Por Sebastián Guerra
Siempre me he preguntado el porqué todo lo que nos rodea tiene que ser materia de comparación con alguna otra cosa. Si te gusta un carro, siempre hay alguien que te dice que el suyo es mejor. Esto se replica en el fútbol con total perfección, pero aplica a comparaciones entre clubes y jugadores, muchas veces cayendo en creer que criticar al otro vuelve mejor tu opción, pero no.
¿Alguien podría decir, a ciencia cierta, cuáles son los argumentos para considerar a un jugador mejor que el otro? Creo que la respuesta es no, pues el creer que un futbolista es superior a otro es muy subjetivo.
La comparación más común en el fútbol actual es, sin lugar a duda, la que existe entre Lionel Messi y Cristiano Ronaldo. No caeré en el juego tonto de buscar resaltar sus virtudes individuales para luego ponerlas en una balanza y saber cuál es mejor entre los 2. No me lo puedo permitir, pues ambos me han sacado sonrisas con su juego, el cuál es tan increíble que estoy seguro no volveremos a ver algo igual.
Mi papá me habló de Pelé y Maradona como los mejores que el ha visto, pero siempre los catalogó como los más grandes de su época y es justo en eso en lo que me quiero quedar. Cristiano y Leo fueron los mejores de esta generación, pero lo hicieron siendo contemporáneos y compitiendo cada día entre ellos, haciéndose mejores cada día. Como si esto fuera poco, lo hicieron en equipos que conforman el clásico español. Cristiano hizo aún más grande al Real Madrid y Messi reescribió por completo la historia del Barcelona. Al final los que más salimos ganando fuimos nosotros, los hinchas.
Son tan grandes que se fueron reinventando con el tiempo. CR7, como es conocido el astro portugués, pasó de ser el extremo que jugaba a pie cambiado con grandes cuotas de gol para ser el mejor killer del mundo. En el área es letal, lo que toca se convierta en gol. Messi, por su lado, pasó de ser el extremo que arrancaba en la derecha con pie cambiado y se iba cerrando con su impresionante gambeta, con la cual era capaz de llevarse a cuanto jugador se le interpusiera en el camino. Hoy, el 10 argentino se volvió un jugador más retrasado en cuanto a su posición, pero es un creador de juego y asistidor nunca visto, sin perder su maravillosa cuota goleadora. La verdad es que creo que no existen palabras para catalogar lo que han hecho y menos encasillar su capacidad en un campo de fútbol.
Confieso que me siento en deuda con ellos. El fútbol se volvió muy necesario en mi día a día, pero verlos se volvió mucho más que necesario. Regalaron enfrentamientos impresionantes y son, sin temor a equivocarme, la rivalidad más hermosa que ha existido. Lo pasan tan bien jugando que hacen que nosotros disfrutemos con ellos. Fui capaz de despertar varias veces a las 5 o 6 de la mañana para verlos hacer algo tan sencillo y ordinario como patear una pelota, pero con un don que pocos tienen. Reescribieron la historia del fútbol y lograron individualizar el deporte más colectivo de todos. Hoy, lejos de la liga española, Cristiano busca conquistar Europa con la Juventus y Leo buscará hacer lo propio en este nuevo reto llamado PSG.
Lo que más resalto en ellos es que a pesar de saberse rivales en el campo, fuera de él se llevan bien y hace preguntarme qué cosa está mal con las personas que buscar denigrar los méritos de alguno de ellos. Yo prefiero hacer algo que pocos hacemos y creo que es lo más sensato: disfrutarlos. Digo disfrutarlos porque como dije al inicio son contemporáneos y nos regalaron algo nunca visto, manejando cuanto récord existe en el fútbol y rompiendo marcas domingo a domingo. Les queda poco tiempo jugando al máximo nivel y no quiero ser parte del grupo de personas que recién dimensione lo que significaron ellos dos cuando ya no estén. Me siento un privilegiado de haber visto a 2 de los mejores de la historia.
Gracias Cristiano y Leo, les tengo una deuda que nunca podré pagar. Les estoy muy agradecido y ustedes no saben de mi existencia, pero supongo que, así como yo, son varios los que se sienten así.
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