Por: Johana Cabrera Cigarán
Hace algunos días se llevó a cabo la final de lo que fue el primer campeonato de fútbol femenino televisado en Perú. Los equipos finalistas no fueron sorpresa: Alianza Lima y Universitario de Deportes. Alianza, tras vencer por la mínima a las cremas, salió campeón y obtuvo su cupo a la Copa Libertadores. Si algo ha dejado en evidencia la transmisión de todos los partidos es que el fútbol femenino en Perú aún no es competitivo.
La falta de profesionalismo es el principal problema. Las futbolistas peruanas no pueden vivir del deporte al cual le dedican la mayor parte de sus vidas porque no reciben un sueldo por ello. Si bien algunos clubes dan remuneración a sus jugadoras, ese monto va de 400 a 700 soles mensuales y no es suficiente para cubrir todos sus gastos, teniendo en cuenta que muchas de ellas son universitarias y algunas madres. En contraste, los hombres que juegan en la Liga 1 reciben no menos de s/.16,450 al mes. La brecha es notable. Desde el 2020 la Selección Femenina de Brasil recibe el mismo sueldo que la masculina. Si esto ya sucede en un país vecino, nada impide que en algún momento pueda pasar acá.
El mismo hecho de que no sea una disciplina profesional hace que los clubes no le den mucha importancia a su categoría femenina. Claro que hay excepciones, como es el caso de Alianza Lima, el cual considero que es el club que más se ha esforzado en sacar su equipo femenino adelante, realizando buenos fichajes y brindándole a sus jugadoras las condiciones que merecen.
El conservadurismo también es otra barrera que, si bien no tiene relación directa con la competitividad que puedan dar los equipos a nivel colectivo, afecta a cada una de las jugadoras y su desarrollo en el fútbol. En pleno siglo XXI aún hay personas que, cegadas por su machismo, piensan que el fútbol es un deporte para hombres y minimizan a las mujeres que lo practican sin saber todos los esfuerzos que hay detrás. Las futbolistas, al sentir que no se valora su trabajo, pueden verse afectadas en su desenvolvimiento en la cancha. Al fin y al cabo, ellas juegan el mismo deporte que los hombres, solo que no en las mismas condiciones. Pasa lo mismo con las periodistas. En los últimos años ha ido aumentando la presencia femenina en el rubro deportivo. Lamentablemente no faltan comentarios desatinados, como decir que si una mujer es conductora de un programa deportivo es porque es bonita y no porque tiene capacidades para ocupar ese cargo.
Queda claro que, para que todas las futbolistas puedan jugar de manera competitiva y crecer, se tiene que apostar por ellas. No es suficiente con que la Federación haya creado un convenio para transmitir la Liga Femenina. Ellos deben ser los encargados de verificar que los clubes respeten a sus futbolistas y le den a su equipo femenino condiciones dignas de entrenamiento, pues eso repercute en la competitividad que puedan dar. Si aún el camino hacia la profesionalización es largo, lo mínimo que pueden hacer los clubes es tratar como profesionales a sus jugadoras.
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