Por Sergio Herrera
Entradas caras, banderazos sin público y rivales directos que se disparan en la tabla delinean el contexto de la Selección Peruana de Fútbol. Atrás quedaron los tiempos de la mejor hinchada del mundo y el juego de toque al ritmo del “chocolate”. En la última semana de eliminatoria ganamos solo un punto de seis posibles en esta nueva doble fecha frente a Colombia y Ecuador. En total sumamos tres puntos de 24 posibles en las eliminatorias a la Copa del Mundo más fáciles de la historia. Un verdadero desastre futbolístico.
Sí, hubo chispazos de lucidez en el partido con la subcampeona de América como los desbordes puntuales de Peña, pero opacados por el flojo desempeño de nuestros delanteros: un impreciso Lapadula, incapaz de controlar su tendencia al offside y un Valera que ofrece algunas de cal y otras de arena. Disfrazado de héroe al asistir el esperanzador gol de Callens ante Colombia y blanco de pifias en el duelo ante Ecuador por su actitud dubitativa durante las escasas llegadas de Perú al área de Galíndez.
Correcta actuación de la defensa en ambos partidos, aunque los bloopers de Santamaría ya comienzan a exasperar. Aunque si aún no recibimos goleadas al estilo de la era “Chemo” el mayor mérito es de Gallese y sus atajadas decisivas. Lo demás es simplemente desdeñable: un mediocampo que sufre para recuperar balones y directamente no arma juego. Simplemente es frustrante ver cómo todas las selecciones de Conmebol someten a Perú desde el arranque con la posesión de la pelota. Lo que debería ser una noche de espectáculo se transforma en una llamada al estrés.
Nuevamente confirmamos la crisis de un equipo marcado por el liderazgo inepto en la Federación, la pobre preparación de los nuevos jugadores, el nulo compromiso de las viejas glorias y más recientemente, la elección de un entrenador poco adecuado para liderar una remontada. Porque nos gustaría que las similitudes entre el uruguayo Jorge Fossati y el repudiado Juan Reynoso se limitasen al hecho que ambos lograron campeonar la liga local con Universitario.
No es así. Ya ha transcurrido casi un año y apreciamos perfiles similares: cero autocrítica, apuesta por jugadores en bajo nivel, mala relación con la prensa, esquemas ultra defensivos y una negativa al cambio que asusta. Hay que esclarecer este panorama, aunque algunos todavía se nieguen a admitirlo: no porque uno sea extranjero y el otro peruano debemos ser más benevolentes. El colerón de Fossati, cuando la prensa le cuestionó su decisión de realizar tres cambios en el tiro de esquina que derivó en el gol colombiano, es fácilmente comparable a las reflexiones delirantes de Reynoso sobre qué es realmente un disparo al arco.
A Fossati no lo contrataron por ganar la Copa Sudamericana con LDU de Quito o su clasificación al repechaje de Alemania 2006 con Uruguay, sino porque lideró a la “U” en una cuasi heroica gesta en la liga peruana que lo llevó a apagar la ilusión del tricampeonato de Alianza Lima en Matute. Allí reside la justificación, así como en un buen desempeño frente a “grandes” como Mannucci, Unión Comercio, Deportivo Municipal y otros tantos. Sin olvidar la baja cotización de sus servicios, en comparación a alternativas como José Pékerman, Jorge Sampaoli e incluso, Gabriel Milito.
¿Hubo más signos de que Fossati no era el nombre más adecuado para tomar las riendas de la descarriada blanquirroja? Sí, de hecho no hay que remontarse muy atrás. En septiembre de 2023, el diario chileno La Tercera entrevistó al entonces DT de Universitario. Como es de suponer, los periodistas no estaban allí para analizar las victorias de “la U” en el Clausura peruano.
