia adelante y hacia atrás.
Contratado o no, animaba fielmente todos los partidos hasta la fecha, junto a la banda ubicada en la parte superior de las gradas, que lo acompañaba en el canto de la icónica canción ‘Contigo Perú’ cada vez que el pitazo pausaba el juego.
“MONSTER TRACK” se podía leer en la pantalla que anunciaba los puntos cada que las ‘matadorcitas’ tomaba una ventaja de más de 10 puntos. Sin embargo, tratar de cronometrar cuánto demoran en marcar cada punto oscilaba entre el minuto o los 10 segundos. Consecuentemente, los partidos duraban hora y media o dos horas.
—Estos partidos sacan lo peor y lo mejor de mí —refunfuñaba una espectadora sin dirigirse a nadie en particular. Aprovechando el cambio de set, se levantó para tomarse una selfie con la cancha de fondo.
Su sonrisa, de oreja a oreja, contrastaba con su queja anterior.
PERÚ – ARGENTINA
“Perú entre los ocho mejores del mundo”. Esa era la vibrante expectativa mientras se desarrollaba el partido.
El duelo en Lima se convirtió en un épico tira y afloja. Peruanas y argentinas llevaron el enfrentamiento hasta el ‘tie break’, sin ceder ni un centímetro. Finalmente, la ‘bicolor’ selló su victoria agónica por 3-2 (21-25, 25-19, 25-20, 21-25, 15-13), desatando una ola de euforia en su hinchada.
Paola Moreano, con una actuación estelar, y Gianella Chanca, con su brillante contribución, fueron las máximas anotadoras del equipo nacional, sumando 22 y 17 puntos, respectivamente. La mayor puntuadora del encuentro fue la argentina Justina Fortes, quien acumuló 26 puntos y se reveló como una auténtica tormenta para las locales.
Las chicas finalmente cayeron ante el combinado japonés, actual campeón asiático de la categoría. Pese a ello, siempre se sintió respaldada por el fervor incondicional de su público en casa que le permitión luchar con indudable determinación para estar entre las 8 mejores del mundo.
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