Por Griselle Reyna
“Sigue caminando recto hasta llegar con Lolo, lo saludas y doblas a la izquierda. Pero recuerda dejar afuera cualquier botella”, dice un hombre en la entrada. La joven, tal vez de 20 o 22 años, asiente. Acomoda sus lentes de sol, empañados por la mascarilla y su respiración, toma su credencial de periodista y recorre la ruta indicada. Deja su botella de agua en el estacionamiento, al lado de otra botella solitaria a medio llenar. De pronto, acelera el paso antes de mezclarse con la multitud y detenerse ante Lolo. Si no sabes quién es Lolo, podrías pensar lo que parece evidente a partir de la indicación inicial: un señor con jerarquía en el lugar, que está dispuesto a ayudarte a encontrar tu camino. Aquella idea no está alejada de la realidad, solo habría que recalcar que Lolo Fernández es un ídolo, uno que murió y ahora “Lolo” es una imponente estatua que da la bienvenida y vigila a todo aquel que pise su santuario en el Estadio Monumental.
La primera vez que pisé este templo fue en un Clásico. Se dice que las primeras veces siempre son buenas y no pretendo desmentir aquella afirmación. El primer encuentro de fútbol masculino de Universitario de Deportes y Alianza Lima sucedió en 1928, y desde aquel entonces, hasta la actualidad, estos dos equipos han sido eternos rivales. Sin embargo, han pasado casi 100 años de rivalidad y el partido que me llevó a pisar un estadio de fútbol por primera vez fue el primer clásico de fútbol femenino celebrado en el Monumental. El sábado 16 de abril, Alianza Lima le ganaría a la “U” en su propia casa.
Mujeres con bebés en brazos, ancianos con bastones, hombres con sus hijos. Familias e hinchas con camiseta crema no dejaban de llegar una vez iniciado el encuentro. Fueron más de 4 000 fanáticos que se congregaron tras el llamado de aliento de su equipo. Hubo infiltrados hinchas del equipo blanquiazul, quienes incumplieron la norma que indicaba un partido solo con afición local, pero más allá de ello, el Coloso fue una fiesta. La velocidad y potencia definieron la actuación aliancista que sumó dos goles en el marcador, mientras que Universitario no pudo anotar en casa. Sede de emociones, el Monumental esta vez albergaría el sueño de una liga que espera ser más reconocida y completamente profesional, con contratos y pagos equivalentes a la liga masculina.
El fútbol como religión, con iglesias a jugadores, es una realidad que denota una sustitución de los tradicionales lugares de culto para convertirlos en estadios llenos de hinchas, o feligreses, que alientan con devoción a un equipo. Esta devoción ha marcado la vida de muchos peruanos hinchas del club Universitario de Deportes. En el sagrado templo Monumental, los hinchas exponen sus símbolos cremas y granates; vociferan cánticos aprendidos religiosamente y se preparan para vivir 90 minutos de una apasionada misa, junto a otros desconocidos hermanos llenando una tribuna. Eduardo Galeano ya calificaba al fútbol como “la única religión que no tiene ateos”.
La nueva generación
En la cuadra 77 de Javier Prado, en el distrito de Ate, está ubicado el Estadio Monumental. Es el estadio principal del club Universitario de Deportes de la primera división del fútbol peruano. Su nombre lo define a la perfección, pues sus grandes dimensiones lo convierten en el estadio de fútbol con mayor capacidad de Sudamérica y en uno de los más grandes del mundo. Capaz de albergar a 80 093 espectadores, el también conocido como Coloso de Ate, ha sido testigo de innumerables historias de vida.
Sebastián Guerra es hincha de la U por herencia. Su papá, que ronda los 70 años, iba caminando solo al Estadio Nacional desde los 12 años, así que Sebastián heredó la pasión y su primer acercamiento al Monumental ocurriría en un Clásico durante su niñez. “Yo era un niño y estaba junto a mi hermana, pero no nos querían dejar entrar. En esa época estaba vivo Kukin Flores, nunca olvidaré que él se bajó del bus e intercedió por nosotros. Dijo: “Solo son niños, déjenlos entrar”. Para Sebastián, el Monumental es su casa, así como sinónimo de entrega, lucha y pelea por 90 minutos. Comenzó siendo crema por bautismo y lo reafirmó en su comunión y confirmación, voluntariamente.