Las eliminatorias a Norteamérica 2026 recién comenzaban y el Chile de Berizzo estaba por enfrentar a la Uruguay de Marcelo Bielsa. Fiel al estilo revolucionario que había aplicado años antes en las selecciones de Argentina y el propio Chile, Bielsa decidió prescindir de los veteranos Luis Suárez y Edinson Cavani en detrimento de las jóvenes promesas como Núñez y Valverde.
Ante esto, la opinión de Fossati importaba: fue DT de Uruguay a inicios de los 2000. Así que aprovechó la tribuna para criticar a Bielsa en todos los idiomas: lo acusó de perder el tiempo, de entregar tarde la nómina de jugadores, y sobre todo, de excluir a los pesos pesados del fútbol charrúa.
¿Cuál fue su argumento? Que Suárez y Cavani debían ser convocados porque estaban «plenamente vigentes». ¿Acaso esto no les suena familiar? Pues sí, Fossati utilizó esta misma expresión para referirse a Paolo Guerrero y Christian Cueva luego del papelón de Perú en la última Copa América.
Es una clara muestra de un entrenador apegado a fórmulas obsoletas, que privilegian cuestiones difusas como la jerarquía por edad frente al pragmatismo de apostar por jugadores jóvenes y rápidos. Más aún si se quiere aplicar el esquema del 3-5-2, donde la velocidad de los carrileros es fundamental para impulsar las ocasiones de gol en un sistema que puede pecar de “ratonero” en el argot peruano. Asimismo, a efectos prácticos, anula figuras potenciales como Bryan Reyna y Joao Grimaldo al carecer de extremos a diferencia de otros sistemas.
Cuando este lunes 9, el exfutbolista ecuatoriano Franklin Salas mencionó que el santo grial de Fossati es el 3-5-2, quedó más en evidencia la inflexibilidad del veterano charrúa. Invita a pensar en que Lozano y Oblitas debieron pensar dos veces antes de apostar por sus servicios. Cabe destacar que el “Ciego” también fue técnico de Liga de Quito y puedo asumir que contactos le deben sobrar en Ecuador que le expliquen o adviertan los puntos débiles de Fossati.
Obviamente, sin auspiciadores de peso y tras el costoso despido de Reynoso, la Selección demandaba una solución más económica, que ojo, no significaba ser irresponsable. Recordemos que Ricardo Gareca llegó al equipo en el lejano 2015 luego de que se barajaron nombres de gran cartel como Jorge Luis Pinto y el propio Marcelo Bielsa.
Como dice un viejo refrán, “lo barato sale caro” y es increíble que la Federación haya tropezado con la misma piedra dos veces consecutivas. Si Reynoso encarnaba la mediocridad de los entrenadores peruanos fuera de su zona de confort, Fossati es el retrato del mito de la experiencia como única virtud. No basta con acumular conocimiento si este no se renueva y adecúa a los tiempos venideros. Tampoco si se carece de pasión para lograr un objetivo.
Porque Fossati al convocar a jugadores de actuación discreta como Santiago Ormeño demuestra que el único esfuerzo que hace es solicitar una lista de peruanos que juegan en el extranjero, sea cual sea su nivel. Su mente quizás está más enfocada en planificar un retiro dorado en Punta del Este o Montevideo, acorde a los dos millones de dólares que gana anualmente.
Y así, incapaz de introducir esquemas frescos, de cazar talentos en partidos de la liga peruana o arriesgarse por jóvenes promesas en el extranjero, este capitán dirige un barco a la deriva, cuya tripulación aún confía en los trucos de los marineros viejos o milagros de último minuto para salvarse. El general francés Charles de Gaulle alguna vez dijo: “la inercia es la derrota” y vaya que lo estamos comprobando.
Cesar Raygada Salcedo dice
Excelente artículo, con una finada pluma, sobre una realidad que ya no resiste improvidaciones. Sin una adecuada planificación y una gestión efectiva, no hay futuro.
Cesar Raygada Salcedo dice
Fe de erratas. a finada por finada, improvisaciones por improvidaciones.
Cesar Raygada Salcedo dice
afinada por a finada