Por Sebastián Guerra
Recientemente conversaba con un amigo de mi colegio acerca del cariño que muchos sienten hacia un equipo de fútbol. La verdad, me incluyo en este grupo de gente. ¿El equipo del que hablábamos? Se llama Universitario de Deportes.
No quiero caer en la discusión banal de saber qué equipo es mejor, tiene más hinchas o es más grande. Para todo hincha de cualquier equipo, el suyo siempre será el mejor. Hoy estamos de 7 de agosto, lo que significa que el cuadro merengue, ese equipo del que soy hincha orgulloso, está de aniversario.
Todo club tiene un agregado. En la mayoría de los casos, es eso lo que te va enganchando hasta que llega un momento en el que eres uno más, te sientes identificado y vas un generando un vínculo. Alianza Lima tiene como característica el juego vistoso. La «U» tiene algo que es ajena al propio juego; tiene empuje, aunque sus hinchas preferimos llamarlo garra.
No me hice hincha de la «U» por ser el más ganador. A decir verdad, mi primer partido en un estadio fue un clásico que ganó el propio Alianza Lima en el antiguo Estadio Nacional. Me volví crema por las sensaciones que me transmitían los propios jugadores que iban perdiendo el partido. Las “carretillas”, los “guapeos” entre ellos, el correr siempre un poco más del límite de sus físicos, el empuje de una hinchada que con el tiempo sabría que se llama “Trinchera Norte”. Desde ese momento, me quedó la sensación de que era un equipo guerrero que se sabía limitado e imperfecto, pero con hidalguía y coraje iba siempre en busca del próximo reto.
Mi papá me habló siempre de Universitario como un club sano y serio, una institución modelo que podía pagar los salarios de manera puntual, que contrataba jugadores de gran cartel como Jorge Amado Nunes y Marcelo Asteggiano, un equipo que salía campeón con notoria regularidad, un cuadro merengue que antes contó con figuras como Juan Carlos Oblitas y Héctor Chumpitaz, quienes llegaron a una final de Copa Libertadores por primera vez con un club peruano, aunque por desgracia terminarían perdiéndola posteriormente.
A mí me tocó ser hincha de la «U» , pero de una institución con problemas económicos serios, los cuales son producto de malas gestiones del pasado. Un equipo que en los últimos 20 años solo logró 3 campeonatos, lo que era impensado hace un tiempo. Contrario a lo que cualquiera puede pensar, estoy muy agradecido con esto.
Cuando al principio hablaba de la conversación con un amigo sobre el amor hacia un club, me refería a eso. Él no lo entiende y tiene razón al no entenderlo. Habría que estar loco para no darse cuenta de lo risible que suena el amor hacia una institución, pero la U se volvió más que eso. Se volvió mi filosofía de vida. La camiseta crema se volvió una segunda piel, está impregnada y es casi parte de mi ADN. Universitario pelea hasta el final y eso nos lo ha enseñado a sus hinchas. Nos enseñó a resistir siempre un poco más y a sacar fuerza de flaqueza.
Universitario ha sido motivo de botar lágrimas de felicidad y también tristeza. Tantas veces fue el mejor acompañante, pues no importa el motivo por el cual muchas veces no tengamos un buen día, bastaba que la «U» jugaba para que todo deje de importar y, si por algún motivo, la U ganaba el partido, ya no existía más la tristeza. Universitario es capaz de sacarnos las mayores alegrías de nuestra vida en una tribuna, contagiarnos la mayor euforia y algunas (no tantas) decepciones.
En la noche crema del 2011, Mario Vargas Llosa dijo que la U era más que un club de fútbol. Mencionó algo que a todos los presentes nos emocionó. “La «U» es un mito, una leyenda. Es una tradición”. Nada más cercano a la realidad. Algunos mencionamos, medio broma y medio serio, que la U es el amor de nuestra vida. Es parte de nosotros, está grabado en el corazón. Le tenemos tanto amor que podemos cancelar cualquier cosa con tal de no perder el partido del fin de semana. Hoy, con el club en problemas, los hinchas le estamos demostrando más amor que nunca, pues lo estamos defendiendo.
Por todo esto, solo me queda darle gracias a un equipo de fútbol que siendo tan solo eso, la realidad es que es mucho más. Gracias por todo lo que nos diste, ahora nos toca a nosotros darte a ti, retribuirte las alegrías que nos brindaste, tomarte de la mano y afrontar todo juntos y de ser necesario descender al mismísimo infierno, pero nosotros por delante. Ser hincha crema no es para todos, tiene que gustarte pelear. Como bien dijo «Lolo» Fernández, nuestro máximo representante, “para ser hincha de la «U», hay que ser de bien”.
Felices 97 de pasión, Universitario de Deportes, la máxima expresión.
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