El día en el que tiene que asistir a un partido del equipo de sus amores, la sensación que tiene desde que despierta es diferente. “A pesar de que el estadio está lejísimos de mi casa, es hermoso”, comenta. El estar en contacto con otros hinchas, caminar por la tribuna de occidente y ver a la gente de la trinchera llena su corazón crema. “Cuando la “U” gana es mágico. Todos los problemas que yo pueda tener desaparecen. Cuando perdemos me voy del estadio deprimido, es como si alguien cercano a mi hubiera muerto y tuviera un vacío en el pecho. Eso no me pasa cuando voy al Nacional a ver a la Selección, solo me pasa con la U”, reflexiona. Así como él, Patrick Villar también es hincha de la “U” por arraigo. Tanto él como su padre jugaron en las divisiones menores del club merengue. A pesar de no conocer a los demás hinchas en el Monumental, el hecho de tener la misma pasión en común hace que se sientan como si fueran hermanos.
Por su parte, Anthony Guerra (22), recuerda que su primera vez en el Monumental fue durante una noche crema en el 2011. Cada noche crema se presenta un nuevo plantel del equipo y él quedó asombrado con el espectáculo y con el hincha llenando a tope el estadio. Sin embargo, aquello no es lo que más le impresionó, “lo que más me llamó la atención fueron las palabras de Mario Vargas Llosa, quien dijo que la historia de la “U” representa no solo a un equipo de fútbol, sino a la historia del Perú, la historia del balompié peruano”. Cabe destacar, que el palco presidencial del club lleva por nombre Mario Vargas Llosa, hincha acérrimo del equipo y premio Nobel de Literatura 2010.
Anthony recorre sus pasillos. Entra por la tribuna occidente y se encuentra con la estatua del máximo ídolo de Universitario: Lolo Fernández. Su presencia es como un ángel de la guarda para todos los feligreses cremas. Muchos se detienen a rezar por su alma y se llevan una bendición con ellos. Teodoro Oswaldo Fernández Meyzán, o “Lolo”, es el espíritu del Monumental y personificación de la pasión y garra crema. Su carrera deportiva en el club, siendo máximo goleador de la historia de Universitario, demostró que no existía nada más grande que su amor por la “U”. Su monumento tiene una medida de 3.20 metros de alto y fue realizada por un hincha: David Flores, pero tiene la participación de 8 mil hinchas que se sumaron al proyecto.
En la piedra grabada se puede leer una famosa frase de Lolo: “Dos soles cincuenta, dos soles cincuenta pues imagínate, y uno feliz, porque era así, porque tu jugabas con cariño, con amor a esa camiseta”. Palabras que juntas no solo quedan grabadas en piedra, sino también en el corazón de todos aquellos con garra y corazón crema. Siguiendo con el recorrido, “en Norte puedes ver los murales de las barras e hinchas más fieles. También están los pasajes con fotos de los hechos más importantes en la historia de la “U”. Es como ir a un museo”, dice Anthony. También comenta que, en los últimos años, la tribuna sur se ha denominado la tribuna familiar, pues se llena de las futuras generaciones que saltan eufóricos cuando hay goles o lloran cuando su equipo pierde. “Cuando gana la “U”, al día siguiente el pan es más rico en el desayuno”. El estadio está lleno de recorridos que ilustran la historia del club y muestran la esencia de este.
Esta historia también es la Martin González, quien se siente orgulloso de ser crema en los momentos más difíciles del club; de Bryan Falcón, pues ha ido al estadio más de 40 veces y encontró en Universitario la fuerza que te obliga a luchar hasta el final; o Sergio Palacín, quien sabe que ser de la U es saber que no todo va a ser fácil: “Es saber que tú puedes ganar a punta de convicción y a punta de esfuerzo”. Todos describen la garra crema como un factor de identificación con todo aquel que ama el club. Pero esta no solo es la historia de Anthony, Sebastián, Patrick, Martin, Bryan o Sergio. Esta es la historia de un lugar y su representación. Es la historia de un recinto que alberga rivalidades, generaciones y alegrías. El mismo sentimiento de amor por el fútbol no debe quedarse solo en el estadio y durante el partido, sino debe acompañar el progreso de los equipos fuera de la cancha, como el de La Liga Femenina, la cual merece contratos profesionales para todas sus jugadoras.
La devoción en el fútbol es un fenómeno que ha marcado la vida de muchas personas. Un estadio, como un templo, es un lugar que suscita emociones positivas o negativas, controladas o sin control. Estas salen a relucir mostrando la mejor y peor versión de uno mismo. Universitario de Deportes es uno de los clubes con mayor reconocimiento a nivel nacional, por ello a pesar de que la construcción del estadio le trajo muchos problemas económicos al club, ver todo pintado de crema y granate hace latir más rápido el corazón de los fieles. También se convierte en sede de oportunidades y reconocimientos merecidos como el de la Liga Femenina, lo que convierte al estadio en un hogar feliz y cómodo. En el monumento de la entrada también se lee “1993-Infinito”. Ahí te quedarás Lolo, en el infinito amor de todos los que amaron, aman y amarán al club Universitario. Él vive aún en el corazón de cada hincha, en los pasillos del estadio y en cada camiseta crema.
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